Y sin embargo, las altas tasas de encarcelamiento tienen un impacto casi nulo en la baja del delito. “No tiene sentido seguir desperdiciando recursos así”, dice.
El estudio revela que el encarcelamiento fue perdiendo efectividad en cuanto al control del crimen desde antes de 1980. Y desde el año 2000, el efecto del aumento del encarcelamiento en la disminución del delito ha sido nulo.
” Casi la mitad de los detenidos en prisiones federales lo están por delitos vinculados a las drogas””
Según esta investigación, el uso exagerado del encarcelamiento resulta inefectivo. El informe resalta que gran parte del incremento de los presos se debe al encarcelamiento de personas por crímenes no violentos o vinculados a las drogas. “Casi la mitad de los detenidos en prisiones federales lo están por delitos vinculados a las drogas”, dice el informe. Además, señala que dos tercios de los detenidos están procesados, a la espera de un juicio.
“Yo creo que hay ciertos delitos en los que la cárcel puede ser un factor disuasivo. Por ejemplo, si metés preso a un violador, eso reduce el número de violaciones en el mundo exterior”, sostiene Marcelo Bergman, director del Centro de Estudios Latinoamericano sobre Inseguridad y Violencia (CELIV), de la Universidad Nacional de Tres de Febrero en Buenos Aires. “O en el caso de un asesino serial, también ahí la cárcel funciona como incapacitación para la comisión de esos delitos”, añade.
“Pero donde fracasa rotundamente el sistema carcelario es en el caso de las personas que son fácilmente reemplazables en la cadena delictiva. Por ejemplo, metés presa a una mula, al otro día hay otra para reemplazarla”, explica Bergman. “En esos casos llenás las cárceles de gente pero no detenés el delito”, señala. Y agrega: “Tendemos a sobreutilizar la cárcel, que tiene efectos disuasorios muy bajos”.
El informe también concluye que la cárcel genera efectos negativos en las personas, que pueden cometer más crímenes una vez liberadas. “Este efecto es particularmente poderoso en los que son detenidos por delitos menores”, detalla la investigación.
“Cuando son liberados, normalmente tienen problemas para conseguir trabajo y reintegrarse en la sociedad debido tanto a las barreras legales como al estigma social”, sostiene el informe.
Por otra parte, señala que las condiciones deterioradas de las prisiones pueden inhibir la rehabilitación, influyendo en la reincidencia. “En las últimas dos décadas, las prisiones se han vuelto severamente superpobladas, con condiciones paupérrimas de hábitat y salud, y violencia. Esto puede deteriorar la salud física y mental de los detenidos”, dice el texto.
Un preso trabaja en un jardín resistente a la sequía en la Prision Estatal Solano en Vacaville, California.
En tanto, indica que algunos estudios sugieren que el encarcelamiento tiene todavía menos efecto disuasivo para los crímenes violentos. “A diferencia de los crímenes contra la propiedad, que ofrecen un incentivo financiero y pueden reemplazar o complementar el ingreso legal, los crímenes violentos son usualmente crímenes pasionales, no premeditados”, dice el informe. Por eso, según la investigación, las sentencias largas pueden no ser efectivas como disuasivas para este tipo de crímenes.
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¿Más policías o mejor trabajo policial?
Sobre el incremento en la cantidad de policías, el informe sostiene que tiene un efecto casi nulo en el descenso del crimen desde el año 2000.
“Poner un policía en cada cuadra no parece ser la mejor forma de asignar los recursos de la sociedad. Varios estudios muestran que el patrullaje no planificado ni enfocado, como era el patrullaje tradicional, no es efectivo en disuadir el crimen”, explica Laura Jaitman, experta del área de investigación en Seguridad Ciudadana y Justicia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En la región de América Latina y el Caribe hay en promedio 307 agentes de policía por cada 100.000 habitantes, una tasa mucho más alta que América del Norte (222). Sin embargo, la región tiene tasas de homicidios muy altas y el delito no parece ir en descenso.
Sobre esa perspectiva, Jaitman destaca el concepto de “Smart Policing” (vigilancia inteligente) que apunta reorientar la labor policial basándola en la evidencia. “Smart policing se usa para englobar una amplia gama de estrategias, que tienen en común el objetivo de asignar los recursos existentes de una forma más inteligente, teniendo en cuenta la información disponible”, explica la especialista.
Algunas de estas estrategias, detalla Jaitman, tienen que ver con el uso intensivo de datos generados por la policía, información que se extrae de la comunidad sobre sus problemas y posibles soluciones, cambios organizacionales al interior de la fuerza policial, y el uso de sistemas de información y tecnologías.
Un mitin frente a la oficina del Fiscal del Estado en protesta por la muerte de Corey Jones, pidiendo que el proceso de la justicia sea transparente después el joven de 31 años fue asesinado a tiros por un agente de la policía vestido de paisano el 28 de octubre de 2015, en West Palm Beach, Florida.
Sobre la efectividad de estas estrategias, Jaitman sostiene que “el patrullaje enfocado en los lugares de máxima concentración del delito (hotspots) o estrategias que se basan en detectar y solucionar problemas específicos de la comunidad (POP-problem oriented policing), han mostrado reducciones estadísticamente significativas en determinados delitos”.
“Estas estrategias tienen en común el uso intensivo de la información estadística y el análisis criminal de calidad. En varios casos para la recolección, uso y análisis de la información se incorporan nuevas tecnologías”, señala Jaitman. Pero aclara que no se trata sólo de la tecnología, si no de “saber que tecnología es la más adecuada para cada objetivo, y como se incorpora y se evalúan sus resultados”.
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Mejores condiciones
Por otra parte, los especialistas señalan que el crecimiento del desempleo desde el año 2000 puede haber tenido una pequeña influencia en el aumento del crimen durante la primera década del siglo.
En tanto, la investigación detectó una influencia positiva del crecimiento del ingreso económico per cápita en la disminución del crimen. De igual manera la confianza del consumidor -una medida económica que determina si los consumidores son optimistas acerca de la economía y el crecimiento futuro- también puede haber tenido cierta influencia en la disminución de los delitos contra la propiedad en los Estados Unidos.
Otros factores que pueden haber influenciado, según este estudio, son el descenso del consumo de alcohol y el envejecimiento de la población.
” Sería más efectiva una mayor inversión en programas que mejoren las oportunidades económicas”
“No hay bala de plata. Se requiere un conjunto de medidas de política criminal”, sostiene Bergman.
Por otra parte, el especialista argentino señala que las intervenciones sociales también ayudan. “Hacer programas de control de violencia, trabajar con adolescentes, con grupos de riesgo identificados, con educación y posibilidad laboral, eso ayuda a reducir el potencial delictivo”, dice el especialista.
En esa misma línea, el informe del Brennan Center for Justice concluye que, considerando los inmensos costos sociales, fiscales y económicos del encarcelamiento, sería más efectiva una mayor inversión en programas que mejoren las oportunidades económicas, modernizar las prácticas policiales, y ampliar los programas de tratamiento y rehabilitación.
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