López Obrador en su tercer intento por llegar a la Presidencia de México
Andrés Manuel López Obrador es el favorito para convertirse en presidente de México
Una madrugada llegó al Zócalo, la plaza central de Ciudad de México, una camioneta de la que algunos hombres empezaron bajar decenas de cajas de cartón.
En el lugar acampaban cientos de personas que denunciaban un supuesto fraude electoral contra Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO y entonces candidato al gobierno de Tabasco.
Era el 9 de junio de 1995. Cuando terminó la maniobra el conductor del vehículo dijo a los intrigados manifestantes: “Ahí les dejo eso”. Y se marchó.
La intriga se convirtió en asombro cuando abrieron los paquetes.
En las cajas había miles de facturas, pólizas de cheques y recibos que documentaron gastos ilegales en la contienda electoral de Tabasco donde López Obrador reclamaba la victoria.
Los documentos demostraban que su adversario, el oficialista Roberto Madrazo, había excedido en 200% el gasto autorizado para su campaña.
El equipo de López Obrador denunció la irregularidad, pero los tribunales electorales mantuvieron la cuestionada victoria de su contrincante.
Pero al político de izquierda el caso sirvió para proyectar su imagen a nivel nacional.
A partir de ese momento las denuncias por presunto fraude en su contra se multiplicaron. Algunos creen que fue en esos años que nació su figura como el opositor más férreo al sistema.
Ascenso
La anécdota marca la vida política de AMLO, a quien muchos también llaman “El Peje”, como referencia al pejelagarto, un animal que es una combinación entre pez y lagarto, originario de Tabasco, su estado natal.
Hasta ese momento López Obrador era un líder político local, famoso por encabezar bloqueos a pozos de Petróleos Mexicanos (Pemex).
Pero tras la revelación de las cajas su figura creció y ahora, 23 años después es el favorito para convertirse, con su tercer intento, en el nuevo presidente de México.
Un largo y polémico camino que le ha llevado a recorrer varias veces el país entero y que puede culminar, por primera vez en la historia, con la izquierda en el poder.
“Democracia indígena”
López Obrador fue jefe de gobierno (alcalde) de Ciudad de México (2000-2006), y candidato en tres contiendas presidenciales.
En las dos primeras contendió por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), del que fue presidente entre 1996 y 1999.
Ahora es postulado por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que fundó hace cuatro años y que en poco tiempo se convirtió en la segunda fuerza política del país.
Según algunas encuestas la coalición Juntos Haremos Historia, formada por Morena y los partidos del Trabajo y Encuentro social, tiene 90% de probabilidades de ganar la presidencia.
El secreto de ese meteórico ascenso es AMLO, el polémico dirigente que nació en 1953 en Villa Tepetitán, municipio de Macuspana Tabasco.
Sus padres eran comerciantes que trasladaron a la familia –además de Andrés a cuatro hermanos más- a Villahermosa, la capital del estado. Allí instalaron una tienda de ropa y una zapatería.
AMLO estudió Ciencia Política y Administración Pública en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Algunos maestros y compañeros le recuerdan como un estudiante tranquilo, que no solía participar mucho en las clases.
Concluyó la carrera en 1976 pero no obtuvo su título sino hasta 1987. En las tres contiendas presidenciales en que ha participado este es uno de los temas que suelen recordar sus adversarios.
López Obrador empezó su vida política como militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), del que fue presidente estatal en los años 80.
También fue delegado del Instituto Nacional Indigenista (INI), como entonces se llamaba el organismo público responsable de atender a las comunidades originarias de México.
Entre 1977 y 1982 López Obrador prácticamente vivió en las comunidades chontales, un pueblo de origen maya que radica en Tabasco.
Etapa fundamental
En esta región, una de las más marginadas del país, el joven de 24 años promovió la construcción de “camellones” (una especie de islotes), para cultivar maíz.
También entregó créditos sin aval para construir casas de cemento y sustituir a las chozas donde residía la mayoría.
En la zona chontalpa muchos recuerdan a López Obrador, sobre todo los ancianos que le mantienen cariño.
Para el ahora candidato ésa fue una etapa fundamental en su vida. En el documental “Este soy”, López Obrador recuerda una lección de esos años.
“¿Sabes que aprendí?”, cuenta. “Lo que es la democracia indígena, el consenso, donde uno representa a todos en la asamblea y expresa lo que está sintiendo toda la gente”.
Es algo que acompaña toda su carrera y que en momentos de crisis política se ha usado para criticarlo: tomar las decisiones de su movimiento en asambleas públicas.
Por ejemplo en 2006, cuando encabezó un campamento de varios meses en el Zócalo y Paseo de la Reforma, una de las principales avenidas de la capital mexicana.
Casi a diario se realizaban estos encuentros donde las votaciones eran a mano alzada. Prácticamente nadie disentía.
Feligresía
Ese respaldo casi unánime se mantiene desde entonces y en ésta, la tercera contienda presidencial en que participa AMLO, se nota especialmente en redes sociales de internet.
Es uno de los rasgos que más se critican del candidato. Algunos como la analista Isabel Turrent dice que López Obrador, más que seguidores, tiene “feligreses”.
“La ideología política que defienden votantes como los partidarios de López Obrador no expresa lo que saben, sino lo que son”, escribió en un artículo publicado en el diario Reforma.
“Y como el apego es tribal, es mucho más evidente en las redes sociales frente a seguidores y seguidos, donde cualquier concesión al otro convierte al flexible en un hereje, si le va bien, o en un traidor. Los seguidores se convierten por fuerza en feligreses fervorosos”.
Tal apoyo incondicional es uno de los argumentos más frecuentes para comparar al candidato con personajes controvertidos, como el expresidente de Venezuela Hugo Chávez.
Pero no es todo. Los historiadores Saray Curiel y Alfonso Argote afirman que para muchos la imagen de AMLO se construyó sobre un proyecto ideal.
“Se ha convertido en todo un mito y de ahí se desprende su éxito como referente obligado para la política nacional”, refieren.
Curiel y Argote analizaron la trayectoria política de López Obrador desde 1995 en el libro “Andrés Manuel: la invención de un político”.
Una de sus conclusiones es que el candidato cultiva entre sus seguidores la idea de que en México se necesita de un salvador que lo rescate.
La idea, pues, de una figura similar a Chávez o más recientemente a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, un tema que surgió en 2006, cuando la estrategia de sus adversarios fue llamarlo “un peligro para México”.
En 2012 contendió de nuevo en la elección presidencial pero fue derrotado por el actual mandatario, Enrique Peña Nieto. Este 2018 es su tercer intento por ganar el gobierno de México.
Ahora el escenario es distinto. Prácticamente todas las encuestas lo ubican como favorito para ganar la contienda, que se define este 1 de julio.
Las críticas –que el candidato llama “guerra sucia”- se mantienen, pero a diferencia de procesos anteriores no parecen desgastar su popularidad.
Conservador
¿De dónde viene el respaldo incondicional de los seguidores de López Obrador?
Analistas como Roy Campos, de la encuestadora Consulta Mitofsky, creen que es por oponerse durante décadas a gobiernos ineficaces y a la corrupción.
Pero hay otros elementos, como su perfil de luchador social. En Tabasco, durante los años 90, AMLO encabezó decenas de protestas de indígenas chontales por el daño ecológico de pozos petroleros a sus comunidades.
Incluso su movimiento realizó varias caminatas desde el sureste del país hasta la capital, una distancia de 800 kilómetros. En cada una participaron miles de personas.
Cuando fue alcalde en Ciudad de México estableció pensión universal a los ancianos de la capital, y también un sistema para entregar material escolar gratuito a los estudiantes de educación básica.
El subsidio también se entregó a madres solteras, además que se estableció atención y medicamentos gratuitos para la población vulnerable.
Estos programas fueron criticados en su momento, pero después se aplicaron en varios estados del país.
De hecho, en el discurso de López Obrador la población marginada siempre ha sido importante. En su primera campaña presidencial, por ejemplo, su lema fue “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Algo que también ha funcionado es la austeridad. Cuando fue alcalde los sueldos de los altos funcionarios de su gobierno se congelaron, y se redujo además los gastos en papelería o la compra de autos lujosos, como ocurre en muchas dependencias del país.
AMLO vive desde hace décadas en un departamento de clase media en el sur de la capital. En su época de gobernante viajaba en un modesto automóvil compacto.
Desde 2000 López Obrador insiste que su vida se rige por la austeridad republicana que practicó en el siglo XIX el entonces presidente Benito Juárez, el mandatario más querido de México.
Un modelo que aplica en otros temas, como su posición religiosa. Aunque se declara laico ha logrado establecer buenas relaciones con las iglesias Católica y evangélicas.
Quienes le conocen dicen que en el fondo AMLO es conservador, algo que fue evidente en su época de alcalde cuando hizo pocos esfuerzos por apoyar la legalización del aborto en la ciudad, una agenda que impulsaba la izquierda.
Gestos como ése le sirvieron para conseguir el respaldo del Partido Encuentro Social, fundado por pastores y personas cercanas a iglesias evangélicas.
Tal forma de vida parece dar resultados. En las tres contiendas presidenciales en que ha participado, sus adversarios cuestionan a los colaboradores o personajes aliados.
Pero prácticamente nada sobre posibles excesos o negocios irregulares hechos personalmente por AMLO.
Algo que el candidato resume en una frase: “Yo soy Peje, no lagarto”.
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