Tras años de espera, menor no acompañado recibe la residencia de EEUU
Huye de El Salvador a causa de las pandillas y logra reunirse con sus padres, a quienes dejó de ver cuando era un bebé
Después de tres años de salir de El Salvador para escapar del acoso de las pandillas y reunirse con unos padres que no conocía, César Miguel Mejía Pérez obtuvo su residencia en los Estados Unidos.
“Me siento muy feliz, contento. Es un privilegio ser residente de este país donde uno puede cumplir sus sueños”, dice emocionado el muchacho de 17 años.
Añade que siente que debe aprovechar al máximo la oportunidad. “Quiero dar lo mejor de mi, aportar a esta población, ayudar a mis padres, ser alguien y cumplir mis sueños”, afirma.
Cuando aún no cumplía los 14 años, a mediados de 2016, César entró al país y solicitó asilo, después de un viaje de más de dos semanas que hizo acompañado de otros centroamericanos que conoció en el camino y quienes como él, ansiaban encontrar refugio en los EE UU.
Cruzó en balsa por el Río Grande en la frontera con Texas. “Fue una gran emoción tocar suelo americano”, reconoce. Y comenta que al entregarse a las autoridades de migración y solicitar asilo político, fue llevado a un centro para menores no acompañados en Nueva York. “Me trataron bien, pero yo en lo único que pensaba es que quería reunirme con mis padres. Tenía miedo de que me fueran a deportar”, acepta.
César Miguel no recuerda con precisión las fechas, pero fue en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, poco más de dos meses después de haber entrado al país que pudo conocer y abrazar a sus padres.
“Mis padres me dejaron al cuidado de mi abuela cuando yo tenía 11 meses de nacido. Yo siempre tuve contacto con ellos por teléfono, pero añoraba el calor de una familia. Quería saber lo que sentía vivir con tu padre y tu madre. Mi abuela era buena, pero yo quería estar con mis padres”, dice.
Y revela que lo que siempre anhelaba de regalo de Navidad, era justamente pasar una navidad al lado de los seres que le dieron vida.
Fue esa hambre que tenía por reunificarse con sus progenitores junto al acoso que sufría de las pandillas, que decidió por su cuenta, sin decirle a nadie, venir a los Estados Unidos
“Hay mucha delincuencia en El Salvador. Los jóvenes somos constantentemente amenazados por las pandillas. Si no nos reclutamos de manera voluntaria, ellos nos amenazan con hacerlo por la fuerza”, dice.
Ante ese panorama, decidió dejar su patria y viajar al norte. “Mi mayor miedo durante el viaje era perder la vida y ya no volver a ver a mi familia”, reconoce.
Fin a la incertidumbre
Su padre Héctor Mejía quien acompañó a su hijo a las oficinas del abogado en migración Eric Price a recibir su tarjeta de residencia permanente, no cabía de la felicidad.
“Hoy termina la incertidumbre. Primero no sabíamos si le iban a dar el asilo. A lo mejor sí, a lo mejor no. Pensábamos que era un camino muy largo que nunca iba a llegar”, sostiene.
Luego que consiguieron el asilo, fueron por la residencia.
“La verdad no tengo palabras para describir los sentimientos de alegría porque mi hijo ya es residente”, afirma.
Héctor y su esposa Elsa Pérez son inmigrantes indocumentados. Héctor emigró en el año 2002, su esposa llegó en el 2003.
“Hemos vivido en las sombras por 17 y 16 años”, dice. El padre trabaja en la cocina de un restaurante, y la madre en una empacadora.
“Fue mucho el sufrimiento que pasamos separados de nuestro hijo por tanto años. Lo dejamos siendo un bebé y lo venimos a conocer ya siendo un muchacho”, platica.
Los años de separación fueron muy duros. “Nuestras vidas eran incompletas sin nuestro hijo. Nos hacía mucha falta”, confía el padre.
Revela que sufrieron una conmoción al enterarse que el muchacho venía en camino a reencontrarse con ellos. “Estábamos preocupadísimos. Hubo noches que no podíamos conciliar el sueño pensando si estaría bien”, recuerda.
Sus preocupaciones no fueron menores cuando por fin recibieron la noticia de que estaba en manos de las autoridades de migración de los Estados Unidos.
Cuando finalmente se encontraron frente a frente, Héctor revela que él y su esposa no sabían si reír o llorar al ver al hijo que dejaron siendo un bebé en El Salvador.
“La reunificación fue una emoción muy grande”, reconoce.
César Miguel no solo vino a conocer y reunirse con sus padres sino que también se encontró con sus dos hermanos de 12 y 10 años que nacieron en los Estados Unidos.
“Le costó adaptarse al principio. César Miguel no entendía a sus hermanos menores que hablan más inglés que español”, cuenta el padre.
A los pocos días de instalar a su hijo en su casa en Riverside donde vive la familia, el padre fue de inmediato a ver a la oficina del abogado en migración Eric Price. “Tomaron el caso de mi hijo, y un año después se ganó el asilo en 2017. Dos años después la residencia”, comenta.
No tengan miedo
La abogada Denisse Cabrera de la firma legal de Eric Price explica que ganaron el asilo en una oficina de inmigración porque pudieron probar que César Miguel vivía solo sin sus padres en El Salvador.
“No tenía protección alguna contra el acoso de las pandillas. Recibía muchas amenazas. Tiene cicatrices en su cuerpo de las cortaduras con vidrios que le hicieron los pandilleros”, observa.
Explica que el muchacho Logró ganar el asilo cuando dio testimonio de lo que vivió en El Salvador.
La abogada recomendó a los padres de menores no acompañados que no dejen que el miedo a los operativos de la administración Trump, los haga abandonar los casos de sus hijos y que ya no les den seguimiento. “No vayan a esconderse, busquen ayuda legal. No dejen que el miedo que les están metiendo, impidan que encuentren un alivio migratorio para sus hijos que entraron como menores no acompañados”, subraya.
Muchos padres apenas sacan a sus hijos de los centros de detención, ya no persiguen un beneficio migratorio como el asilo para ellos.
La lucha continúa
Héctor, el padre del menor no acompañado ahora residente permanente, dice que se sienten muy aliviados de haberse reunido con su hijo, que esté libre de amenazas y represalias constantes y sea ya un residente de los Estados Unidos.
“Ahora me toca a mi seguir luchando por arreglar mi estatus migratorio”, externa. Héctor tiene una petición abierta de residencia.
César Miguel va a entrar al último año de la secundaria. “Quiero ir a la universidad para estudiar leyes, criminología o algo de gobierno que me permita un día trabajar en el FBI (Oficina Federal de Investigaciones). Ese es mi sueño. Nada es imposible”, expresa.
Y no oculta sus esperanzas. “Este es el país donde puedes alcanzar tus sueños a diferencia de El Salvador donde la delincuencia no te deja hacer nada. Yo tengo muchos sueños por cumplir y quiero enfocarme en mis metas. Una de ellas, es ayudar a mi familia”, dice lleno de optimismo e ilusiones.
Reactivan peticiones de asilo
Esta semana un juez federal ordenó a la administración Trump aceptar solicitudes de asilo de los inmigrantes que llegan a los Estados Unidos. La decisión del juez Jon S. Tigar detiene una nueva ley que entró en vigor el 16 de julio, la cual prohibía las solicitudes de asilo en los Estados Unidos, de Centroamérica, Asia, África y otra regiones.
Solamente permitía hacer la petición, a quienes no les hubiera aceptado sus solicitudes de asilo en los países por los que pasaron para llegar a Estados Unidos como México o Guatemala, o a víctimas de tráfico humano severo.
Pero dicha ley que revertía las leyes de asilo que permitían solicitar refugio sin importar por donde entraran al país, fueron desafiadas en las cortes por varias organizaciones de defensa como la Unión Americana de Libertades Civiles en San Francisco.