Decían que era flojera, pero era depresión; luego cayó en la indigencia y después en prisión

Joven permaneció años en un ciclo de entrar y salir de la cárcel por no ser diagnosticado clínicamente, ni tener un programa que le diera una segunda oportunidad.

Riley Gude, de 45 años, ha logrado salir de la indigencia después de 20 años. (Suministrada)

Riley Gude, de 45 años, ha logrado salir de la indigencia después de 20 años. (Suministrada) Crédito: Impremedia

Hace 20 años Riley Gude comenzó a dormir en sillones de conocidos, un pequeño garaje y cualquier otro lugar que familiares y amigos le pudieran ofrecer temporalmente. Sin embargo, nadie le podía ayudar a salir de esa “flojera” que le impedía salir adelante y conseguir su propio lugar donde vivir.

Esta falta de interés llevó eventualmente a que Gude terminara durmiendo en las calles y debajo de los puentes de Los Ángeles.

“Lo que yo tenía era depresión, no me quería levantar y a veces pensaba en morirme”, contó Gude, de 45 años. “No había sido diagnosticado y la gente piensa que automáticamente uno solo tiene que sobrepasar eso. Pero la depresión es algo serio”.

En un afán por querer olvidar sus problemas, Gude decidió automedicarse, mezclando medicinas con alcohol.

“Para mi esa era una solución a corto plazo, pero no pude ver que tenía consecuencias a largo plazo”.

 La cárcel ignoraba su enfermedad

La indigencia, las drogas y el alcohol eventualmente llevaron a Gude a caer en la cárcel. Él recuerda que fue encarcelado al menos 10 veces.

“Nunca por más de seis meses y por cosas que a veces no tenían sentido”, contó. Algunas fueron por estar ebrio en la calle, o no presentarse a la corte.

“También tuve dos delitos graves, pero no muy serios… nunca tuve cargos de drogas”, siguió. “Uno de ellos fue que tenía un cuchillo bajo la manga de mi chaqueta. Pero eso era necesario para mi porque yo dormía en las calles y es peligroso”.

Gude recuerda que las primeras veces que cayó en la cárcel nunca hubo preguntas sobre su salud.

“Después una vez que me preguntaron que, si tenia alguna condición de salud y les dije que tenía depresión”, agregó.

Esta información, en vez de ayudar le afectó más en el encierro ya que en un esfuerzo por evitar que se lastimara, le quitaron su colchón y su cobija para que no las utilizara como armas contra él mismo.

“Entonces para la siguiente vez que fui encerrado y cuando me preguntaron que si sufría alguna enfermedad les dije que no”, recordó. “En la cárcel lo más importante que puedes tener es tu colchón y tu cobija”.

Así siguió por unos cuantos años hasta en el 2018, con la ayuda de su hermana, la activista y defensora de la Medida R, Lynne Lyman, Gude logró obtener un lugar permanente donde vivir. Esto, asegura, fue el apoyo más grande que pudo haber recibido en todo este tiempo.

“Yo había tratado de salir de esta situación por varios años, pero me decían que primero tenía que enfocarme en la situación de vivienda y después en mi enfermedad mental”, indicó.

La importancia de la Medida R

Pese a que Gude sufrió el encarcelamiento por delitos menores, él no culpa al sistema carcelario por no haberlo ayudado en su enfermedad mental, pero considera que el mismo sistema no tenía los recursos para poder proveerles la medicina o intervención necesaria.

“Yo estaba viviendo en las calles, en parte por mi enfermedad mental y por estar en la calle terminaba en la cárcel”, contó Gude. “Creo que la ayuda que les pueden ofrecer [a los reos con la Medida R] va a ser muy importante”.

Lyman indicó que su hermano es un buen ejemplo de las oportunidades que hay cuando se ofrecen los servicios necesarios.

“Finalmente él ha estado lo suficientemente estable como para dejar de usar drogas”, dijo Lyman. “Entonces, esto se trata realmente de dar a las personas una verdadera segunda oportunidad y luego darles las herramientas que necesitan”.

Lyman asegura que el condado ha ahorrado tanto dinero al no tener a su hermano en el ciclo de libertad y encierro y esto pudiera pasar con más de 3.000 personas inmediatamente, si se aprobara la Medida R.

Gude concordó, y dijo que, aunque hay “días difíciles”, ahora usualmente se siente feliz por su estilo de vida y el lugar donde vive.

“Tengo amigos, familiares y gente involucrada a quien acudir si necesito ayuda”, indica. “La vivienda me ha dado una forma de estabilidad”.

Gude también toma sus medicamentos, visita a un terapeuta, a un doctor y mantiene un trabajo de tiempo parcial.

“Voy a empezar a tomar unas clases de computación en [el colegio] La Trade Tech en febrero para aprender a usar la computadora bien”, aseveró entusiasmado.

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