Los miles por las miles: ¿de gatos o de liebres?

Si ponemos “los miles” hablaremos de un grupo en que habrá hombres o del que se desconocerá su composición en hombres y mujeres. La mera existencia de esta distinción entre “las miles” y “los miles” echa por tierra la explicación oficial del fenómeno

Los jóvenes vacacionaron en Cabo San Lucas, México.

Los jóvenes vacacionaron en Cabo San Lucas, México. Crédito: EFE

Lo de dar gato por liebre es refrán viejo.

Al teclear nuestro título se despierta el corrector de textos apercibiéndonos de que en “las miles” hay una “discordancia entre determinante y nombre”. Una mano inocente ha hurgado en la tecnología para, con buenas intenciones, guiarnos con la gramática.

La Nueva Gramática de la Lengua Española lo explica y arriesga su prestigio en un dictamen resumido bajo “los miles de personas” en la zona de “Preguntas frecuentes de la RAE”.

Se razona que “mil” es voz masculina, por lo que “miles” también lo tiene que ser. A partir de ahí, se regurgita y difunde la preferencia normativa por medio de la Fundéu, el DPDCastellano actualLa esquina del idioma, etc.

Baste decir que así planteadas las cosas, cualquier ejemplo de lengua que contradiga la recomendación académica invalidaría ipso facto la argumentación. Conviene recordar, también, que lo que se escribe aquí es periodismo de la lengua, no ponencias de congreso. Vayamos por partes.

Si tomamos la voz “turistas” como referente, por claridad de exposición, y comparamos “las miles de turistas” con “los miles de turistas”, se observará que no son conjuntos equivalentes.

Al decir “una de las miles de turistas que se quejaron”, el interlocutor entenderá que hablamos de un grupo de turistas integrado solo por mujeres.

Si ponemos “los miles” hablaremos de un grupo en que habrá hombres o del que se desconocerá su composición en hombres y mujeres. 

La mera existencia de esta distinción entre “las miles” y “los miles” echa por tierra la explicación oficial del fenómeno.

En otro nivel no menos trascendente, al rechazarse “las miles”, se abre la puerta a que la mujer se sienta marginalizada en la gramática. ¿Por qué no han consultado las academias lo que dicen masivamente sus conciudadanos?

Los periodistas tienen su parte de responsabilidad en el desaguisado por no adoptar un papel crítico e independiente como exige la profesión. Hay incluso quienes escriben ridiculizando a los que dicen “las miles”.

Si se pretende educar a la industria tecnológica (y a la IA), habrá que cuidarse, y mucho, de no sobresaturarla de errores. La espontaneidad de los datos debe siempre primar. Así, mientras que las muestras con “las miles” tenderán a ser genuinas, con “los miles” desconoceremos su grado de voluntariedad.

El distinguido club de los que dicen “las miles”, para nuestra suerte, tiene miembros tan distinguidos como Carlos Fuentes, Jorge Guillén o Arturo Azuela.

Tres remaches: El espíritu académico necesita renovar su relato o se quedará para vestir santos. La mujer vive en un estado de subordinación gramatical. Y, en fin, que hay que visitar más las redes sociales para ver lo que se cuece. Queda dicho.

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