Nada los detiene: latinos emprededores en plena pandemia
Angelinos logran lanzar con éxito sus negocios con mucho sacrificio y a pesar de la crisis
Alex Uriostegui se llena de emoción al recordar el momento en el que vio terminado el primer frasco de Salsa Brava, luego de meses de trabajo, sacrificios y fracasos.
“La primera vez que vi el proyecto finalizado, me sentí muy orgulloso de mí mismo, de sentir que realmente pude lograrlo… Me siento un campeón por haber logrado algo que me costó mucho; días y noches de entrega”, dice conmovido hasta las lágrimas el mexicano de 28 años de edad.
Hace un mes, lanzó al mercado una salsa “picosita” al mejor estilo azteca con una receta que le llevó meses perfeccionar, pero que ha sido su salvavidas luego de perder su trabajo como banquero el último abril a causa de pandemia por el COVID-19.
“Cuando te ves en dificultades económicas es cuando más ves la necesidad de hacer algo y lo que hacemos normalmente por ser latinos, por ser mexicanos, es ir a buscar un trabajo y lo hice, pero hubo rechazos porque los negocios estaban cerrando”, explica Alex.
“En ese momento es cuando me comuniqué con Dios y le pedí mucho que me inspirara y me diera esas ganas de realmente hacer algo grande”.
Con una fe inquebrantable decidió convertir en realidad un proyecto que llevaba meses planeando en su mente y en su cocina, pero que logró a base de esfuerzo y disciplina.
“Me empecé a educar, empecé a agarrar libros de educación financiera, libros de motivación, podcasts, en pocas palabras con la ayuda de Dios y la disciplina di el primer paso a hacer esto”, afirma el joven residente de Placentia, una ciudadl del condado de Orange.
La creación de la salsa no fue sencilla, tuvo que intentarlo muchas veces antes de lograr ese sabor que convierte a este producto no sólo en un aderezo, también en un condimento para adobar cualquier tipo de comida.
“Tiré muchos frascos, lo hice mientras nadie me observaba”, confiesa Alex, quien descubrió su pasión por la tradicional salsa macha en una reunión de amigos, luego de probar una salsa que la madre de uno de ellos había traído desde Monterrey.
Un producto artesanal
El hogar de Alex, su esposa Tatiana y su hijo Gareth, de 4años, se ha convertido en la zona de creación de la Salsa Brava, que viene en dos modalidades: picante y más picante. Allí, Alex se encarga de todo el proceso desde la receta, 100% casera, hasta el empaque y la distribución para asegurar el éxito de su marca, Valente, en honor a quien considera su segundo padre Evelio Valente.
El objetivo de Alex es triunfar con su sazón para dedicarle sus logros a su padre Alejandro Uriostegui.
“Cuando yo llegué a este país vi el sufrimiento de mi papá. Él lo perdió todo junto a mi mamá [Griselda Ríos]… Y quiero lograr todo esto por él, es un regalo para mi papá, por que ha batallado mucho”, agrega.
Salsa Brava ya está disponible en algunos supermercados de la ciudad de Anaheim como Francisco’s Meat y La Valentina Market, así como en las redes sociales de Salsa Valente, pero entre los planes de Alex está convertirse en una marca reconocida en el mundo y ya cuenta con dos inversionistas dispuestos a apoyar su proyecto.
Concluye diciendo, con la fe intacta, que su salsa se convertirá en la “más reconocida” de su amado México.
Loroco Bistro puede contra todo
En pasado marzo, Daniel Antonio Cruz y su esposa Milagros de la Cruz Tévez terminaron la remodelación de su nuevo restaurante, Loroco Bistro.
Estaban listos para abrir las puertas de un sueño para que el se habían preparado por años, cuando la pandemia acabó con sus planes y se ordenó el cierre inmediato de todos los establecimientos comerciales.
“Siempre tuvimos ese sueño de abrir un restaurante, nunca nos imaginamos en la situación que nos íbamos a encontrar. Nosotros escuchábamos sobre la pandemia, pero como eso era al otro lado del mundo, nunca pensamos que llegara a afectar tanto a este país y decidimos avanzar en el proyecto”, recuerda Daniel, originario del municipio de Soyapango, en El Salvador.
Con su experiencia trabajando como chef en otros restaurantes y la de su esposa que es mesera estaban listos para empezar una nueva etapa, pero el COVID-19 los obligó a frenar sus planes.
“Nos quedamos con el negocio remodelado, pero cerrado”, explica el hombre de 37 años de edad.
Sin embargo, el deseo de ver Loroco Bistro sirviendo tradicionales platillos salvadoreños los hizo mantenerse al pie del cañón y hace tres meses lograron inaugurar su restaurante.
“Para ser sincero son muchos ahorros invertidos, con la ayuda financiera del hermano de mi mujer, pero sí nos ha golpeado mucho [la pandemia], fue muy difícil durante tres meses, pero gracias a Dios cuando abrimos el restaurante, como por arte de magia empezó a llegar la gente”.
El buen recibimiento del establecimiento en la ciudad de Whittier, al sur del condado de Los Ángeles, le ha permitido a esta pareja salir adelante en tiempos inciertos.
“Anímicamente fue duro, pensamos en abandonar el proyecto y dedicarnos en otra cosa, buscar trabajo en otro rubro, pero las ganas de salir adelante pudieron más”.
Daniel agrega que hoy están llenos de esperanza con su negocio y felices de poder ofrecer a su clientela las tradicionales pupusas, el plato estrella de su menú.