Editorial: Alianza con el autoritarismo

Es difícil saber de qué hablaron Trump y Putin por más de dos horas. Los detalles que salen son inquietantes

En Rusia hay cierta admiración hacia el presidente Trump.

En Rusia hay cierta admiración hacia el presidente Trump. Crédito: Getty Images

El presidente Donald Trump cumplió con su promesa electoral de acercarse a Rusia durante su gira europea. Ese es el problema. El precio fue demasiado alto.

Lo ideal era que la visita del jefe de Estado promoviera los ideales democráticos, advirtiera  con firmeza a quienes amenazan esos valores y  promover los intereses estadounidenses. El acercamiento sacrificó esa agenda.

Trump se alineó en Polonia al gobernante y nacionalista Partido de Ley y Justicia. Allí el presidente habló de cultura, fe y tradición. La palabra predominante fue civilización, mientras que la inmigración y los musulmanes eran su amenaza.

En la reunión económica del Grupo de los 20, Trump alardeó de un próximo acuerdo  “poderoso” con el Reino Unido.

Al mismo tiempo quedó más lejos de Asia ante el nuevo tratado de comercio libre entre la Unión Europea y Japón que representan un tercio de la economía global. Esto dificultará para los productores estadounidenses competir con los europeos en el mercado nipón.

La reunión entre Trump y el presidente ruso Vladimir Putin fue la gran atracción. Ante la prensa fue un encuentro de admiración mutua. Un contraste con la humillación que le hizo el estadounidense a su colega mexicano, Enrique Peña Nieto, al decirle a los periodistas que México pagará el muro fronterizo.

Es difícil saber de qué hablaron Trump y Putin por más de dos horas. Los detalles que salen son inquietantes.

Trump presionó a Putin sobre el hackeo electoral ruso con la energía de quien está convencido que no Rusia no lo hizo y con la inocencia como para hacer un acuerdo de ciberseguridad con el hackeador.

Se anunció un alto al fuego por una semana en el suroeste de Siria que refuerza la posición del líder sirio  Bashar al-Assad respaldado militarmente por Rusia.

Putin se lleva el prestigio de elevar la posición de Rusia ante el mundo, reconocido como una pieza vital en el futuro sirio. Ya puede decir que tiene el respeto, y está a la misma altura, del ganador de la Guerra Fría y a un Occidente que no es una amenaza por estar dividido. Más no puede pedir.

Estados Unidos está más aislado que nunca. Creció la brecha entre los aliado europeos. Nuestro país ya no es la “nación imprescindible” como era conocido hasta hace muy poco.

Esta es una victoria de los nacionalistas de la Casa Blanca en su guerra con las democracias que acusan de globalismo. Trump se dio el gusto de reunirse con Putin, el único líder mundial que admira.

Si Rusia se hubiera acercado a Estados Unidos, se habría hablado de sociedades libres. Pero fue Trump el que traicionó los valores democráticos para acercarnos al autoritarismo.

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