Editorial: Hay que respetar la voluntad del pueblo de Honduras
El proceso electoral del país centroamericano deja muchas dudas
Los problemas en la elección presidencial en Honduras no garantizan un una estabilidad política, en la medida de que no se han vistas como un reflejo de la voluntad popular.
Los hechos y las expectativas que rodean el comicio entre los dos candidatos principales, el presidente Juan Orlando Hernández y el opositor Salvador Nasralla, ensombrecen la elección, crean un proceso con demasiadas dudas.
Desde el primer momento fue cuestionable que JOH, como se lo conoce en Honduras al presidente, haya obtenido la venia judicial para lanzarse a la reelección cuando está vedada por la Constitución. Basta recordar que la ambición de un segundo período presidencial desencadenó el golpe de estado contra el expresidente Manuel Zelaya.
En el de caso de JOH, no se hizo el cambio por consulta popular ni modificando la Constitución. Primero se destituyó a cuatro de los cinco jueces de la Corte Suprema de Justicia, luego el panel aprobó borrar de la Constitución un párrafo prohibiendo específicamente la reelección presidencial y castigando a quienes la respalden.
La poca confianza sobre la integridad del Tribunal Supremo Electoral (TSE) tampoco ayudó mucho desde el primer momento. Los hechos fueron mostrando que los temores tenían una base sólida.
Los resultados iniciales mostraron una elección muy cerrada entre Hernández y Nasralla con una ventaja a favor del opositor. El lunes se registró la primera falta de actualización del resultado, según el TSE, por falta de actas físicas, lo que mantuvo a Nasralla al frente hasta el martes al mediodía.
El arribo de las actas del interior supuestamente comenzaron a reducir la diferencia, cuando surgieron los problemas técnicos que paralizaron el conteo por horas en el momento en que el oficialista estaban prácticamente empatados. A partir de entonces la diferencia a favor lentamente la ventaja a favor del presidente se fue acrecentando.
Las denuncias de fraude retumban en la calle, los candidatos se declaran vencedores, los observadores internacionales no dicen mucho, mientras reina la incertidumbre. Un aparente inconveniente técnico se convirtió en un serio problema político.
Nos preocupa el impacto de la elección por lo que significa la desestabilización para un país acosado por la pobreza y la violencia. A este panorama se le suma la inquietud en la comunidad hondureña en Estados Unidos de que pueda se pueda perder la protección contra la deportación que decenas de miles de personas.
La eliminación del TPS no hará más que complicar el panorama para la nación centroamericana.
Es fundamental que se respete la voluntad popular de los hondureños. La elección debe dejar un resultado claro, eso es necesario por el bien del ganador y el interés de todos.