Abuelo no aguanta la presión de ICE y sufre un derrame cerebral
Su estado es delicado; su familia atribuye el problema de salud a las amenazas de migración por deportarlo
Blas Orantes no resistió más las amenazas del Servicio de Migración y Aduanas (ICE) por deportarlo a Guatemala y sufrió un derrame cerebral que lo mantiene en un estado muy delicado de salud.
“Lo reventaron con toda la presión que migración le ha puesto y el trato del delincuente que le han dado”, afirma Raúl Orantes, hijo de Blas, padre de seis hijos y abuelo de diez nietos.
Raúl relata que el Domingo de Pascua cuando llegó a su casa del trabajo como a las cinco de la tarde, encontró a su padre tirado en el piso. “ Me veía, pero no podía hablar. Le tomé la presión, pero la máquina no marcaba nada. Le pedí ayuda a un vecino para subirlo al carro y llevarlo a un hospital. Mi papá no podía mover la parte derecha de su cuerpo”, dice.
En el Hospital Robles de Thousand Oaks, le informaron que su progenitor había sufrido un derrame cerebral y que se encontraba muy mal. “Lo pusieron en cuidados intensivos”, dice.
En el último año, el abuelo, originario de Guatemala, ha recibido al menos un par de ultimátums por parte del ICE para que se vaya de Estados Unidos por su propia voluntad, pero de acuerdo a su familia también lo amenazaban con detenerlo y deportarlo.
“No les importaron las cartas médicas que les presentamos y que explicaban su delicado estado de salud. Entre más les decíamos que su condición era muy precaria, más lo atacaban”, dice su hijo.
Las cartas de los médicos revelaban que no podía caminar bien y sufría de fuertes dolores en la columna, alta presión y pulso bajo.
“Mi padre me comentaba que se sentía con mucha presión y que lo trataban como si fuera una amenaza para la nación. Estaba triste, nervioso y deprimido”, comenta.
“Él está incapacitado para estar sentado las más de cuatro horas que dura un vuelo a Guatemala. No puede permanecer más de una hora sentado. Muchas cosas le podían ocurrir en un avión”, dice.
La más reciente advertencia dada por el ICE para detenerlo y deportarlo fue el 25 de febrero. El ICE se había negado a reabrir su caso y el inmigrante guatemalteco vivía con “el Jesús en la boca”.
De 71 años de edad, emigró a los Estados Unidos en 1990. Solicitó su residencia a través de la ley NACARA. El proceso le permitió obtener un permiso de trabajo. Sin embargo, no le dio seguimiento a su caso, por darle prioridad a sus obligaciones laborales.
La ley NACARA, aprobada en 1997, proporciona alivio migratorio contra la deportación a ciertos países cuyos residentes vinieron como asilados a Estados Unidos.
El abuelo cometió el error de irse a Guatemala y cuando intentó reingresar a Estados Unidos fue detenido y deportado. Poco tiempo después, logró entrar al país sin ser aprehendido por la Patrulla Fronteriza.
Durante los 30 años que lleva en Estados Unidos, ha vivido en la ciudad de Ventura. Hasta 2012 se ganó la vida cuidando caballos, pero quedó lesionado de por vida cuando un equino le cayó encima.
“Me quebré la columna y me pusieron cuatro tornillos en la espalda”, confió Blas a La Opinión el año pasado. Como resultado, cojea para caminar y quedó inhabilitado para laborar.
Durante el periodo de gobierno de Obama, el abuelo consiguió un permiso humanitario para no ser deportado y permanecer al lado de su familia. Pero con el inicio de la administración Trump, las políticas de migración se endurecieron. A Blas ya no le renovaron su estadía humanitaria y lo mandaron a la corte de migración.
“Desde este año, Migración ha obligado a mi padre a presentarse cada 15 días a las oficinas del ICE en Camarillo. En cada visita, lo presionan preguntándole, dónde está tu boleto, quién te va recibir allá, dónde está tu pasaporte. Salía todo estresado con la respiración agitada y sofocado”, dice su hijo.
Además, cada mes el ICE lo llaman por teléfono.
El abuelo tiene cita en el ICE para el 29 de abril. “En las condiciones en las que se encuentra no va a poder presentarse”, sostiene su hijo.
Y agrega que toda la familia se sienten muy tristes con un nudo en la garganta por el derrame cerebral que sufrió su padre.
“Los del ICE ya consiguieron lo que querían, deportarlo o que se muriera pronto. Mi padre está con vida, pero muy grave lamentablemente. El gobierno se lava las manos”, enfatiza.
El abogado en migración, Eric Price, quien tomó el caso del abuelo en diciembre, dijo mientras esté en el hospital en condición crítica no lo pueden deportar.
“Si bien, estamos de acuerdo en que el ICE tiene la autoridad legal para deportar al señor Blas, el ICE tiene la obligación de usar su criterio para abstenerse de deportarlo a Guatemala”, dijo.
“Deportarlo, equivaldría a una sentencia de muerte debido a su frágil y deteriorada salud“, señaló.
“En este momento no es apropiado deportarlo porque no posee ningún riesgo a la comunidad y sería devastador para su familia. Todos ellos viven en Estados Unidos. El señor Blas es una buena persona y gastar los recursos de ICE para enviarlo a Guatemala es una distracción de las prioridades del ICE cuando deben enfocarse en quienes son un riesgo en nuestras comunidades”, externó.
La familia de Blas ha abierto una cuenta en el sitio GoFundme en la que solicitan ayuda a la comunidad con donaciones para el pago de los gastos médicos.