Mitos y verdades sobre las vacunas para los niños
Aquí te decimos cómo mantenerlos a salvo de las enfermedades infecciosas
Las vacunas que ayudan a proteger a los niños de enfermedades infecciosas como el sarampión y las paperas han salvado cientos de miles de vidas en los Estados Unidos y han evitado millones de hospitalizaciones a lo largo de los años, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Y las constantes investigaciones siguen demostrando que las vacunas son seguras. Por ejemplo, un estudio publicado en marzo en la revista médica JAMA aportó pruebas de que las vacunas múltiples durante la infancia no están relacionadas con el daño del sistema inmune o el aumento de la vulnerabilidad a otras enfermedades.
Sin embargo, en estos días hay tanta información confusa en línea sobre las vacunas para los niños que puede ser difícil saber qué es verdad. ¿Es posible que las vacunas enfermen a los niños? ¿Debe espaciarse la administración de las vacunas tanto como sea posible para que sus sistemas inmunes no se vean abrumados?
Aquí te presentamos algunos mitos comunes sobre las vacunas para los niños, y lo que necesitas saber ahora.
Mito número 1: La vacuna triple viral (MMR) causa autismo
Un estudio publicado en la revista The Lancet en 1998 pretendía relacionar el autismo con la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubeola (MMR), que reciben los niños por lo general a los 12 meses y 4 años de edad, y esto ha generado noticias escandalosas al respecto y miedo.
Pero ese estudio ha sido amplia y sólidamente desacreditado (y retractado). Una abrumadora mayoría de los expertos coinciden en que las vacunas para niños no son un factor en el autismo. (De hecho, a Andrew Wakefield, el autor principal del estudio, finalmente se le prohibió practicar medicina en el Reino Unido, en parte porque falsificó los hallazgos del estudio).
Desde que se publicó ese desacertado estudio, otros estudios no han encontrado vínculo alguno entre el autismo y las vacunas, según Wendy Sue Swanson, M.D., pediatra de Seattle Children’s Hospital y vocera de la Academia Estadounidense de Pediatría. Obtén un resumen de todos los estudios médicos sobre vacunas para niños y autismo aquí, y más sobre el tema de los CDC aquí).
Swanson dice que entiende por qué las personas podrían pensar que hay una relación entre los dos. La vacuna MMR se administra en la misma etapa en la vida de los niños en la que es posible que comiencen a mostrar signos de trastorno del espectro autista, como no responder cuando se les llama por su nombre, parecer demasiado sensibles al ruido y más.
Mito número 2: Es más seguro espaciar las vacunas para los niños
Los CDC recomiendan cada año un programa de vacunación para niños. (También cuenta con uno para adultos). Este programa indica a los proveedores de atención médica y a los padres cuándo deben recibir los niños las vacunas para una variedad de enfermedades infecciosas, como la hepatitis B, el rotavirus, el virus del papiloma humano y el tétanos.
Sin embargo, a algunas personas les preocupa que los niños reciban tantas vacunas en un período corto en los primeros años de vida. A los niños se les puede administrar hasta 29 vacunas antes de llegar a los 6 años, sin contar la vacuna anual contra la influenza, y que esto pueda abrumar al sistema inmunológico de los niños.
Así que, algunos padres solicitan a los médicos que retrasen las vacunas o espacien su aplicación. En una encuesta de 2012 a pediatras realizada por investigadores en Colorado, casi el 93% dijeron que en un mes típico al menos uno de los padres de un niño pequeño les pidieron que prolongaran los períodos para la administración de las vacunas.
Eso es algo que no aconsejamos, dice Wilbert van Panhuis, PhD., profesor asistente de epidemiología en la Universidad de Pittsburgh. Los CDC, comenta, fundamentan el programa en los riesgos de las enfermedades y la eficacia de la vacuna en edades específicas, y la forma en que las vacunas pueden interactuar entre sí.
“Comenzar a hacer cambios en el programa es muy complicado y en realidad puede ser peligroso”, dice en parte, porque postergar las vacunas puede dejar a los niños vulnerables a las enfermedades infecciosas.
Por ejemplo, la vacuna MMR se ha programado para que los niños la reciban cuando ya no tienen la inmunidad residual de sus madres.
El sarampión, una de las enfermedades que cubre la MMR, es altamente contagioso. Si un niño no está vacunado y entra en contacto con una persona que tiene sarampión, o incluso entra a una habitación y la persona recién salió de ella, también tiene una probabilidad de 9 en 10 de contraerla.
Un niño a quien le han aplicado ambas dosis recomendadas de la vacuna MMR tiene solo un 3% de probabilidad de tener sarampión, de acuerdo con los CDC.
Si bien, pudiera parecer que son muchas las vacunas para los niños pequeños, cada una contiene solo pequeñas cantidades de bacterias o virus muertos o inactivos. Estas ayudan a crear anticuerpos, que estimulan el sistema inmune para luchar contra los virus y bacterias que causan las enfermedades.
Así que, si te es posible, cumple al pie de la letra el programa de los CDC. Pero, si tu hijo pierde una dosis, no te preocupes: Los CDC te ayudan a ponerte al día con algunas recomendaciones. Consulta a tu médico.
Mito número 3: Las vacunas pueden enfermarte
¿Alguna vez a tu hijo le administraron una inyección y luego tuvo una infección respiratoria? Esta queja es más común con la vacuna contra la influenza. Es común para los médicos escuchar: “recibí la vacuna contra la influenza y me enfermé”, dice Pedro Piedra, M.D., profesor de virología molecular y microbiología y de pediatría en la Escuela de medicina de Baylor.
Quizá solo se trate de una coincidencia, nos dice. La mayoría de las vacunas contra la influenza se administran en otoño y a principios del invierno. “Este es el momento cuando se tiene la tasa más alta de virus respiratorios circulando y causando daños”, señala Piedra.
La vacuna contra la influenza no puede causar la influenza (u otra infección) pero puede provocar algunos síntomas leves y temporales parecidos a la influenza. Lo que es en realidad una buena seña, según Swanson: Significa que la vacuna efectivamente aumenta la inmunidad.
Ninguna de las otras vacunas aprobadas por la Administración de Medicamentos y Alimentos (Food and Drug Administration, FDA) puede causar las enfermedades que deben prevenir. Pero al igual que la vacuna contra la influenza, es posible que causen efectos secundarios temporales, como fiebre leve o hinchazón en el sitio de la inyección. (Puedes consultar un resumen de estos efectos secundarios aquí).
Si tu hijo experimenta un efecto secundario o una reacción adversa a una vacuna, no tienes que evitar la siguiente toma de esa vacuna en el programa. Un estudio de 2017 identificó que la probabilidad de que un efecto secundario menor sea recurrente era de menos del 50%, y que la probabilidad de que volviera a ocurrir una reacción grave fue de menos del 1%.
Mito número 4: Las vacunas contienen químicos dañinos
Algunas vacunas para niños contienen sustancias que podrían sonar preocupantes, especialmente el formaldehído o restos de mercurio. Por ejemplo, determinadas formulaciones de vacunas para hepatitis, influenza, enfermedad meningocócica y polio, entre otras, incluyen formaldehído.
Sin embargo, según la FDA, la cantidad de formaldehído en una vacuna es menor que la cantidad que nuestros cuerpos producen de forma natural.
Cuando se trata de mercurio, el etilmercurio, el tipo que se utiliza en algunas vacunas contra la influenza, es muy distinto del metilmercurio, que es altamente tóxico y se encuentra en algunos mariscos, señala Piedra.
El etilmercurio deja tu cuerpo en pocos días y no representa peligro alguno para los niños, comenta. (Pero en respuesta a las preocupaciones de los consumidores, los fabricantes están eliminando el uso de mercurio en la mayoría de las vacunas de una forma gradual).
A menos que seas alérgico a uno o más ingredientes de las vacunas o no puedas recibirlas por otros motivos de salud (habla con tu médico sobre los posibles problemas), las sustancias que se utilizan en su fabricación no pueden hacerte daño.
Mito número 5: Todos los demás han vacunado a sus hijos, así que el mío no lo necesita
En teoría, si todos en tu comunidad tienen sus vacunas al día, esto ayudará a proteger a tu familia. Esta es la razón: Para cada enfermedad infecciosa, un cierto porcentaje de personas en el área deben vacunarse para frenar los brotes. (Ese porcentaje varía dependiendo de la condición). Esto se conoce como inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño [herd immunity].
Pero si se produce un brote, quienes no se hayan vacunado tienen más probabilidad de enfermarse. Lo que significa que no puedes contar con la inmunidad de otras personas para proteger a tus hijos si no los vacunas.