¿Quién fue el hombre que le puso punto final al imperio romano?
Conocemos la vida y obra de varios de los emperadores del influyente imperio pero ¿sabes quién fue el que derrotó a quien se convertiría en el último emperador y decidió no asumir ese trono?
Sabemos mucho del imperio que floreció desde Roma, y no es de extrañar. En su apogeo, se extendió desde la Península Ibérica hasta el norte de África y Mesopotamia, lo que la convirtió en una de las mayores potencias de la historia mundial.
Su legado, particularmente en el mundo occidental, se mantiene abierto y discretamente presente, incluso a través de algo que murió, el latín, esa lengua que sigue viva en la ciencia, el derecho, la religión y hasta en el fondo de nuestro idioma y otros.
Nos fascinamos ante sus monumentales obras y contamos y recontamos sus historias, tanto que personajes como Calígula o Nerón casi no requieren presentación y cuando empiezas a escribir la palabra “decadencia” en Google, es muy probable que lo que te aparezca como primera opción sea “del imperio romano”.
Pero, ¿quién acabó con tan grandiosa hegemonía? ¿Quién depuso a su último emperador?
Curiosamente, la respuesta no es fácil. Aunque hay alguien que aparece en muchas fuentes como el responsable, su nombre usualmente va acompañado con frases como “tradicionalmente considerado como el hombre que…”.
¿Por qué?
Si preguntas cuál fue el primer emperador romano, la respuesta es clara, y eso que al sujeto se le conoció con muchos nombres -Octavio, César, Venerable…- : Augusto, quien gobernó del 27 a.C. hasta 14 d.C., el reinado más prolongado de la historia del imperio.
Pero si preguntas cuál fue el último emperador, las cosas se complican.
Aunque ocurrió en el pasado y contamos con información, es historia, de manera que, afortunadamente, está sujeta a interpretación.
Si te fueras a los extremos podrías hasta decir que el último emperador es el papa Francisco, quien ostenta uno de los muchos títulos de los emperadores del Imperio Romano –Pontifex Maximus-, gobierna el Vaticano, que está en Roma, habla latín y sigue teniendo una tremenda influencia que desborda sus fronteras.
Pero esa no es una propuesta que ningún historiador serio defendería.
Sin embargo, hablando de pontífices máximos, ¿recuerdas que el día de Navidad del año 800 de nuestra era, el papa León III coronó a Carlomagno, el rey de los francos, como emperador del “Sacro Imperio Romano”? O más exactamente “Carlos, el más sereno Augusto, coronado por Dios, gran y pacífico emperador, que gobierna el imperio romano”.
Persistía la idea de un Imperio romano universal y eterno, y si uno aceptara ese sacro imperio como su resurrección, Francisco II sería tanto el último emperador como el hombre que le puso punto final al imperio, pues ascendió al trono como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1792, pero disolvió ese imperio en 1806 y se quedó como Francisco I de Austria.
Así, puedes divertirte un rato largo encontrando pretendientes al título del “último emperador”, pero la cuestión que realmente divide a los expertos es cuándo consideran que cayó el imperio romano.
Este-oeste
Como había ocurrido anteriormente, tras la muerte de Teodosio I el Grande en 395, el imperio que él había reunificado, se dividió: su hijo Arcadio fue su heredero en Oriente y su otro hijo, Honorio, en Occidente.
Lo que nadie sabía en ese entonces era que sería la última vez: el imperio jamás volvería a ser gobernado por un sólo emperador.
No sólo eso. Los destinos de las cada porción fueron marcadamente distintos. Mientras que al oeste no le quedaba mucho más de 80 años de vida, el Imperio Romano de Oriente perduró, con sus textos antiguos, su perspectiva clásica y su sociedad imperial, durante otros mil años.
Su capital era Nueva Roma, que con el tiempo fue mejor conocida como Constantinopla (hoy Estambul, Turquía).
Había sido refundada por emperador Constantino I el Grande en 330 en la entrada del Bósforo, donde estaba la ciudad griega Bizancio.
La importancia de llamarse…
Fue ese antiguo nombre, que se siguió usando por mucho tiempo como gentilicio de los habitantes de Constantinopla, el que inspiró al historiador alemán Hieronymus Wolf a crear la expresión “Imperio bizantino” en 1557, un término que se popularizó en el siglo XVIII.
Esa denominación habría sido ajena para los contemporáneos de ese imperio, particularmente para su gente, que se consideraba romana y para la cual sin duda alguna era el “Βασιλεία Ῥωμαίων” o “imperio de los romanos”, incluso después de la caída del oeste.
Y con razón: su historia y sus instituciones gubernamentales indiscutiblemente se podían rastrear hasta el antiguo Imperio romano con una continuidad directa.
Así que aquello de llamarlo imperio bizantino es algo moderno.
Y también polémico.
Si bien el término es utilizado por historiadores sin intenciones negativas y por razones perfectamente válidas para nombrar al imperio que siguió gloriosamente en píe tras la caída de Roma, ha sido controvertido pues en momentos fue eco del rechazo histórico de Occidente a la porción oriental del imperio, así como de la actitud despectiva hacia ellos (¿has oído conversaciones descalificadas como “discusiones bizantinas”?).
Entonces…
Si reconocemos al bizantino como la continuación legítima del Imperio romano, tenemos una posibilidad para el título de su último emperador y un hombre como el encargado de terminar con él.
Las fronteras del Imperio romano de Oriente se expandieron y contrajeron continuamente a lo largo de los siglos debido a la presión de sus numerosos enemigos.
En 1453, el imperio sobre el que regía el emperador Constantino XI era poco más que Constantinopla.
La ciudad, y él, caerían el 29 de mayo tras una épica batalla contra las numerosas y mejor equipadas fuerzas turcas musulmanas.
Cuando el sultán Mehmet II entró en la ciudad en un caballo blanco, marcó el final de mil años del Imperio bizantino.
Fue el fin del mundo clásico y la coronación de un Imperio Otomano que duraría hasta 1922.
Pero si eres de los que opinan que el Imperio bizantino fue tan longevo y valioso que es digno de apropiarse de su historia, sin importar su estrecho vínculo original, y que el imperio romano sin Roma no tiene sentido, entonces el final de este cuento es otro.
¿Romulus Augustus?
En septiembre de 476 d.C., el imperio romano en Europa occidental, el superestado centralizado que había existido durante 500 años, pero que se había estado derrumbando bajo las invasiones de vándalos, ostrogodos y visigodos, dejó de existir.
El emperador romano de Occidente que había gobernado los dominios del imperio durante poco más de 10 meses fue depuesto por un príncipe germánico.
Rómulo Augusto había sido puesto en el trono imperial después de que su padre, el aristócrata y político romano Flavio Orestes, obtuviera el control del ejército romano occidental en 474, y usara su poder para destituir al emperador Julio Nepote.
Como apenas tenía alrededor de 14 años de edad y el imperio estaba en tan mal estado, muchos se referían a él no como Romulus Augustus sino Romulus Augustulus, que significaba ‘pequeño Augusto’ o ‘Momyllus‘, que significa ‘pequeña desgracia’.
En el 476, las tropas de las tribus germánicas orientales de hérulos, turcilingi y esciros se unieron para rebelarse contra Rómulo y el gobierno de su padre, bajo el liderazgo de Odoacro, también conocido como Odovacar.
El 23 de agosto de 476, Odoacro se proclamó primer rey de Italia.
Orestes fue capturado y ejecutado. Rómulo fue depuesto pero Odoacro no lo ejecutó, según la leyenda, porque lo consideró muy joven para morir, sino que lo exilió en un castillo del sur de Italia.
Así que el hombre tradicionalmente considerado como el último emperador del Imperio romano de Occidente sería Rómulo Augusto, y quien tradicionalmente se considera que le puso fin al imperio es Odoacro.
Sin embargo…
Constantinopla nunca reconoció a Rómulo como emperador legítimo de Occidente.
Para el emperador Zenón del Imperio romano de Oriente, Julián Nepote siguió siendo el regente, algo que Odoacro no aceptó.
El objetivo de Odoacro era mantener la administración de Italia en sus manos mientras reconocía el señorío del emperador oriental.
Eso se volvió en su contra cuando Zenón nombró rey de Italia al rey ostrogodo Teodorico, en 488, para evitar que los ostrogodos atacaran el Imperio de Oriente.
Teodorico invadió Italia y para 490 ya había capturado casi toda la península, lo que obligó a Odoacro a refugiarse en Rávena. La ciudad se rindió en 493; Teodorico invitó a Odoacro a un banquete y allí lo asesinó.
El caso es que, desde el punto de vista del Imperio romano de Oriente, el último emperador de Occidente fue Julián Nepote, quien fue destituido por Orestes…
…sólo que Orestes no tenía la intención de disolver el Imperio romano, ni lo hizo de mano propia.
¡Y parecía una pregunta tan sencilla!
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