Líder comunitaria de Lynwood deja las sombras para convertirse en residente
Ni la falta de títulos universitarios ni sus limitaciones para hablar inglés la han detenido de convertirse en una luchadora de la educación por los que menos tienen
A María Negrete, le cambió el semblante. Parece otra. Se anda riendo sola. No puede ocultar su felicidad desde que hace días obtuvo la residencia permanente, después de vivir 30 años como indocumentada.
“Cuando mi hija Nancy me entregó la tarjeta de residente, sentí muchas emociones. No me lo creía. Le doy gracias a Dios, que por fin soy residente”, dice jubilosa.
María es una mujer humilde, pero con muchas convicciones y deseos de salir adelante.
[jwplayer]WEIuDYCs[/jwplayer]
Vino del estado mexicano de Hidalgo en 1989 cuando era una joven.
“Pasé por el cerro en San Diego, sin papeles. Fue muy duro. Recuerdo que en aquellos años pagué como 3,000 dólares porque me cruzaran”, comenta.
Aquí conoció y se casó con Rodrigo Negrete de oficio panadero, se instalaron en la ciudad de Lynwood y tuvieron tres hijas, Nancy que ahora tiene 27 años; Maritsa, 25; y Araceli, 23.
“A pesar de no saber bien inglés, siempre he sido muy aventada. Mis hijas comenzaron a sobresalir en las escuelas, y yo empecé a participar activamente”, dice.
Si de algo se siente orgullosa María, es de sus tres hijas: Nancy, la mayor se graduó de ciencias políticas; su hija Maritsa de ingeniero espacial, y Araceli de antropología y estudios chicanos.
“Yo siempre estuve al lado de ellas. Les decía que su único trabajo era ir la escuela y salir bien, pero no las empujaba, las dejaba ser libres. Aunque siempre al pendiente”, comenta.
María confía que durante los 30 años que fue indocumentada nunca vivió con miedo. “Me sentí acogida en la comunidad de Lynwood, me hice amiga de los policías, estaba muy ocupada criando a mis hijas y participando y apoyando en la escuela”, comenta.
Se involucró tanto que lleva años dando conferencias a los padres latinos en escuelas y universidades.
“A los padres les digo que yo soy una persona como ellos. Soy humilde. No tengo dinero. Pero con todo en contra, mis hijas asistieron a las mejores universidades como UCLA, MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), y Wellesley College en Boston. Ahora dos de ellas hacen una maestría en Cal State Fullerton y USC (Universidad del Sur de California)”, dice.
“Sí se puede que nuestros hijos vayan a la universidad. Pero los padres tienen que involucrarse en las escuelas, apoyarlos, ver cómo va sus grados. Si no lo hacen, después va a ser demasiado tarde”, enfatiza.
¿Pero la llegada de Trump a la presidencia, le dio miedo? ¿Alguna vez temió que la deportaran?
“ Involucrarme tanto en la comunidad, me dio mucha seguridad. Hice la diferencia como inmigrante. Fui un buen ejemplo para mis hijas. Así que nadie podía tocarme la puerta y decirme qué hice algo malo. Eso me daba confianza”, afirma.
Y cuenta que siempre pensó que si la regresaba a México, se iría tranquila. “Hice mi trabajo como madre. Gracias a Dios mis hijas fueron a la universidad”.
Hace dos años, su esposo Rodrigo se hizo residente permanente. Y entre él y su hija mayor Nancy solicitaron la residencia para María.
“Se llevó como dos años el proceso y apenas me acaba de llegar la tarjeta de residente”, platica.
Mientras le llegaba la residencia, le dieron un permiso de trabajo, y consiguió su primer empleo. “Monitoreo a los estudiantes en los campus del Distrito Escolar de Lynwood. Ese trabajo me gusta mucho. Una de mis metas era trabajar en la educación y dar pláticas de motivación a los padres. ¡Lo logré!”, dice entusiasmada María. En México, estudió para técnico en contabilidad.
VIDEO
Negrete fue presidenta de la asociación de padres y maestros de la secundaria César Chávez.
Ha sido una incansable recaudadora de fondos para dar becas de 500 dólares a los estudiantes que iban bajos en sus calificaciones.
También anduvo puerta tras puerta para recolectar dinero para las becas Firebaugh de 540 dólares que ayudan a los muchachos a ir a la Universidad.
En 2008, el entonces asambleísta Héctor de la Torre, la nombró “la mamá del año“. El mismo reconocimiento se lo entregó la congresista Linda Sánchez.
Pero además de su trabajo en la escuela, los fines de semana trabaja como cuidadora de personas mayores y con discapacidad para el condado de Orange. Y participa como voluntaria en la organización de eventos de la Plaza México.
Ya como residente permanente de los Estados Unidos, María dice que su sueño es ponerse a estudiar inglés. “Aunque nunca me ha limitado para participar en nada, quiero hablarlo mejor”, dice.
Una de las cosas que más le apasiona de ser residente a María, es que finalmente podrá viajar a México, su país de origen al que no ha visitado en tres décadas.
“Quiero ir en las próximas vacaciones de verano, ver a mis hermanos, mis primos. Visitar mi tierra y ver dónde estudié”, dice fascinada.