El voto sí importa, sobre todo en momentos de crisis institucional
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America's Voice
El lamentable deceso de la jueza liberal de la Corte Suprema de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, trajo a mi memoria escenas que presencié como corresponsal en Washington del diario La Opinión el 11 de diciembre de 2000, cuando el máximo tribunal escuchó los argumentos del caso Bush v. Gore en la elección presidencial de ese año. La noche del 12 de diciembre el Supremo emitió su fallo deteniendo el recuento de votos en Florida y otorgando la presidencia al republicano George W. Bush en la elección ante el demócrata Al Gore.
La división de los bandos y las cosas que se gritaban, que al compararlo con lo que ha pasado durante la presidencia de Trump, parece ahora un juego de niños, se me quedó grabada primero por lo histórico de la situación y, segundo, porque me demostró el enorme poder que tienen las decisiones de la Corte Suprema en nuestras vidas; incluso, como en este caso, decidiendo una elección presidencial por un voto, en un fallo 5-4.
Bader Ginsburg fue una de los cuatro jueces que disintieron en el histórico fallo. Otro de esos cuatro jueces, John Paul Stevens, escribió que “aunque nunca sabremos con total certeza la identidad del ganador de la elección presidencial de este año, la identidad del perdedor es perfectamente clara. Es la confianza de la nación en el juez como guardián imparcial del estado de derecho”.
Veinte años después estamos en el umbral de una elección que promete traer cola, ya que el presidente Donald Trump anda pregonando a los cuatro vientos que los demócratas se la quieren “robar” mediante “fraude electoral”, aunque sea él mismo quien le esté pidiendo a la gente violar la ley votando dos veces, por correo y en persona. Lo más irónico es que sea el propio Trump quien nomine al sucesor o a la sucesora de una jueza liberal que ha dejado su marca en tantos casos que pasaron por el Supremo, y en tantos otros que defendió ante el mismo tribunal, como una abogada cuyo norte era la igualdad de derechos de las mujeres y de otras minorías en un mundo dominado por hombres blancos. Y que incline a su favor el balance ideológico del máximo tribunal que potencialmente escucharía un caso de impugnación de los resultados electorales, si se llegara a ese punto.
Como si ya no hubiese suficiente división en el país, división instigada por Trump para fines electorales, ahora le agregamos la batalla por la nominación al Supremo en medio de la pandemia que el presidente fracasó en manejar, pero que ahora ha pasado a un segundo plano ante el drama de la nominación a poco más de 40 días de las elecciones generales en persona, porque ya el voto adelantado y ausente o por correo está en curso.
Sucede que las elecciones tienen consecuencias. Es algo que ya deben haber entendido quienes en 2016 se quedaron en casa porque Hillary Clinton no les gustaba como candidata y pensaron que de todos modos le ganaría a Trump sin su apoyo. Muchos de esos llevan casi cuatro años lamentándose de los atropellos de Trump, pero ahora dicen que Joe Biden no los entusiasma. Es decir, prefieren otros cuatro años de atropello porque el candidato demócrata no llena todas sus expectativas.
Ahora Trump se apresta a nombrar a un tercer juez, o en este caso posiblemente una jueza al Supremo de tendencia conservadora, que inclina el balance ideológico del máximo tribunal con el potencial de revertir leyes que nos impactan a todos los niveles.
Si usted tiene cobertura médica gracias al Obamacare, incluso muchos republicanos que se han beneficiado de la ley, eso estaría en peligro porque la administración Trump está empeñada en dar al traste con la Ley de Cuidado Médico Asequible (ACA), mejor conocida como Obamacare. Del mismo modo, leyes que tienen que ver con inmigración, refugiados, el derecho al aborto, protecciones laborales, protecciones de derechos civiles de minorías, de mujeres, de la comunidad LBGTQ, la igualdad de derechos de las mujeres, la discriminación por género o en todas sus manifestaciones, los matrimonios del mismo sexo, el cambio climático, las leyes electorales. La lista de los asuntos que podría considerar y alterar una Suprema Corte de mayoría conservadora es larga y debería importarle.
La próxima vez que diga que le tiene sin cuidado a quién se nomine al Supremo recuerde que las decisiones de ese tribunal impactan muchos asuntos de sus vidas.
Y la próxima vez que piense que su voto no importa y no tiene consecuencias, mire quién es presidente ahora y recuerde que puede quedarse cuatro años más si quienes pueden votar no lo hacen.
Porque no ejercer su derecho al voto tiene serias consecuencias.