México empuja a inmigrantes centroamericanos a las rutas más peligrosas por mar

Los polleros están usando a "la bestia del mar" para pasar indocumentados de Centroamérica a México

Migrantes hondureños cruzan a pie el río Suchiate, que separa a Guatemala de México.

Migrantes hondureños cruzan a pie el río Suchiate, que separa a Guatemala de México.  Crédito: EFE

MÉXICO – Cada vez que hay una persecución migratoria sistemática en México ––como la que comenzó en los últimos meses de este año–– los traficantes de indocumentados, polleros o coyotes miran al mar.

Las rutas marítimas de la frontera sur son menos vigiladas, pero suelen ser riesgosas. Mortales. Principalmente porque muchos de los centroamericanos no saben nadar.

“Se necesitaría cientos de marinos para vigilar cuidadosamente el movimiento de las lanchas de noche”, dice el  padre José Luis González, defensor de los derechos de los inmigrantes en la ciudad fronteriza de Comalapa, en el sur de México.

Los barcos clandestinos de esta ruta de mar salen del puerto de Ocós, en Guatemala, y hacen paradas en las ciudades costeras de Mazatán, Acapetahua y Tonalá, en el lado mexicano. Desde allí se dirigen al Golfo de Tehuantepec, abrazando la costa, hasta llegar a Salina Cruz, en Oaxaca, donde los migrantes bajan y continúan por tierra.

Hasta hace poco, si los inmigrantes elegían montar a la “bestia del mar” por esta ruta, la tarifa total desde Guatemala hasta la frontera de los Estados Unidos ascendía a entre $2,500 y $3,000 con un chaleco salvavidas. Si cruzan México a pie, el costo del viaje total asciende a casi $4,000 o más.

La Marina tiene conocimiento pleno de esta situación y, por periodos intermitentes, la ha vigilado, aunque con poco éxito, por el bajo número de elementos a quienes los traficantes llaman “pirañas, según testimonio telefónico a este diario de la sobreviviente guatemalteca María Benítez.

El presidente Andrés Manuel López Obrador envió recientemente 6,000 guardias a la frontera sur de México, pero principalmente al río Suchiate.

Cuando María Benítez tomó la lancha, en Ocós, viaban con ella 17 salvadoreños, dos hondureños y un colombiano: todos tratando de saltarse los controles fronterizos más estrictos entre Guatemala y México implementados como parte del Plan de la Frontera Sur 2014.

Quienes podían pagar por los chalecos salvavidas los llevaban puestos; los otros, se la jugaban más. Navegaban tranquilamente cuando el pollero gritó: “ahí vienen las pirañas” y les pidió que tiraran todo. La embarcación se enfiló con tal velocidad que, en cada impacto, las olas parecían bloques de hierro. Cuando finalmente tocaron tierra, todos salieron volando por los aires.

Después de su experiencia traumática (a la que “milagrosamente” sobrevivieron todos), María se convirtió en opositora activa del arriesgado viaje.

“Les advierto sobre los peligros [de viajar en barco], pero hay tanta violencia y hambre en Centroamérica que corren el riesgo”, dijo en entrevista con este diario. “Ultimate se mira otra vez un incremento, gente que está dispuesta a arriesgar todo, pero esperemos que no mueran en el intento: yo estuve a punto de morir”.

La ruta que tomó Benítez no es la única que implica agua de por medio. Autoridades de diversos municipios han denunciado casos en la playa El Gancho, o por la presa La Angostura hasta Chicoasén, posteriormente a Malpaso y por último a Peñitas, desde donde se estima que los llevan a Veracruz.

Son rutas viejas y peligrosas: el gobierno mexicano ha reportado que por ahí pasan también drogas, armas y todo tipo de contrabando

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