EPN: un aniversario sombrío

Este 1 de diciembre no hubo motivos para festejar en Los Pinos. El segundo aniversario de Enrique Peña Nieto en la presidencia transcurrió en medio de marchas, protestas y el reclamo insistente de sus detractores para que renuncie.

Las encuestas de dos de los principales diarios de México, el Reforma y El Universal, reflejan la caída en picada de Peña Nieto: el 50% de los ciudadanos reprueba su gestión y sólo un 41% la aprueba. Lo más preocupante es que nada en el horizonte indica que la tempestad desencadenada a raíz de la tragedia de Ayotzinapa vaya a disiparse. Por el contrario, cada día que pasa crecen la indignación, el rechazo y el hartazgo de grandes sectores hacia un gobierno al que ya no le creen porque lo perciben como ineficaz, corrupto, insensible y manipulador.

Muestra de ello es que el decálogo que presentó Peña Nieto hace unos días para fortalecer el Estado de Derecho ha generado más críticas que elogios. Y es que la mayoría de sus propuestas, entre ellas la de que el gobierno federal asuma el mando en los municipios donde esté infiltrado el crimen organizado y la de crear 32 corporaciones estatales de seguridad, parecen más bien un catálogo de buenos deseos, que una estrategia bien articulada para enderezar el rumbo del país.

El presidente no reveló, por ejemplo, que hay investigaciones como la del experto en seguridad Edgardo Buscaglia que indican que el 72% de los 2,500 municipios en México ya está infiltrado por el crimen organizado y que, por tanto, éste será un reto mayúsculo difícil de cumplir. Tampoco explicó cómo y cuánto tiempo se llevará organizar una policía confiable y profesional ni habló de la transformación radical que requiere el aparato judicial.

No habló tampoco de los descalabros económicos del país ni de un plan para reducir la creciente desigualdad que ha llevado a la miseria a más del 56% de los mexicanos.

Lo más grave, sin embargo, es que aunque anunció medidas para combatir la corrupción y la impunidad no predicó con el ejemplo. Le faltó reconocer que incurrió en tráfico de influencias y conflictos de interés en la concesión del contrato para el tren bala México-Querétaro y en la compra de la “casa blanca”. Su arrogancia le impidió, asimismo, aceptar las fallas de su administración para prevenir y manejar adecuadamente el caso de los 43 jóvenes desaparecidos en Ayotzinapa.

En suma que, en lugar de que el decálogo fuera una oportunidad para demostrar que tiene la capacidad para dar el viraje de timón que requiere el país, Peña Nieto confirmó lo que millones le gritan a diario: que la presidencia le queda grande

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