Deportados centroamericanos regresan a vida de zozobra y escasa ayuda

Programas de reintegración de migrantes necesitan ayuda y mejor vigilancia, aseguran expertos

Justo Velasquez, 24, besa la tierra a su llegada a Guatemala, luego de su deportación de Arizona.

Justo Velasquez, 24, besa la tierra a su llegada a Guatemala, luego de su deportación de Arizona. Crédito: Getty Images

WASHINGTON.- Los miles de centroamericanos que EEUU prevé deportar a lo largo de este año a El Salvador, Honduras y Guatemala regresarán a empobrecidos países con escasos recursos para ayudarlos en su reinserción y supervivencia laboral, advirtieron este jueves expertas.

Los que ya han sido deportados o que regresaron de forma “voluntaria”, incluyendo algunos residentes permanentes, no sólo afrontan el estigma de la expulsión y una galopante violencia en los países del “triángulo del Norte”, sino también una serie de obstáculos para conseguir empleo y reconstruir sus vidas.

Es que la política de deportaciones que EEUU mantiene en aras de la seguridad nacional causa una enorme desestabilización de familias con “estatus migratorios mixtos”: si los deportados son cabeza de familia, por ejemplo, dejan acá a cónyuges e hijos sin sustento y a familiares en sus países sin fuente de remesas.

Múltiples retos

Expertas consultadas hoy por este diario coincidieron en que, más allá de denunciar las continuas deportaciones, es urgente también evaluar los retos económicos, sociales e institucionales para la reintegración de los inmigrantes ya deportados.

Victoria Rietig, analista del Instituto de Política Migratoria (MPI, en inglés) enumeró los tres principales retos que afrontan los gobiernos e instituciones para la reinserción de los deportados: la creciente cantidad de migrantes retornados desde EEUU y México;  el escaso alcance e impacto de servicios que sólo llegan a unos cuantos migrantes, y la “insuficiente” vigilancia y evaluación de los programas de ayuda.

“Esto hace difícil determinar la eficacia de estos programas para reducir el ciclo de la emigración ilegal, la deportación, y el eventual retorno ilegal (a EEUU). Por esta falta de evaluación no sabemos en realidad si estos programas están logrando retener a los migrantes en sus países”, advirtió Rietig, coautora de un informe reciente sobre el asunto.

Por su parte, Cecilia Menjívar, autora de un estudio reciente sobre las presiones de los migrantes deportados o regresados a México, encontró algunos paralelos con los centroamericanos deportados de EEUU.

“Es que México y otros países no están capacitados para esto (la deportación masiva), y eso tiene un efecto en los niños y su reinserción en las escuelas”, especialmente si son nacidos en EEUU, explicó Menjívar, socióloga e investigadora de la Universidad de Kansas.

Menjívar, que en la actualidad contribuye en un libro sobre la experiencia centroamericana, señaló que en el caso de los hondureños, la desesperanza es tal que para muchos “la única opción es sopesar migrar ilegalmente de nuevo”.

La pesadilla del retorno

La mayoría de los migrantes que huyen de la violencia en Centroamérica prácticamente empeñan la vida para viajar hacia el Norte y, cuando son deportados, ya sean desde la frontera o el interior de EEUU, regresan peor de cuando salieron: más endeudados –algunos no han terminado de pagar préstamos con altos intereses-, con las mismas amenazas a su vida, y con escasas posibilidades de encontrar empleo.

Algunos deportados salvadoreños, con suerte, pueden encontrar empleo en los “centros de llamada” o atención a clientes si lograron aprender el inglés, señaló Menjívar, al enfatizar que las presiones para la reintegración son mayores en los pequeños países de Centroamérica precisamente por la escasez de recursos.

Los retos, según el Diálogo Interamericano, un centro de análisis político en Washington, son tan diversos como los propios migrantes, y quienes llevaban más tiempo en EEUU afrontan mayores trabas para integrarse a la fuerza laboral o para reanudar sus estudios.

No se puede descartar el problema del “estigma” o discriminación vinculados con el estereotipo de que los migrantes fueron deportados por algún acto criminal.

El problema es tal que, según testimonios de los deportados, muchos incluso no regresan a sus pueblos por el sentido de “vergüenza”.

Recursos limitados

En un estudio del Diálogo Interamericano del mes pasado, un funcionario centroamericano dijo desde el anonimato que, pese a los esfuerzos de los gobiernos, la atención que reciben los migrantes retornados simplemente es “insuficiente”, en particular porque muchos programas carecen de fondos adecuados.

A juzgar por un desglosado de ese estudio, los programas palidecen ante la magnitud de la cantidad de deportados y las necesidades que afrontan en sus comunidades.

Desglosado de programas disponibles para migrantes deportados a Centroamérica, según Diálogo Interamericano
Desglosado de programas disponibles para migrantes deportados a Centroamérica, según Diálogo Interamericano

Se calcula que solo uno de cada 20 migrantes deportados de EEUU recibe algún tipo de “servicio de reintegración” y, en general, los programas tienden a ser “pequeños, dispares y relativamente recientes”, sin resultados comprobados.

A eso hay que añadir problemas de coordinación entre las agencias gubernamentales que ofrecen servicios de empleo, salud, y cuidado infantil.

El Congreso de EEUU aprobó recientemente un paquete de $750 millones para el plan “Alianza para la Prosperidad”, que incluye fondos para la reintegración de los migrantes y que, no obstante, contiene ataduras vinculadas con asuntos como la contención de la emigración ilegal, el combate a la corrupción, y el respeto a los derechos humanos.

“Aunque todos los países tienen una responsabilidad compartida con estos deportados, México debe ampliar su colaboración en las iniciativas de reintegración, y EEUU tiene la obligación de responder a las raíces de la migración ilegal de Centroamérica… parte de los fondos para la Alianza para la Prosperidad deben fluir a la expansión de estos programas”, puntualizó Rietig.

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