“Somos mucho más iguales a los osos polares de lo que creemos”
Carla Santana Torres es doctora en biomedicina. Pero su otra vocación la ha llevado al Polo Norte y a otros sitios para despertar en el público una conexión profunda con otros seres vivos y ecosistemas
“No amamos lo que no conocemos”.
La científica mexicana Carla Santana Torres es doctora en biomedicina. Pero a través de lo que comenzó como un hobby, la fotografía, descubrió otra vocación: usar sus potentes imágenes para reavivar en otros el deseo profundo de amar, y proteger, la naturaleza.
Santana participará del festival Hay en la ciudad en la que vive, Querétaro, donde exhibirá sus imágenes, especialmente de osos polares, y dará charlas a jóvenes.
“Me gustaría transmitirles que si hay deshielo en los polos debido al cambio climático es como una cadena de dominó que al final nos va a llegar a nosotros”, afirmó.
Carla Santana Torres habló con BBC Mundo del “poder extraordinario de la fotografía para traer algo que está muy lejos para que lo conozcas y lo ames” y explicó por qué “somos mucho más iguales a los osos polares de lo que creemos”.
Tu carrera fue en biomedicina y fundaste un laboratorio de diagnósticos moleculares. ¿Cómo llegaste a ser fotógrafa de naturaleza?
Con mi esposo, que también es biomédico, iniciamos un laboratorio de análisis especializado en biología molecular en 2001 aquí en Querétaro, que está como a 200 km de la ciudad de México.
Pero desde muy pequeña siempre me atrajo la fotografía, desde que mi papá me regaló una cámara Polaroid a los 12 años.
Por otro lado me encanta viajar, empecé a conocer muchos ecosistemas, a inclinar los viajes hacia la naturaleza y los animales.
Sin dejar la biomedicina, me empecé a meter más en la fotografía.
De hecho sigo en las dos. Yo seguí perfeccionando la fotografía, tomé un diplomado en fotografía en la Escuela Activa de Fotografía de aquí de Querétaro, me uní a la comunidad mexicana de fotógrafos de naturaleza, y así he tenido la fortuna de ir dividiendo mi tiempo.
Y cuando viajé a África en 2005 fue un parteaguas. Desde allí empecé a viajar a la naturaleza cada vez más.
¿Qué pasó en 2005? ¿Qué sentiste en ese viaje que tuvo tanto impacto en tu vida?
Sentí una conexión muy, muy fuerte con otros seres vivos. De hecho, ha sido todo una travesía desde ahí, porque ahora lo veo todo absolutamente diferente.
Todo está centrado en el ser humano, nos educan de esa forma que es muy antropocéntrica y de pronto descubres que hay todo un mundo ahí afuera que no depende de ti, que no está vinculado al humano.
Descubres que hay una cantidad de especies diferentes con una estructura social y de cadena alimenticia muy interesante.
Para mí fue muy impactante ver una cacería de unas leonas a una búfala, que estaba preñada. Y tuve esa sensación en la que temes por la búfala porque no quieres que se muera pero sabes que las leonas necesitan cazar para vivir.
Ocurrió algo dentro de mí, y sentí, ‘quiero saber más sobre el comportamiento de esos animales’.
Sentí una necesidad y una avidez de conocer animales, de conocer ecosistemas.
¿Cómo llegaste a dedicarte con tanta pasión a los osos polares?
En 2010 fui por primera vez a Churchill, a Canadá, a ver osos polares (Ursus maritimus).
Ahí todavía mi fotografía era muy empírica y me enfrenté a retos muy fuertes, porque tuve problemas con la luz, con la lejanía y el lente que yo traía no era adecuado.
No logré capturar lo que yo quería, así que regresé a Querétaro a meterme en el diplomado de fotografía y me dije a mi misma, ‘tengo que aprender más, que estudiar más’.
Algunos lectores se preguntarán qué tipo de equipo usas, qué cámara y lentes.
Dicen que un buen fotógrafo puede utilizar cualquier equipo fotográfico y lograr una buena fotografía.
Estando en la tundra a -20 ºC se vuelve un reto la fotografía, ¡lograr que en el intento no se congelen la cámara y tus manos!
Para tomar fotos a las osas con sus oseznos solemos estar a no menos de 30 metros de distancia, y si quieres un acercamiento tienes que asegurar contar con un telefoto no menor a 500mm.
Además todo tu entorno es blanco, incluyendo los osos. Tienes que lograr un buen contraste. No es fácil porque las cámaras sensan que hay demasiado blanco e intentan compensar hacia el gris.
El equipo que tengo es marca Canon, actualmente utilizo una cámara 1DX Mark II y un lente de 600mm.
¿Cómo fue tu primer encuentro con un oso polar?
La primera vez que vi un oso polar fue en Churchill.
Vimos cómo un oso polar venía en el mismo camino pero en sentido contrario, nos quedamos parados y nos dijeron que nos hiciéramos todos juntos para vernos como algo grande, y el oso polar que venía caminando nos miró con curiosidad.
No tuve miedo, hubo una conexión en la que percibíamos ambos que existíamos y que él tenía tanta curiosidad de saber de nosotros como nosotros de él.
Y se sentó a mirarnos, y lo que más me llamó la atención en ese momento fue su inteligencia.
Algunas de las fotos más impactantes y emotivas que tomaste de osos polares son de madres con sus bebés. ¿Cómo lograste esas imágenes?
Regresé a Churchill en el 2015 en marzo cuando los bebés salen de la madriguera con las mamás.
Fue un viaje extremadamente intenso. Nos bajamos del tren en medio de la nada, de la tundra, a las 9 de la noche. Y luego nos esperaban para llevarnos en camioneta a un albergue, no había caminos.
La mayoría de la gente en esos viajes eran fotógrafos amantes de los osos polares.
A metros de una madriguera nos sentamos a esperar, y de pronto nos dicen ¡ahí está!, y veo salir la nariz de la osa que es lo primero que saca para oler, y sale la osa y luego sale el bebé, una cosita pequeñita tras la madre queriendo averiguar del mundo en sus primeras salidas.
Estuvo jugando un rato, se revolcó, tenía calor, se limpió, el bebé brincó y se volvió a meter en la madriguera.
Nos deben haber regalado como diez minutos, no más, y fue lo único que vimos en todo el día y no necesitamos más para esta emoción, esta conexión de sentir que están perdiendo su hábitat y no estamos logrando hacer nada por ellos.
¿Qué sentiste en relación a esa madre y su bebé?
Sentí que somos mucho más iguales de lo que creemos. El bebé estaba jugando como juegan los niños humanos, la madre estaba protegiéndolo y cuidándolo de que no se fuera a alejar, las conductas son tan, tan parecidas.
Tuve esta doble sensación.
Por un lado una gran admiración de la naturaleza, de cómo todo está perfectamente diseñado por la misma naturaleza, que así como nosotros teníamos mucho frío ellos estaban felices en ese clima, incluso la osa tenía calor.
Y sentí también desolación de saber lo que van a enfrentar, de saber que ese bebé que está feliz porque está saliendo a conocer el mundo se va a enfrentar a situaciones difíciles, debido a la pérdida de su hábitat.
Esa osa llevaba casi cuatro meses en la madriguera sin tener alimento. Y tenía menos de tres meses para poder llegar al hielo con ese bebé y alimentarse antes de que empiece el deshielo.
Y debe hacer esto además cuidándose de los machos que pueden querer matar al bebé por instinto para seguir reproduciéndose.
¿Podrías explicarnos qué travesía debe hacer la osa al salir de la madriguera con su bebé?
Es importante entender que la madre tiene que ir a buscar un terreno que sea lo suficientemente fácil de escarbar para poder crear la madriguera .
Solo cuando el bebé tiene el tamaño adecuado puede salir de la madriguera para llegar a la zona congelada de la bahía en el mar, para poder internarse a alimentarse antes de que comience a deshielar.
Antes llegaban a mediados de marzo y tenían todo abril, mayo y casi todo junio para alimentarse. Ahora, debido al cambio climático, desde que llegan tienen solo dos meses para lograr alimentarse para aguantar todo el verano y el otoño sin alimento, antes de que se vuelva a congelar el mar y puedan salir otra vez a cazar, lo cual ocurre cada vez más entrado el invierno.
Si empieza a descongelar tiene que regresar y el bebé sigue estando muy pequeño y ellas no se alimentan lo suficiente.
Necesitan que esté congelado porque desde esa plataforma de hielo se internan a cazar focas bebé.
El oso polar es el símbolo más conocido del cambio climático. ¿Puede esto ser contraproducente y generar falta de interés en algunas personas?
Es verdad que el oso polar se está volviendo el símbolo del cambio climático, sin embargo, hay algo que he notado en mi país, y es que todavía no hay en México esta conexión con los osos polares y los polos, todavía la gente lo ve como eso que está lejos, hay una desconexión absoluta.
Yo considero que si no logras traer esos lugares a la gente sobre todo en las zonas que son más cercanas del ecuador, es imposible que la gente entienda realmente lo que está pasando y que hagan esa conexión.
Vivimos enajenados, vivimos en ciudades entre muchos humanos y lo veo incluso con los niños.
Tuve la oportunidad de hacer una exposición aquí en Querétaro sobre cuatro ecosistemas, y uno de los que se escogió fue los polos.
Lo que más me llamaba la atención es cómo la gente entraba de una forma, como desconectada, y cómo salía feliz.
La gente mayor me decía ‘yo no sabía que eso existía’ o ‘logré a través de la foto conectar con ese oso polar’.
Luego tuvimos presentaciones con niños de las escuelas y me costó mucho trabajo que entendieran que no estaban en un zoológico.
Yo les preguntaba, ¿cómo creen que es el hábitat del oso polar?, y me decían, “¿esa foto es del zoológico no?” Eran niños de 7 años.
¿Cómo vamos a cuidar nuestro planeta, cómo vamos a lograr que haya conciencia de verdad sobre el cambio climático si ni siquiera un niño se puede imaginar un oso polar en su hábitat?
¿Qué es lo quieres transmitir a esos niños y a los universitarios que escucharán tus charlas en Querétaro?
Creo que la fotografía juega el papel más importante, creo que los fotógrafos podemos traer más cercanamente eso que está a muchos kilómetros lejos con ecosistemas tan diferentes a los que tenemos aquí.
Y la fotografía ha evolucionado de tal forma que te permite sentir, si tienes una buena fotografía, que los estás tocando, sentir esa conexión.
Además, los jóvenes de ahora son muy visuales, están acostumbrados a eso.
Mi deseo más grande es que la gente aún cuando no haya visto un oso sienta la necesidad de que los tenemos que proteger, que necesitamos proteger esto por el simple hecho de que el que exista es maravilloso.
Lo que yo quisiera trasmitirles es que tal vez no tenemos al oso aquí, pero que es maravilloso saber que está ahí, que convive en este planeta con nosotros y que tal vez no nos damos cuenta la tragedia que significa que los vayamos a perder.
Y los vamos a perder si no hacemos algo, y un día vamos a decir ‘había osos polares’ o ‘había animales del Ártico’ porque no son los únicos que están en riesgo. Dentro del polo norte están los zorros, están aves que viven en los polos, es todo un ecosistema que vamos a perder.
Y la otra parte importante es que debemos entender que si falta ese ecosistema, si los polos desaparecen, también nosotros vamos a tener problemas aquí.
Esto cuesta entenderlo, pero tal vez con esta pandemia queda más claro, algo que empieza en China en diciembre en pocos meses está en todo el mundo.
Me gustaría que la gente entendiera que si hay deshielo en los polos es como una cadena de dominó que al final nos va a llegar a nosotros.
Si tuvieras que resumir en pocas palabras el mensaje principal de tus fotos, ¿cuál sería?
No amamos lo que no conocemos y a través de la fotografía podemos conocer lo que no tenemos a la vuelta de la esquina.
La fotografía tiene ese poder extraordinario de traer algo que está muy lejos en forma visual para que la persona que está ahí lo vea, lo conozca y lo ame.
Si yo pudiera transmitirle a la gente joven esa sensación de paz extrema que se siente al estar en un lugar en donde no hay cemento, sino naturaleza, sea bosque o tundra o desierto, la forma natural de nuestra Tierra.
Cuando haces esa conexión con la naturaleza esto te genera una paz interna que tal vez no la hayas sentido nunca. Eso es lo que necesita la humanidad y los jóvenes necesitan conocer eso.
Ellos son los que van a poder cambiar el futuro, y decir no más.
Es como les digo a ellos, de verdad, no te vayas al centro comercial, vete al bosque un domingo o aquí al parque y vas a ver la diferencia.
O vete a un lugar más lejos, más pristino. En México tenemos una biodiversidad impresionante que yo misma hasta a veces ni conozco, aquí en Querétaro hay lugares pristinos en la Sierra Gorda que son extraordinarios.
La primera vez que se te aparece una especie no humana y no en cautiverio es una sensación única.
¿Cómo mantienes la esperanza ante la falta de avance en el tema del cambio climático?
No te voy a negar que me cuesta mucho trabajo, que he tenido momentos de perder la esperanza.
Lo que me da esperanza es que a pesar de que hemos perdido mucho todavía hay mucho por salvar.
No podemos pensar en lo que ya perdimos, tenemos que pensar en lo que tenemos que salvar.
Y hay muchos fotógrafos que venimos de diferentes disciplinas, algunos son ecólogos o expertos en temas de conducta animal, pero también estamos otros que nos dimos cuenta que no estábamos llenos, que no teníamos plenitud y que había que buscarla en otro lado.
No quiere decir que mi trabajo en el laboratorio no me guste, claro que me gusta mucho, pero a mí me faltaba algo y cuando encontré ese algo en la naturaleza me completé.
Y eso es lo que me da esperanza. Que si lográramos poco a poco atraer a la población hacia esos lugares es bien difícil que no conecten y si conectan cambian.
La otra cosa que me da mucha esperanza es que los ecosistemas que se han ido perdiendo, con la intervención humana positiva se recuperan a una velocidad impresionante.
Por ejemplo, en Yellowstone, al regresar los lobos a su hábitat se regeneró todo un ecosistema.
Eso es lo que me da esperanza, eso es lo que me dice sí se puede.
Cuando salgo a fotografiar esos lugares en la naturaleza y regreso, me digo a mí misma, no podemos dejar perder esto, no podemos dejar que se pierda.
Sigue aquí toda nuestra cobertura del festival Hay.
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