Nacho Ambriz supera el alcoholismo y ahora triunfa con el León en la Liga MX
El que fuera estrella del Tri pasó por años oscuros, pero enderezó el rumbo acercándose a Dios
CIUDAD de MÉXICO -“Que mala cara viste, soy Nacho, me gusta que me digan Nacho”.
Ignacio Ambriz tiene de cabeza a la Liga MX, ya impuso una nueva marca con el León, sumando 11 victorias consecutivas, y es líder de la competencia.
Pero detrás hay una historia de vida que se ha convertido en un ejemplo para los futbolistas que pierden la brújula cegados por la fama y el dinero.
Ambriz dio sus primeros pasos en el barrio de Culhuacán, Iztapalapa, donde tuvo que decidir entre el balón o los amigos que lo invitaban a probar alcohol y drogas.
A los 23 años hizo su aparición en el Máximo Circuito con el Necaxa. El conjunto y él comenzaron a subir como la espuma. Llegó a la Selección Nacional y jugó el Mundial de Estados Unidos 94.
El dinero le llegó a manos llenas, aparecieron amigos de ocasión, fiestas, alcohol y drogas.
Fue Manuel Lapuente, entonces estratega de los Rayos, el primero que se atrevió a sentarlo y hablarle de lo que veía. Incluso le ofreció recluirlo en un centro de rehabilitación.
“Manolo, se acercó como amigo antes que entrenador, ahora no tengo empacho en reconocer que tuve problemas con el alcohol y las drogas. Esa vez me dijo: ‘Nacho tú tienes un problema, si quieres te llevo a una granja'”, recordó.
Nacho Ambriz se acercó a Dios, comenzó a tomar fuerza para rescatar a su familia y así enderezar el rumbo.
Tras retirarse como jugador, en el 2003 debutó como entrenador con el Puebla. Salvó al equipo del descenso y hasta le quedaron a deber parte de su salario.
Tras una etapa compleja en el Querétaro, ya que el propietario Amado Yáñez perdió al equipo al ser acusado de fraude, llegó al América como entrenador, club en el que a pesar de su esfuerzo no logró convencer del todo a su afición.
Su vuelta al Necaxa, ahora como técnico, no fue tan afortunada y hoy con el León vive el sabor del triunfo y paladea el contar con un grupo comprometido que cree en él de manera incondicional. Atrás quedó ese pasaje oscuro del alcohol.