Editorial: Por las vacunas
La confusión sobre las vacunas es tan grande y peligrosa como la ignorancia
El joven Etan Linderberger se rebeló contra sus padres, como muchos adolescentes, cuando cumplió 18 años.
Su ingreso a la vida adulta lo marcó vacunándose.
Su madre integra un creciente grupo de gente a la que hoy se le atribuye la responsabilidad de que tan solo en los primeros dos meses de este año se confirmaron 206 casos de sarampión. Es el regreso de una enfermedad que en 1963 solía matar miles y que en 2000 estaba técnicamente eliminado en Estados Unidos.
El martes un comité del Senado realizó audiencias con el testimonio de Linderberger, además de otros testigos, para responder a la
preocupación bipartidista de cómo combatir la desinformación que ha hecho que muchos padres no vacunen a sus hijos por temor que queden vulnerables al autismo.
El médico británico Andrew Wakefield dio a conocer en 1998 un estudio en el que falsamente ligaba la vacuna contra el sarampión, paperas y rubeola (MMR) al autismo y otras enfermedades. El mundo científico demostró que sus conclusiones eran un total fraude. Wakefield perdió la licencia médica.
Desde entonces numerosos estudios con cientos de miles de casos desmienten la conexión entre la vacuna MMR y el autismo.
Pero el daño fue hecho.
Lo exacerbó la preocupación de los padres ante el aumento real de casos de autismo y las anécdotas basadas en el temor en vez de la ciencia. Así, la simple ignorancia promueve situaciones de peligro para la salud pública.
En pleno 2019, son 17 estados los que aceptan excepciones a la obligatoriedad de la vacunaciones infantiles ya sea por razones “filosóficas” o morales. Los argumentos van desde la supuesta relación con el autismo a las falsas sugerencia de políticos que dicen que los antibióticos pueden curar las paperas cuya causa es un virus o que estas enfermedades crean anticuerpos que ayudan a combatir hasta el cáncer.
En Arizona se está a punto de aprobar una ley para hacer optativa la vacunación. El representante estatal republicano, Kelly Townsend, asegura que la obligatoriedad es algo “comunista” porque elimina la libertad de elegir qué hacer a cambio de lo colectivo.
La confusión es tan grande y peligrosa como la ignorancia.
La ciencia dice que el autismo está causado por una serie de factores genéticos, no genéticos y del medio ambiente. Las investigaciones continúan mientras también avanza el tratamiento para las personas que sufren del terrible mal.
Al mismo tiempo se debe proveer la información y educación necesarias para contrarrestar los argumentos falsos contra las vacunación. Está en juego la salud de la sociedad. La prevención de una enfermedad no puede ser tomada como un derecho de libertad individual. La mentira que rechaza las vacunas es irresponsable y ronda con lo criminal.