La increíble historia de Santa María de la Antigua del Darién, la primera ciudad fundada por españoles en “Tierra Firme”
La historia de la primera ciudad española en el continente americano, que causó "más muertes que estrellas hay en el cielo", desafía cualquier ficción. Aquí te la contamos
Con la decapitación de Vasco Núñez de Balboa, en enero de 1519, la primera ciudad del continente americano empezaba a agonizar.
Situada en la costa occidental del golfo de Urabá, cerca de lo que hoy es la frontera de Colombia con Panamá, Santa María de la Antigua del Darién tenía apenas ocho años de fundada y el gobernador de la provincia, Pedrarias Dávila, estaba decidido a destruirla.
La capital del Darién llegó a tener más habitantes que muchas ciudades españolas y fue escenario de episodios dignos del realismo mágico: una peste de modorra, el descubrimiento de un mar desconocido y hasta unos enemigos -Pedrarias y Balboa- que contrajeron matrimonio.
Santa María de la Antigua condensa y explica los desafueros y conflictos que han caracterizado a Hispanoamérica durante cinco siglos. La codicia, el engaño y la crueldad tuvieron su primera y más patética expresión en esa ciudad selvática que surgió y se extinguió en menos de quince años.
La villa de la Virgen de la Antigua
Santa María tuvo conflictos desde el principio. Había sido fundada en noviembre de 1510, por los sobrevivientes de una expedición diezmada por naufragios y la ferocidad de la tribu caribe.
Casi dos años antes, Alonso de Ojeda había sido nombrado por la corona española como gobernador de las regiones al oriente del golfo de Urabá, pero un par de desembarcos imprudentes redujeron su flota, de casi quinientos hombres, a solo 180.
Ojeda había viajado a Santo Domingo (en la isla La Española, actual República Dominicana) en busca de ayuda, pero murió sin poder regresar. Los sobrevivientes se trasladaron al Darién, en la costa occidental del golfo, porque uno de ellos -Vasco Núñez de Balboa- conocía la región y recordaba que allí los indios no usaban flechas envenenadas.
Balboa había empezado el viaje como polizón, pero se convirtió en el líder del grupo.
Su único rival era el bachiller Fernández de Enciso, un abogado a quien Ojeda le había prometido la alcaldía del primer pueblo que fundara.
Al llegar al Darién, encontraron una aldea próspera y apacible, y los perros y las armas les dieron la victoria. Como la pesca y la caza eran abundantes, decidieron establecerse en el lugar.
Balboa dirigió el trazo de las calles y una plaza. Enciso trató de imponer su autoridad, pero los colonos le recordaron que no estaban en territorio de Ojeda. Al final, sometieron el asunto a votación y Balboa fue elegido alcalde.
Su primer acto de gobierno fue bautizar a la población con el nombre de Santa María, y consagrarla a la Virgen de la Antigua, que se veneraba en Sevilla.
Balboa saqueó poblados e hizo alianzas con tribus del Darién. Así supo de la existencia de un legendario mar austral, lleno de reinos dorados, y armó una expedición para encontrarlo. Llegó al Pacífico el 25 de septiembre de 1513 y regresó a Santa María cargado de oro, perlas, hamacas, prendas de algodón y numerosos esclavos.
Las plagas de Santa María
Santa María fue creciendo con la llegada paulatina de españoles y la incorporación de muchos indios a la servidumbre. En junio de 1514, llegó la flota más grande que había cruzado el océano: con veinte barcos y dos mil personas. Su capitán, el veterano coronel Pedrarias Dávila, venía nombrado como gobernador de Castilla del Oro.
Se le conocía como “el enterrador”, porque en España estuvo a punto de ser enterrado vivo y, cada aniversario de su “resurrección”, se metía en un ataúd y se hacía oficiar un réquiem. En Tierra Firme se le conocería como “La cólera de Dios”.
Pedrarias soñaba con alcanzar la gloria como descubridor y fundador de ciudades. Venía con su esposa, doña Isabel de Bobadilla, quien se obstinó en acompañarlo. Balboa pensó evitar su desembarco, pero al ver el tamaño de la flota le organizó un banquete de bienvenida.
Cuando supo que el mar del Sur ya había sido descubierto, la “cólera de Dios” le hizo honor a su nombre. Metió preso a Balboa y le confiscó los bienes. Pensó enviarlo a España, pero lo detuvo la idea de que fuera recibido como un héroe; pues descubrir un mar era tan importante como descubrir un continente.
Como los alimentos escaseaban, Pedrarias aseguró provisiones para sus oficiales y dejó desprotegida a la población. El clima y los mosquitos empezaron a hacer mella, y una nube de langostas acabó con los cultivos. Poco después de la llegada de la flota, de quince a veinte colonos morían de hambre cada día. Luego, un sueño pesado invadió a Santa María.
Nadie supo la causa de lo que los cronistas llamaron “la peste de modorra”. Estudios recientes se la atribuyen a los minerales radiactivos de la zona. Lo cierto es que Santa María se hundió en el sopor y cerca de 700 españoles murieron de simple incapacidad para despertar. Cuando pasó lo peor, muchos se marcharon a las islas del Caribe.
Después de la modorra se despertó la codicia. Pedrarias y sus capitanes arrasaron con los poblados amigos y cometieron toda clase de atrocidades.
En un libro titulado Barbarica, Diego de la Tobilla describiría la violencia de aquellas incursiones; pero el autor y el libro desaparecieron en el fuego.
Entre los llegados con Pedrarias también estaba el veedor y notario real, Gonzalo Fernández de Oviedo, quien escribiría en el Darién la primera novela americana (Claribalte, de caballería, aunque más tarde diría que la ficción era “cosa del diablo”).
Las noticias que tenemos de Santa María se las debemos a ese cronista que, indignado por los abusos, prefirió volver a España.
Un matrimonio desavenido
El 10 de julio de 1515, el Rey le concedió a Santa María el título de la primera ciudad de Tierra Firme y le asignó un escudo de armas: el sol representaba la civilización que llegaba de la península; el castillo, la riqueza de la provincia; el tigre, la intrepidez de los españoles; y el lagarto, la fidelidad de la tierra a la Corona.
Balboa jamás recobró su liderazgo. Sus únicos defensores eran el obispo Juan de Quevedo, cuya simpatía se había ganado regalándole esclavos, y doña Isabel de Bobadilla, a quien su galantería había conquistado.
El obispo le propuso a Balboa que se casara con la hija de Pedrarias, quien estaba en España. Doña Isabel apoyó la propuesta y ayudó a convencer a su marido.
Uno de los hechos más estrafalarios de la historia de Santa María fue el casamiento de Balboa y Pedrarias, quien representó a su hija en la ceremonia. La unión de los enemigos, en el altar de la catedral, sintetiza los disparates e ironías de la historia hispanoamericana.
Pedrarias llamó a Balboa “hijo” y fingió favorecerlo, hasta que el obispo regresó enfermo a España y doña Isabel se fue en una nave cargada de tesoros sin declarar. Desaparecidos sus defensores, Pedrarias ordenó poner preso a Balboa e insistió en que no le perdonaran ninguna falta, desde que se embarcó como polizón. La sentencia se firmó el 12 de enero de 1519. Ese mismo día, Balboa murió decapitado.
Agonía y muerte de Santa María
La ejecución de Balboa fue el golpe de gracia para Santa María. Pedrarias se marchó al Mar del Sur y, el 15 de agosto de 1519, presidió la fundación de Nuestra Señora de la Asunción de Panamá. Allí les asignó tierras a sus soldados, para impedir que regresaran.
Cuando supo de la muerte de Balboa, el emperador Carlos V nombró nuevo gobernador y envió a Fernández de Oviedo a aclarar el asunto. Oviedo estaba optimista y se llevó a su familia; pero, al llegar, descubrió que el nuevo gobernador había muerto sin desembarcar y que Pedrarias seguía gobernando desde Panamá.
Oviedo empezó entonces a construir una casa destinada a levantar la moral de Santa María; pero, como Pedrarias lo mandó llamar, dejó a su esposa a cargo de la obra. Cuando regresó, Isabel de Aguilar agonizaba. Murió al día siguiente en la mansión más hermosa que se había visto en Tierra Firme.
Oviedo trató de salvar a Santa María. Organizó la extracción de oro en minas y ríos. Estableció comercio con los caribes, “sin enojar ni matar a ninguno”. Y se propuso hacer cumplir las leyes: castigó el “amancebamiento”, los juegos de azar y las blasfemias, y prohibió que a las indias las cargaran como asnos.
Pero la rigidez de su gobierno lo llenó de enemigos. En septiembre de 1522, un colono lo hirió de gravedad, y Oviedo aprovechó la primera oportunidad para marcharse.
En junio de 1524, llegó al Darién un nuevo obispo. Pero, como en Santa María solo quedaban tres españoles, siguió hacia Panamá. Moriría envenenado, después de una disputa con Pedrarias por un juego de cartas.
Poco después, los indios le prendieron fuego a Santa María. Un aguacero y una creciente cubrieron el valle. Por más de cuatro siglos se ignoró la ubicación de esa ciudad que, según Oviedo, fue la causa de “más muertes que estrellas hay en el cielo”. A mediados del siglo XX se encontraron los restos de la catedral. El rey Leopoldo III de Bélgica financió las primeras excavaciones. Así pudo conocerse el sitio exacto donde ocurrió ese delirio que todavía estremece al continente americano.
*Profesor de literatura hispanoamericana de la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY), en Oneonta. Autor, entre otras, de las novelas “Santa María del Diablo” (Ediciones B), ganadora del Latino Book Award 2015 a la mejor novela histórica en español; “El origen del mundo”, premio Bicentenario de Novela 2010 y “La risa del muerto”, premio Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002).
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 31 de enero y el 3 de febrero de 2019.
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