Trump y su momento de reescribir la historia
Su discurso de hoy venderá al país entero el cambio migratorio más drástico de la historia de EEUU
Desde que el primer presidente, George Washington, diera su primer discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso, en 1790, los cambios han marcado la historia de esta tradición que hoy lleva al estrado a Donald Trump.
La forma de ejercer este deber presidencial, los medios empleados para su difusión, la extensión, su nombre o las réplicas por parte de la oposición son algunos de los aspectos que han ido variando a lo largo de estos 228 años, hasta la última de estas citas en 2016 con Barack Obama como inquilino de la Casa Blanca.
Empleada como una herramienta de comunicación y como método de distinción de los predecesores, el discurso sobre el Estado de la Unión no fue siempre ejercido de forma oral ante los legisladores.
En 1801, el tercer presidente, Thomas Jefferson, consideró que la mejor forma de ejecutar este deber de dar explicaciones al poder legislativo “de vez en cuando” -así lo recoge la Constitución- era mediante un escrito, rompiendo el molde de George Washington y John Adams.
La ruptura impuesta por el histórico mandatario no fue cuestionada hasta 1913, cuando el presidente Woodrow Wilson pensó que retomar la vía oral más de un siglo después era una manera sencilla de distinguirse de sus predecesores y de volver a conectar con la población.
En total, la visión sobre el Estado de la Unión, en la que el presidente suele destacar sus logros y delinear sus políticas estrella, se ha pronunciado a viva voz y de forma presencial un total de 94 veces entre George Washington y Barack Obama.
Precisamente, los avances tecnológicos en materia de comunicación de masas marcaron los cambios sobre la concepción del discurso y a qué público debía de dirigirse el presidente.
Calvin Coolidge fue en 1923 el primero en llevar a la radio la emisión de esta comparecencia, lo que se consideró como un paso clave en el acercamiento de las instituciones al pueblo.
El salto a la televisión en pleno auge de ventas de este medio de masas no se dio hasta 1947, año en el que el discurso fue entonado por el entonces mandatario Harry Truman.
Tras 18 años, el crecimiento de las ventas de estos aparatos y la multiplicación del número de hogares que albergaban esta ventana a la información hizo pensar a los políticos cómo podían exprimir aún más sus beneficios.
Así, en 1965, Lyndon Johnson cambió la franja horaria, del tradicional mediodía al horario de máxima audiencia durante la noche, cuando más espectadores potenciales había frente al televisor.
Internet aún tendría que esperar casi cuatro décadas para que el discurso llegara a sus redes y fue en 2002 con George W. Bush como protagonista, el mismo que dos años más tarde sería pionero en hacerlo en alta definición televisiva.
Hoy día, la oposición responde al presidente y le hace todas las consideraciones que crean oportunas, pero no siempre fue así.
En 1966 se registró la primera réplica organizada y televisada de la oposición, una práctica que no fue constante y completamente establecida en la tradición hasta 1982.
Otra de las modificaciones curiosas es la propia denominación de la alocución, que fue concebida como “mensaje anual” entre 1790 y 1946, aunque ya comenzó a calificarse informalmente como “discurso sobre el Estado de la Unión” desde 1942, una denominación que se oficializó en 1947, según recuerda el archivo de la Cámara de Representantes en su web.
La duración de los discursos orales también ha variado a lo largo de las décadas, ya que si Washington (1790) apenas empleó diez minutos y poco más de mil palabras para rendir cuentas al Congreso, Bill Clinton rompió los récords tanto en número de vocablos (9,190, en 1995) como en tiempo (89 minutos, en 2000).
Fue el presidente Franklin Roosevelt quien más veces se dirigió al poder legislativo para expresar cuál era el estado de la nación, con un total de 10 apariciones en persona y dos mediante escritos.
William Henry Harrison y James Garfield fueron los dos únicos presidentes que no dieron nunca uno de estos discursos y se debió a que ambos fallecieron al mando de la Casa Blanca antes de poder hacerlo.
Una de las curiosidades que envuelve a este acontecimiento tan marcado en la agenda política de Washington es la figura del “superviviente elegido”.
Se trata de una herencia de la Guerra Fría que hace referencia a un miembro del gabinete presidencial que debe permanecer en un lugar seguro durante la celebración del discurso para liderar el Ejecutivo en caso de catástrofe.
Ahora, en 2018, la hora le ha llegado al magnate Donald Trump, que hará uso de esta arma presidencial para venderle al país entero el cambio migratorio más drástico y mezquino que se haya hecho en la historia reciente de EEUU.
Este es el inicio del fin para la reunificación familiar de inmigrantes la cual ha sido la base de la fuerza de la nación estadounidense. Trump justificará el fin de la inmigración en cadena o de índole familiar.