Nuestras Vecinas, las Bombas Rodantes

Quince millones (el 60%) de las personas que viven cerca de los trenes son latinos y afroamericanos

Juan Parras sabe bien lo que significa vivir rodeado de bombas rodantes, y el frecuente sonido de los silbatos de las locomotoras que arrastran cada una más de cien vagones cargados de crudo petrolero, se lo recuerda constantemente.

Parras vive y trabaja en Manchester, el barrio hispano de Houston con uno de los tráficos de trenes petroleros más intensos de Estados Unidos.

“Aquí tenemos la mayor concentración de cruces de ferrocarril en todo el país, 134 en total”, dice Parras, fundador y director ejecutivo del T.E.J.A.S., el grupo de justicia medioambiental que lleva años trabajando en Manchester. “Cuando manejamos tenemos que parar y esperar el paso de los trenes varias veces en cada viaje”.

Tras los ataques de 9-11, en cientos de comunidades del país los trenes cargados con sustancias peligrosas son desviados por precaución. Pero eso no ocurre en Manchester.

“Este es un gran problema de seguridad nacional debido al peligro extremo que trae a nuestras comunidades”, dice Parras. “Los estacionamientos que contienen cientos de vagones cargados de crudo e incluso ácido sulfúrico no están vigilados, y cualquiera dispuesto a causar graves daños puede entrar a ellos libremente”.

Desde 2005, el tráfico de trenes petroleros se ha multiplicado por más de 40. En cualquier momento, en Norteamérica se transportan por tren nueve millones de barriles de crudo. Este enorme incremento ha excluido reforzar las medidas de seguridad, con el consiguiente incremento exponencial de los accidentes.

En 2013, un convoy cargado de crudo procedente de Dakota del Norte, se descarriló y estalló en la provincia canadiense de Quebec, causando la muerte de 47 personas y la destrucción de parte de la ciudad de Lac-Mégantic. Desde entonces han ocurrido accidentes en Alabama, Colorado, Dakota del Norte, Minnesota, Pennsylvania y Virginia.

Y los que estamos más enpeligro debido a estas bombas rodantes somos nosotros, los hispanos y los miembros de otras minorías. Según un estudio del grupo ForestEthics, de las más de 25 millones de personas que viven peligrosamente cerca de las vías usadas por los trenes petroleros, 15 millones (el 60%!) pertenecen a comunidades minoritarias, incluyendo Manchester.

“Por fortuna, aquí no hemos tenido accidentes con consecuencias graves para la población”, dice Parras. “Pero hemos estado cerca. En el último año, ha habido dos descarrilamientos en nuestra comunidad, y en una ocasión, los vagones que llevaban carga peligrosa no estallaron pero derramaron su contenido”.

Las lamentables condiciones de seguridad de demasiados trenes intensifican el peligro que este tráfico significa para millones de personas. En un documento presentado ante el Departamento Federal de Transporte, varios grupos, incluyendo ForestEthics y el Sierra Club, resaltaron varias fallas que hacen de este tráfico “una inaceptable amenaza a la seguridad pública.”

Una de estas fallas es el uso de los peligrosos vagones DOT-111, los cuales carecen de reforzamiento en sus tanques, haciéndolos mucho más frágiles al descarrilar.

El documento exige a la administración Obama mejorar de inmediato la seguridad de estos trenes adoptando entre otras las siguientes medidas:

Prohibir inmediatamente del uso de vagones DOT-111 y el retirar progresivamente otros vagones peligrosos.

Reforzar los preparativos en caso de emergencia en las poblaciones por las que pasan estos trenes.

Imponer límites de velocidad y la instalación de sistemas de frenado de alta tecnología.

Requerir a las compañías la tenencia de pólizas de seguros que cubran debidamente los desastres de los trenes petroleros.

Mientras estas medidas se discuten, Juan Parras y el resto de los residentes de Manchester miran por encima del hombro cada vez que suena el silbato de una locomotora. “Ahí viene otra bomba rodante a nuestro barrio”, dicen

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