Los 12 mexicanos más pobres: el otro lado de las listas de multimillonarios

Un grupo de periodistas, cineastas y fotógrafos decidió documentar la otra cara de la realidad de México, visitando a 12 ciudadanos que representan las condiciones de miseria en las que viven muchos ciudadanos del país

En México conviven multimillonarios con millones de pobres.

En México conviven multimillonarios con millones de pobres. Crédito: Héctor Osnaya | BBC

De los multimillonarios de México se conocen hasta los detalles más íntimos de sus vidas.

Pero de la vida de los pobres mexicanos, que son más de la mitad de la población del país, se sabe muy poco.

Es por eso que un grupo de periodistas, cineastas y fotógrafos decidió documentar la otra cara de la realidad de México.

Durante varios meses rastrearon a 12 personas que representan la pobreza del país.

El objetivo era hacer visible la desigualdad en el territorio mexicano, le dice le dice a BBC Mundo Salvador Fraustro, coordinador del proyecto llamado “Los 12 mexicanos más pobres. El lado B de la lista de millonarios”.

“Si conocemos las costumbres y la vida de los mexicanos más ricos, por qué no asomarnos a ver cómo vive la gente más pobre”, explica Fraustro.

La búsqueda de estas personas se hizo en base a los criterios que usa el gobierno para medir la pobreza.

Así, el grupo ubicó los municipios con los mayores índices de marginación y luego rastrearon a las personas más pobre de esos municipios.

El resultado fueron 12 perfiles que se reunieron en un libro y una serie de videos.

El trabajo fue realizado por los colectivos Cuadernos Doble Raya y Ojos de Perro Contra la Impunidad, con el apoyo de la organización Oxfam.

BBC Mundo presenta a continuación a las 12 personas “más pobres de México”.

“Me crié en la vil pobreza”

Juan Manuel Díaz Salazar es cortador de limón en el municipio de Huimanguillo, Tabasco, en el sureste del país. Desde pequeño careció de todo.

“Nunca tuve ropita buena” dice Juan Manuel Díaz. Foto: Dromómanos

“Mis padres no me compraron un juguete, no tuve ropita buena, ni zapatito bueno, no tuve nada, me crie en la vil pobreza”, cuenta.

“No teníamos para comprar un dulce y con toda la pena que me da a veces recogía una paletita del suelo para poderla comer”.

Ahora los hijos de Juan Manuel están enfermos casi todo el tiempo y la ropa que visten se la regalaron sus vecinos.

Los sombreros de Angelina

Cada día, Angelina Méndez Ramírez teje entre uno y tres sombreros de paja que vende a cinco pesos cada uno.

Angelina no recibe subsidios del gobierno porque no habla español. Foto: Joselo Rueda

Con el dinero, que equivale a menos de un dólar al día, la mujer compra las hojas de palma con que fabrica los sombreros y también sal y maíz.

Angelina vive en la comunidad de San Simón, municipio de Zahuatlán, Oaxaca, el segundo con mayor índice de pobreza extrema del país.

La mujer, que sólo habla mixteco, no recibe los subsidios que otorga el gobierno porque los encargados de incluirlos en el padrón no entendían su lengua.

Angelina y su familia comen tortillas dos veces al día, pero cuando no tienen dinero beben agua hervida. Con eso mitigan el hambre.

Los hijos de Claudia

Los ocho hijos de Claudia Katzín nacieron sin auxilio de un médico o una partera.

Claudia Katzín sobrevive tejiendo hamacas. Foto: Héctor Osnaya

En algunos partos ayudó su esposo, que se encargó de cortar el cordón umbilical cuando el bebé abandonó el vientre.

Claudia, que sólo habla la lengua maya, recibe un subsidio de 1.160 pesos cada dos meses, lo que significa sobrevivir con 19 pesos al día, unos US$1,2.

Es casi su único ingreso monetario. Su marido cultiva maíz y calabaza, la dieta cotidiana de la familia.

La deuda impagable

Cochoapa el Grande es el municipio más pobre de México. Allí vive Juan Pablo Anacleto, de 33 años de edad y quien fue deportado de Estados Unidos.

Juan Pablo Anacleto fue deportado de Estados Unidos. Foto: Prometeo Lucero

Sólo habla mixteco y en esa lengua cuenta cómo fue secuestrado en Mexicali, Baja California, después de su expulsión del país vecino.

Sus hermanos pagaron US$9.000 para rescatarlo, una deuda que Juan Pablo debe cubrir pero no sabe cómo.

En su comunidad casi la única alternativa de empleo es la agricultura, pero las cosechas de maíz son raquíticas.

Su familia, entonces, sólo puede comer tortillas, frijoles y a veces sopa instantánea.

“Yo no me he portado mal”

Cuando hay mal tiempo las cosechas se dañan en la comunidad de Amolo en Xochiatipan, Hidalgo.

La vida de Crisanto Hernández depende del clima. Foto: Juan Castro Gessner

Y eso significa que no habrá suficiente comida, porque la gente de este pueblo vive de lo que siembra.

Es el caso de Crisanto Hernández de la Cruz, campesino de 53 años de edad.

Su familia se alimenta de tortillas de maíz, frijoles y chiles que ellos cultivan. Vive en una choza construida con troncos de árbol y techo de lámina.

Crisanto gana 33 pesos al día, menos de US$2, que de nada sirven cuando el mal clima perjudica a sus cosechas.

“A veces me da coraje, yo no me he portado mal, por qué el viento me trató así”, se pregunta.

“No pienso dejar de estudiar”

Cada vez que visitan a sus padres, Marisol Rivera Huitrón y su hermana caminan más de seis horas.

Marisol no piensa dejar la escuela… por ahora. Foto: Hans-Maximo Musielik

No viven con ellos. El papá decidió que debían estudiar pero como en el caserío El Platanar donde nacieron no hay ninguna escuela, las envió a la cabecera municipal de Nocupétaro, Michoacán.

Marisol tiene 16 años y su sueño es convertirse en masajista y ayudar a las personas que se lastiman.

Para comprar el uniforme de su escuela sus padres, campesinos que cultivan maíz dos veces al año, tuvieron que vender dos chivos.

Todo para que siga en la escuela. “No he pensado dejar de estudiar”, dice la adolescente. “Quien sabe ya más adelante”.

Médico ausente

Dos de los hijos de Rosendo Mayagua Flores están enfermos desde que nacieron, pero nunca le dijeron cuál era su padecimiento.

En 15 años ningún médico ha visitado a los hijos enfermos de Rosendo Mayagua.

Hace 15 años que un médico no visita su choza en la comunidad de Axoxohuilco, municipio de Mixtla de Altamirano, Veracruz.

El campesino de 40 años de edad vive de sus cultivos de maíz y sólo puede viajar al centro del municipio cuando tiene dinero.

El pasaje le cuesta 60 pesos, unos US$3,4. Lo que más quiere es “tener un carro” para moverse y llevar a sus hijos enfermos a misa.

El boxeador

Cuando vivía en México Ramiro Rivas Cova era boxeador. Hoy comparte una tienda de campaña en una calle de Los Ángeles, California.

Ramiro Rivas se sorprende de vivir en las calles de Los Angeles. Foto: Diego Sedano

Hace un año que vive en la calle porque a sus 62 años de edad no encuentra trabajo, ni siquiera en los empleos mal pagados que se ofrecen a los indocumentados en Estados Unidos.

Es una más de los 12.000 personas sin hogar que hay en esa ciudad estadunidense.

A veces Ramiro no cree estar en Estados Unidos. “Miro los árboles los edificios y digo, oh, será que estoy en Los Ángeles”.

Por ahora su mayor deseo es “volver al box, seguir tirando golpes”.

Coyotes

Si llueve hay cosechas en la comunidad El Sacrificio, municipio de Calakmul, Campeche.

Sin embargo, hace dos años que no cae agua, dice Isidra Pérez Martínez, y los cultivos resultaron afectados.

Los intermediarios afectan a Isidra Pérez. Foto: Joselo Rueda

Pero ese es una parte del problema. La otra son los intermediarios -conocidos como “coyotes”- que compran los productos, especialmente fresas, a cinco pesos por kilo, la tercera parte de un dólar.

En los mercados la mercancía se ofrece a 30 pesos el kilo.

El dinero no alcanza. “No es fácil, es con puro esfuerzo que tenemos que hacerlo”, insiste.

Los ingresos de la familia alcanzan para que cada uno sobreviva con 4 pesos al día, la cuarta parte de un dólar

La tristeza de ser pobre

Agustina Joaquín Toribio vive en un terreno llamado Paraje Tempiluli, en la delegación (municipio) de Tláhuac en Ciudad de México.

Agistina Joaquín, la más pobre de Ciudad de México. Foto: Luis Alberto Castillo

Durante varias décadas trabajó como empleada doméstica, pero ahora ya no puede.

Se dedica a cuidar a sus hijos y nietos con quienes comparte una choza en el predio irregular, al sur de la capital mexicana.

Aunque existen programas gubernamentales para ayudar a personas en su condición, ella no tiene acceso.

La razón es que no tiene forma de demostrar donde vive.

Agustina y su familia comen poco, lo que alcanza con el dinero que consiguen.

“Es triste ser pobre”, dice.

Un peso al día

Antonio López Velasco tiene 78 años de edad. Es campesino, cultiva maíz después de que una plaga devastó sus cafetales en 2014.

Antonio López tiene 29 hijos. Foto: Jacob García

Lo mismo ocurrió con sus vecinos de San Juan Cancúc, Chiapas, uno de los municipios más pobres del país.

Desde entonces Antonio vive del subsidio de programas oficiales, que le representan un ingreso de 1.600 pesos cada dos meses, unos US$91.

Con ese dinero viven López Velasco y sus 29 hijos. En promedio cada uno tiene un peso al día para cubrir sus necesidades.

Para “engañar” al hambre, Antonio y su familia beben pozol, una bebida de maíz fermentado.

Sin futuro

Esperanza Bolaños Méndez cuida su casa construida con trozos de madera, donde cocina en un horno de leña.

Hace 11 años que no ve a dos de sus hijos que emigraron a Estados Unidos.

Esperanza Bolaños entiende la migración de sus hijos. Foto: Juan Carlos Gessner

La mujer y su hijo menor se quedaron en San Miguel Eloxochitlán, el municipio más pobre de Puebla.

Se enfermó por la ausencia de los jóvenes, pero después entendió que “es por bien de ellos”.

Cuando vivían en el pueblo sólo comían “frijolitos hervidos” y tortillas.

Era difícil comprarles sus cuadernos para la escuela y por eso se fueron.

Esperanza tardó varios años en aceptarlo. “Aquí no se va hacer nada”, dice.

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