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Migra

Hay tres millones de niños que tienen al menos un progenitor indocumentado Crédito: Getty

La “Migra”, en su “fría” reencarnación como ICE (pronunciado ‘áis’), ha modificado en algunos estados su comportamiento hacia los indocumentados: cualquiera que carezca de documentación en regla pasa a un saco común en que delincuentes, traficantes, y emigrantes de toda condición quedan señalados con un estigma común. Lo que no deja de extrañar es que se hayan acumulado millones de personas a espaldas de la ley sin la intervención o el consentimiento de instituciones y ciudadanos.

Dato aplastante: hay tres millones de niños que tienen al menos un progenitor indocumentado.

Ofende contemplar la persecución del indocumentado como si se tratara de un delincuente común cuando, en paralelo, los canales de televisión nacionales tienen invitados que abiertamente aconsejan a estos indocumentados qué hacer con sus documentos falsos. O, asimismo, vemos que se anuncian servicios de televisión satelital en que “por lo bajito” susurran que no se necesita mostrar documentos. Si se hiciera lo mismo con narcotraficantes te cerrarían el canal inmediatamente. Luego no es lo mismo.

Nadie discute que se puedan hacer cambios en las políticas migratorias, pero hay algo nuevo a considerar: ha nacido una nueva población que, en puridad, “no es emigrante” porque crecieron aquí. No vinieron a buscar ningún sueño, porque “les trajeron”.

Hay que ser responsables y hacerse cargo de las consecuencias. Muchos negocios, y aún industrias completas como la agropecuaria y la textil, han podido prosperar gracias a estos trabajadores. La rentabilidad de la emigración indocumentada ha contribuido a la situación. Pues quién lo duda. No se debe hablar de temporeros, sería hipócrita Ahora algunos, de repente, descubren que sus trabajadores no cumplían con la legalidad vigente. Nos lo decía el primer candidato de Trump al puesto de Secretario de Trabajo. Se llama: “hacer la vista gorda”.

Los emigrantes no están almacenados en contenedores esperando a ser llamados. Son seres humanos que necesitan educación, hospitales, colegios para sus hijos, y que no se les haga sentir como perversos invasores. Si están es porque se les necesitaba y necesita.

No es casualidad que las zonas del país que más han apoyado las políticas antiinmigrante sean zonas depauperadas en las que los indocumentados escasean. Y eso es lo que debería interpretarse con inteligencia. Los emigrantes no cambian la economía, se adaptan a ella. Son trashumantes por naturaleza.

Y hay que oír voces desafinadas que dicen que los salarios los bajan los emigrantes. Menos se oye que los jubilados tendrían dificultades a la larga sin las aportaciones de “toda” la población activa. Y los emigrantes cotizan y contribuyen a “todos” los gastos y presupuestos del país. No se puede vivir de espaldas a la realidad.

Luis Silva-Villar es profesor titular de lengua y lingüística en la U. de Colorado CMU. lenguaporoficio@gmail.com

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