Trump culpa a Obama de demoras en las pruebas de coronavirus, pero un dato obvio lo desmiente
El presidente trata de quitarse toda responsabilidad en la respuesta a una crisis a la que restó importancia en un principio
Al inicio de la crisis del coronavirus, Donald Trump trató de restar importancia a las consecuencias que el nuevo brote estaba teniendo -sobre todo- en Asia y que, poco después, se extendieron a todo el mundo. Sin embargo, cuando la pandemia ya se hizo evidente, el mandatario pasó a la fase dos de su estrategia: culpar a todo el mundo y no responsabilizarse de su gestión.
Una de las teorías en las que el mandatario ha insistido en sus sesiones informativas diarias es en la herencia de “un sistema fallido”. “Heredamos un sistema terriblemente descompuesto”, dijo Trump por última vez el pasado sábado.
El presidente trataba así, como ya ha hecho en otras ocasiones, de responsabilidad a la anterior administración -la del presidente Barack Obama– del retraso en las pruebas iniciales. Sin embargo, el coronavirus no existía hasta finales del año pasado y, por tanto, no había sistema de testeo que se pudiera heredar.
La red de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) tuvieron problemas para desarrollar sus propios test para detectar la enfermedad, según publica Associated Press. Y, cuando en febrero finalmente enviaron sus kits a laboratorios de salud pública de estados y condados, se dieron cuenta que todavía había fallos.
CDC tardó más de dos semanas -indica AP- en solucionar los problemas que habían surgido en sus kits. Esto provocó retrasos en febrero, un mes clave en el que el nuevo brote se instaló en Estados Unidos. Además, hasta el 29 de febrero, la Administración de Alimento y Medicamentos no había permitido que los laboratorios usaran sus propias pruebas sin la previa revisión de la agencia federal.
Mientras tanto, Estados Unidos también se había negado a hacer uso de los tests que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había puesto a disposición de todo el mundo. Donald Trump alegó que eran defectuoso cuando, según la citada agencia de noticias, no lo eran.
El presidente ha atacado a “enemigos” internos y externos. Y sus acusaciones no han acabado en simples amenazas. Prueba de ello fue la retirada de la financiación a la OMS, que anunció la semana pasada. Trump responsabiliza al organismo sanitario de más prestigio internacional de tratar de encubrir en un principio la dimensión de la pandemia y de tener un discurso “chinocentrista”.
Donald Trump -y otros republicanos- también han señalado a los demócratas por estar, según él, enfrascados en el impeachment cuando el coronavirus empezaba a causar muertes en Wuhan, donde primero se registraron casos. China ha sido también foco de críticas y señalamientos del mandatario, que incluso ha sugerido que el virus se creó en un laboratorio de la mencionada ciudad asiática. Esta teoría de la conspiración ha sido desmentida en varios estudios científicos.
En esta crisis, los gobernadores también han tenido un papel crítico. Sobre todo, quienes gobiernan en los estados en los que la enfermedad ha causado grandes estragos. Donald Trump ha tratado de dejar en ellos cualquier responsabilidad al frente de la gestión de la pandemia. Sin embargo, incluso gobernadores republicanos se han hecho eco de la falta de pruebas, cruciales antes de plantearse volver a poner en en marcha la economía de sus estados.