Editorial: La tortura y sus mentiras

La verdad es que la tortura es ilegal, inhumana y jamás defendible

La tortura es inadmisible. Ocultarla es una depravación moral y no perseguirla es una cobardía y un error político y legal que descalifica a quienes la niegan. El Senado ha publicado al fin su informe sobre las torturas cometidas por la CIA después de los salvajes atentados terroristas del 11 de septiembre. Sale a la luz tarde, después de haber sido repetidamente postergado y censurado. Pero también después de que los propios miembros del Comité de Inteligencia acusaran a la CIA de espiar sus comunicaciones y ordenadores. Una acusación gravísima de un intento ilegal de obstaculizar la investigación de los representantes del pueblo.

Los republicanos del Congreso han vuelto a levantar su airada y cínica voz contra la investigación en lugar de hacerlo contra las inhumanas prácticas que la administración de George Bush permitió. Los republicanos arguyen que la publicación del informe sobre las torturas de la CIA atenta contra una seguridad nacional dañada por esas mismas torturas y por la pésima imagen y ejemplo que EEUU da al mundo, especialmente a sus enemigos.

La tortura daña a los torturadores y su práctica por los servicios de inteligencia pone en peligro a los ciudadanos. Primero a los que viven o ejercen su actividad en áreas en guerra o peligrosas, pero también al resto de la población, que ya no puede estar segura sobre el respeto a la legalidad. ¿Quiénes serán los próximos? ¿Cuándo y contra quién volverá a defenderse este crimen? ¿Cuál es el límite?

El informe da a conocer detalles que ponen en duda no solamente la competencia, sino la supeditación de los jefes de la CIA al liderazgo electo del país. Pasaron cuatro años desde que iniciaron los actos ilegales hasta que lo dieron a conocer oficialmente al entonces Presidente Bush. Luego y para cubrir desde errores conceptuales hasta acciones criminales, siguieron explotando su monopolio de la información para entregar datos falsos o parciales.

Estos hechos atentan contra el orden constitucional.

El debate no puede ser si la tortura sirvió para encontrar la información deseada, si ayudó a localizar a Bin Laden o si “salvó vidas” y por ende está justificada. La verdad es que la tortura es ilegal, inhumana y jamás defendible.

Como tristemente lo demuestra la historia, al final la tortura se convierte en un fin por sí mismo, en un método de terror y tiranía.

Para que no vuelva a suceder debe condenarse y perseguirse a los responsables

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