Editorial: Es hora de cerrar Guantánamo
Estados Unidos es capaz de procesar, condenar y detener a los responsables de terrorismo
La decisión de que la base militar estadounidense en Guantánamo en Cuba sea una prisión surgió al calor del ataque del 9/11 como una alternativa para alojar a la creciente cantidad de detenidos en la invasión a Afganistán. La idea era tenerlos en un limbo legal, detenidos indefinidamente para sacar de circulación a quienes eran “lo peor de lo peor”, según las palabras del entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
En realidad entre los 800 detenidos que pasaron por esa base desde 2002, eran muy poco los individuos realmente peligrosos o sospechosos de tener algún papel en los atentados contra la Torres Gemelas y el Pentágono. Muchos de ellos resultaron ser víctimas de algunos delatores locales que, por los motivos que sean, los señalaron como enemigos. Incluso entre los 91 alojados hoy en día, son pocos los terroristas juzgados o en proceso de ir ante paneles militares.
El presidente Barack Obama está acertado al querer cerrar la base, transferir a los más peligrosos y culpables a prisiones de máxima seguridad, y a los que no han sido procesados llevarlos ante el juez, tal como se ha hecho con Richard Reed, quien quiso detonar una bomba en su zapato durante un vuelo y está preso de por vida. El centro de detención en Guantánamo es innecesario, además de ser una mancha de ilegalidad para Estados Unidos ante el mundo.
El cierre de Guantánamo era una promesa de campaña de Obama en 2008. Si el presidente no progresó antes con la propuesta del cierre, que volvió a presentar ayer, fue por no haber un consenso político, y hoy la posibilidad es menor. Los republicanos que dominan el Congreso se opondrán al plan del Pentágono para cerrar el centro y la amenaza del terrorismo está más presente que antes.
La principal objeción alega que el traslado de los detenidos a tierra firme pone en peligro la seguridad de Estados Unidos. Los antecedentes muestran que nuestro país es capaz de juzgar, condenar y retener a los criminales terroristas más peligrosos. Sin embargo, tanto desde el Congreso como desde la campaña presidencial republicana, se explota un miedo excesivo exagerando una amenaza real y vulnerabilidades que no existen.
El cierre de Guantánamo es un acto de sentido común que requiere un valor que, lamentablemente, no abunda en el debate político de hoy.