Enlace: Mujeres contra la violencia en México
María Luisa Arredondo es editora de Latinocalifornia.com
México no solo es un país machista sino misógino, como me dijo en una entrevista en Los Ángeles el laureado escritor Carlos Fuentes, cuando en 1999 presentó su libro “Los años con Laura Díaz”.
Se trata de una dolorosa verdad que por más que queramos ocultar está a la vista. Desde siempre, las mujeres del país vecino han sido víctimas de todo tipo de vejaciones y crímenes, la mayoría cometidos al amparo de la más absoluta impunidad debido a la ineficiencia y apatía de las autoridades. El costo de esta falta de respuesta se ha traducido en un aumento alarmante de la violencia de género.
Cifras del gobierno federal indican que las denuncias de delitos sexuales contra mujeres aumentaron 20% en los primeros seis meses de este año. Durante ese periodo se iniciaron 22,749 investigaciones, en comparación con las 18,970 que se abrieron el año previo. Los feminicidios, por otra parte, volvieron a romper un nuevo récord. En 2018 se registraron 893, en tanto que en el primer semestre 2019 se han contabilizado ya 1,119.
Es por ello que nadie debería cuestionar la legitimidad de las recientes protestas que tuvieron lugar en la Ciudad de México para exigir un alto la violencia que sufren las mujeres en todo el país.
Lo que sí se ha cuestionado es el matiz violento de la manifestación. Muchas de las mujeres que participaron en la protesta canalizaron su furia y hartazgo mediante actos vandálicos contra edificios y monumentos públicos como el Ángel de la Independencia. Se escenificaron también agresiones físicas contra periodistas que solo hacían su trabajo como el caso de Juan Manuel Jiménez, de ADN40, que sufrió un artero ataque a manos de un provocador llamado Carlos Daniel Penagos García.
Si bien este tipo de violencia es peligroso y por ello debe condenarse, lo más importante es que tanto las autoridades como la sociedad escuchen lo que tienen que decir las mujeres.
Aunque el gobierno federal y el de la Ciudad de México han asegurado que no usarán la fuerza para reprimir las manifestaciones parece que no han comprendido del todo la gravedad de la cuenta pendiente que el país tiene con las mujeres. Necesitan dialogar con ellas y elaborar un plan conjunto para atacar el problema, no solo pronunciar discursos color de rosa. Más preocupante aún es el hecho de que muchos otros gobernadores y alcaldes del país mantengan un silencio ominoso y que amplios sectores de la sociedad, en lugar de solidarizarse con las mujeres, se sientan amenazados por las protestas.
Todas estas reacciones son comprensibles pero no aceptables. Tanto el machismo como la misoginia están hondamente arraigados en la sociedad mexicana y llevará mucho tiempo desterrarlos. Por eso es saludable que las nuevas generaciones de mujeres hayan dado este primer paso. México tiene que entender que no podrá avanzar ni ser un país democrático si la mitad de su población vive en constante temor y se le trata como de segunda clase.