Aficionados de Chivas y otros clubes de la Liga MX cedieron ante el pesar de los tiempos violentos

El futbol sirvió como sedante en Carson al dolor que envuelve a Estados Unidos por eventos trágicos suscitados en los últimos días

Los aficionados llegaron el domingo al StubHub Center de Carson, en Los Ángeles, para ver Chivas-Veracruz y Tigres-Pachuca. Esta pareja viajó desde San José, California.

Los aficionados llegaron el domingo al StubHub Center de Carson, en Los Ángeles, para ver Chivas-Veracruz y Tigres-Pachuca. Esta pareja viajó desde San José, California. Crédito: Abraham Nudelstejer

Las banderas de México y Estados Unidos desplegadas en el StubHub Center se encontraban ondeando a media asta porque así lo demandaba la situación.

En un país donde policías matan sin justificación alguna a ciudadanos de a pie, y en donde vengadores anónimos salen a la calle a asesinar a representantes de la ley, es imposible subir los lábaros patrios a lo más alto del mástil.

El sentimiento de dolor y frustración por los eventos que han sacudido a la nación en los últimos días recibió el domingo una inyección de anestesia que sirvió, aunque sea por unas horas, para soñar que el futbol lo cura todo.

La oleada de aficionados de Chivas, Veracruz, Tigres y Pachuca que invadió el estadio de Carson se encargó de que la jornada fuera alegre, colorida y espectacular.

Los seguidores de los cuatro equipos de la Liga MX que diputaron el torneo Campeón de Campeones resultó ser un excelente pretexto para armar una verdadera fiesta multicolor.

La voz de los locutores de varias estaciones de radio realizando concursos con la gente, la música que sonaba en cada rincón del estadio, las porras en favor de uno u otro conjunto, conformaron un mosaico representativo de la pasión con la que los mexicanos viven el futbol.

El grupo más grande, y por mucho, fue el de Chivas, un equipo que se ha transformado en una especie de religión para aquellos que aman sus colores y su esencia de mexicanidad.

Las gradas del estadio se pintaron de rojo y blanco y el grito de “¡Chi-vas…Chi-vas…Chi-vas!” ahogó cualquier intento de patrocinio popular hacia otro club.

Antes del primer partido del día, entre el Rebaño y Veracruz, el ambiente era de una auténtica verbena, de una celebración especial, de una fiesta sin límites que debió ser interrumpida por el silbatazo inicial.

Fue entonces que la sensación de duelo, dolor y desesperación volvió a envolver la atmósfera.

El pedimento de guardar un minuto de silencio por los cinco policías asesinados el jueves en Dallas apagó la celebración e hizo que todo mundo regresará a la realidad de un país que ya está cansado de desplegar banderas a media asta.

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