La doble vida de la asistente de Manuel Contreras, cerebro de las desapariciones forzadas en Chile
Ella dice que es inocente, pero la Justicia chilena la reclama por su participación en el secuestro, tortura y asesinato de la cúpula del Partido Comunista durante la era Pinochet
Cuando Lissette Orozco y toda su familia fueron a buscar a Adriana Rivas al aeropuerto de Santiago, en Chile, se toparon con una sorpresa nada agradable.
“La tía Chany”, como le decía Lissette a su tía favorita -la que vivía en Australia y que cada vez que llegaba venía llena de regalos e historias divertidas- no salió llena de maletas como era habitual.
Tardó muchísimo. Y cuando salió, lo hizo escoltada por hombres que la subieron a un auto y se la llevaron.
Lissette miró para todos lados, desesperada, pero nadie se extrañó. Más bien un silencio condescendiente, de resignación, inundó el lugar y a los familiares que la acompañaban.
Era 2007 y fue entonces cuando la joven de 19 años supo que la tía Chany ocultaba algo. Le ocultaba algo.
En esa época Lissette estaba empezando a estudiar cine y su olfato, como ella misma cuenta, la empujó a tomar la cámara.
No se equivocó.
De secretaria a acusada
Para el golpe de Estado de 1973 en Chile, que terminó con el gobierno democráticamente electo de Salvador Allende e impuso uno militar, liderado por el general Augusto Pinochet, Adriana Rivas estudiaba secretariado ejecutivo bilingüe.
Quería ser veterinaria y había quedado en una universidad fuera de Santiago, pero como su padre no la autorizó a estudiar fuera, se metió al instituto.
Apenas meses después del golpe y sin haber terminado sus estudios, Rivas fue reclutada para un cargo en el ministerio de Defensa.
En el papel, era secretaria de la Dirección Nacional de Rehabilitación. Pero en la práctica, trabajaba para la naciente Dirección Nacional de Inteligencia, DINA, que operó en Chile entre 1973 y 1977.
Décadas después se comprobaría que el organismo fue el responsable de la tortura, muerte y desaparición de miles de personas durante el régimen militar.
Allí llegó Adriana, inicialmente como secretaria de varios militares, incluido el propio Manuel Contreras, el hombre fuerte de Pinochet en labores de inteligencia y coerción.
“Como yo sabía inglés, me pusieron a traducir lo que llegaba en microfilm, todos los mensajes entre bandos comunistas que se pillaba en los allanamientos”, cuenta la propia Rivas ante la cámara de Lissette, que juntó toda su investigación en el documental “El pacto de Adriana”.
Y siguió traduciendo hasta que salió un memo interno que llamaba a mujeres a inscribirse para hacer un curso de agente de inteligencia.
“Yo había leído un montón de libros de Leon Uris que trata mucho de agentes árabes y dije, por qué no”.
Nadie de su familia imaginaba entonces que la extrovertida y sonriente “Chany” se convertiría en una agente de inteligencia acusada de ser una de las más crueles y despiadadas dentro de un grupo de Elite de la Dina.
La “Brigada Lautaro” fue la encargada del desmantelamiento y desaparición de la cúpula del Partido Comunista, según consta en la investigación judicial.
Pero Rivas insiste en que nunca golpeó o torturó. Asegura incluso que nunca estuvo con un detenido. Nunca.
“Cuando leí mi caso casi me caí de muerta porque nunca pensé que mis compañeros podían hacer las cosas que declararon”, le dice a su sobrina en el documental.
Insiste en su inocencia desde el living de su casa en Australia, donde regresó fugada en 2011, violando su libertad condicional.
Rivas fue arrestada en Sydney en febrero de 2019. Ahora, una corte australiana dijo que es elegible para ser extraditada de Australia.
“La DINA, los mejores años de mi vida”
La versión de Rivas sobre sus años en la DINA tiene más glamour y menos sangre. Según la mujer, ella trabajaba en misiones de seguridad menores, pero que le dieron la oportunidad de codearse con “la creme de la creme” de la alta sociedad chilena mientras estuvo en la DINA.
“Como yo, gracias a Dios, era bonita, tenía un buen cuerpo, un buen trato, buena modulación, entonces yo tenía clase. Sabía tratar, sabía comer, podía ir a cualquier parte e iba a pasar por uno de ellos“, cuenta en el documental respecto de las decenas de comidas y eventos a los que le tocó asistir.
“¿Por qué te digo que son los mejores días de mi vida? Porque esa parte estaba vetada para nosotros. Esa parte de la vida de los ricos estaba vetada para mí. ¿Tú crees que yo habría podido si hubiese sido secretaria ejecutiva, haber ido a almorzar al Palacio Cousiño? Pero yo la viví, yo estuve ahí”, continúa relatándole a su sobrina.
En la DINA también recibió entrenamientos que distaban bastante de su rol de secretaria: tiro al blanco, defensa personal, maquillaje e incluso actuación.
Rivas trabajó en la DINA de 1973 a 1976 cuando salió el mismo día que uno de sus jefes preferidos: el general Contreras, según le cuenta su sobrina a BBC Mundo.
Pero no todos están de acuerdo en que estas eran las únicas labores que realizaba, mientras otros eran los que se “ensuciaban las manos”.
“Hay una política de la DINA de no dejar a nadie afuera. No te podías quedar mirando, eso genera desconfianza en los otros”, asegura el periodista Javier Rebolledo, autor de “La danza de los cuervos”, investigación periodística que destapó el caso de la Brigada Lautaro.
“Lo que hace que sean guardias pretorianos y que sean tan unidos no es que simplemente digan yo soy súper fiel a ti. Tenían que demostrarlo“, explica.
“El pacto de silencio viene de ahí, no sólo de resguardarse criminalmente, sino que como lo que hicieron es tan horrendo, tan horrendo, que es inconfesable. Es demasiado terrible confesarlo, porque lo invalida como ser humano”, continúa Rebolledo.
Dos viajes, un documental
Desde aquel día en el aeropuerto cuando Lissette descubrió que su tía Chany no era quien ella creía, comenzó a recopilar información y registrar en video el viaje de su tía en primera persona.
No sabía que años después las imágenes se convertirían en un documental que ella misma dirigiría y estrenaría en uno de los principales festivales de cine.
“El pacto de Adriana” acaba de ser estrenado esta semana en el Festival de Cine de Berlín y está siendo exhibida en la categoría “Panorama”, con una muy buena recepción del público.
“Ha sido bastante emocionante”, le dice a BBC Mundo Lissette Orozco, desde Berlín.
El documental muestra en realidad dos viajes. El de Rivas por la justicia, desde el tiempo en que no se conocían detalles sobre su participación, hasta 2014 cuando ya el testimonio de un testigo clave de la investigación la identificó como una de las principales agentes y torturadoras de la brigada Lautaro.
Entrevistado también por Lisette, Jorgelino Vergara, el “mocito”, quien trabajaba como mozo en el cuartel Simón Bolívar, donde operaba la Brigada Lautaro, cuenta detalles de los comportamientos de su tía, a quien en una oportunidad tuvieron que quitarle un detenido porque casi lo mata a golpes.
“No la vi matar gente, pero torturó al extremo de que quedó moribunda. Después llegó la teniente Calderón y le puso el tiro de gracia, una inyección de cianuro a la vena”, dice Vergara.
Su testimonio es imprescindible: ninguno de los detenidos que pasó por Simón Bolívar quedó vivo para denunciarlo.
El segundo viaje es el de la propia Lissette por sus descubrimientos. Desde creerle ciegamente a su “tía regalona”, por la que pondría las manos al fuego y por la que comienza a hacer un documental para contar “su verdad” hasta un final abierto, que muestra a todos los actores y principales protagonistas de la historia de su tía.
Muchos más, según retrata el documental, se inclinan por la visión de la agente de inteligencia y brutal torturadora. Pocos -prácticamente sólo la propia Rivas- por la de la secretaria bonita que hacía trabajos básicos como vigilar en fiestas y revisar domicilios.
“Yo creo que lo central de la película es que es un viaje de la memoria. La memoria que mi tía quiere eliminar y armarse otra; la que yo lucho por rescatar, la de mi bisabuela que no puede evitar olvidar”, le dice Lissette a BBC Mundo.
*Esta nota se publicó originalmente el 16 de febrero del 2017 y fue actualizada el 19 de octubre de 2020 tras la decisión de una corte en Australia de que Adriana Rivas pueda ser extraditada.
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