Dagoberto Reyes, Dago, In Memoriam

Dagoberto Reyes 2

Crédito: Internet

El domingo pasado falleció en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, el artista salvadoreño Dagoberto Reyes, conocido como DAGO, el escultor.

Llevaba casi cuarenta años residiendo en este país. Su huida de El Salvador, al igual que la de la actriz Gilda Lewin y del activista cultural Francisco Rivera se vió forzada por el asesinato, el 11 de julio de 1980, del poeta y periodista Jaime Suárez Quemain, quien fue secuestrado por los escuadrones de la muerte del Café “El Bella Nápoles”, en el centro de la ciudad, donde se reunían poetas, actores, escritores y pintores de un San Salvador que anochecía bajo el espectro de la guerra civil que se avecinaba.

Llegado de La Unión a la capital, el joven artista tuvo un maestro, el escultor español Benjamín Saúl, quien le enseño el duro oficio con magistral prudencia. Con él y otros artistas como Larios Jiménez, Carlos Velis, Cerritos, Carlos Mejía y el mismo DAGO, fundaron el grupo UQUXKA y erigieron una escultura, “Homenaje al Mar”, que fue instalada desde entonces en la fuente luminosa de la antigua exembajada de Estados Unidos, sobre la hoy Avenida Mártires del 30 de julio.

Por ser una obra abstracta poco comprensible para el gran público, allá por los años setenta, dicha escultura originó un candente debate, por vez primera en la opinión pública, sobre la calidad de la obra de arte.

DAGO es autor de la escultura instalada a la entrada de la Procuraduría General de la República, “Homenaje a la Madre”, esculpida en honor a las madres solteras de El Salvador.

En Los Ángeles continuó desarrollando su labor artística junto con otros artistas salvadoreños, también emigrados. Fundó en los años ochenta la Casa de la Cultura de El Salvador y el programa cultural radiofónico “Radio Pipil”.

Una de sus emblemáticas esculturas está en el Parque McArthur de Los Ángeles; es un homenaje a los inmigrantes salvadoreños acompañado del insigne “Poema de amor”, de Roque Dalton García.

Fundado en abril de 1971 por Jaime Suárez Quemain, Rigoberto Góngora, Jorge Alberto MoraSan y mi persona el grupo y la revista literaria “La Cebolla Púrpura”, con el apoyo de los actores José Luis Valle y Manolo Montes, muy pronto se vio enriquecido por dibujantes y pintores como Ricardo Ramírez Melara, Antonio Bonilla, Napoleón López o Augusto Crespín, por actores como Gilda Lewin o el recientemente fallecido en Panamá insigne Norman Douglas, por DAGO, por jóvenes escritores como Alfonso Hernández, Nelson Brizuela, Giovanni Galeas, Mauricio Vallejo, por colegas escritores mayores como Ricardo Castrorrivas, Salvador Juárez, Rafael Mendoza, José María Cuéllar, Alejandro Masis, por periodistas como Jorge Armando Contreras, Fernando Zaldívar, Eduardo Vázquez Bécquer, por académicos como Margarita Muñoz, Miguel Muñoz, Luis Melgar Brizuela, Hernán Cortés, por activistas políticos como Armando Herrera, Evelio Ruano, Marisol Galindo, o por cantautores como Gerardo Guzmán, René Quijada Urías o Francisco Tamba Aragón.

Ese conglomerado de pintores, escritores, músicos, periodistas, que conformaron parte de la escena artística de los setenta, disgregados luego a los cuatro vientos por el recrudecimiento de la guerra civil en el país, son parte de este escultor salvadoreño que ha muerto añorando a su patria, al igual que un Antonio Machado, mordiendo el polvo del exilio en extrañas tierras.

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