Pareja de ancianos sale a vender a diario pese a los riesgos de la pandemia

A pesar de sus enfermedades, se lanzan a vender protección para el COVID en un intento por subsistir

Cipriano y Andrea Ayala. (Suministrada)

Cipriano y Andrea Ayala. (Suministrada) Crédito: Cortesía

Sin importar el clima, que durante esta temporada baja hasta los 60 grados sumado a los vientos, el señor Cipriano Ayala, de 80 años de edad, y su esposa Andrea Ayala, de 75, se lanzan a las calles de la ciudad de El Monte todos los días con el objetivo de obtener su sustento.

Don Cipriano contó que padece de cáncer en el cuello, pulmones y riñones, y que además, lo aqueja la diabetes y la artritis.

Mientras que doña Andrea, recibe un tratamiento de diálisis cada noche, tras ser diagnosticada desde hace nueve años con fallo en los riñones; la artritis también la ha dejado sin poder caminar.

Su esposo explicó que debido a que son indocumentados no pueden obtener ayuda del gobierno. Esta situación, los obliga a tener que buscar maneras de seguir ganando dinero.

“Tenemos que trabajar para pagar la renta y las facturas”, dijo el hombre de origen mexicano, asegurando que el monto de su alquiler es de 900 dólares al mes.

Narró que desde que la pareja llegó de México, hace 30 años, ambos han trabajado como vendedores ambulantes, entre otros oficios.

Hace unos tres años se pusieron a vender tamales, elotes y cocteles de fruta afuera de una clínica local de El Monte. No obstante, don Cipriano dice que una vez que surgió la pandemia las autoridades les prohibieron continuar la venta callejera.

“Teníamos [solo] como 200 dólares para la renta y desde ahí nos endeudamos”, dijo. “Ya después de unas seis o siete semanas de no hacer nada [de ingreso], una señora nos dio mascarillas para venderlas y dijo que se las pagáramos cuando pudiéramos”.

Y fue así que desde hace unos meses, la pareja decidió comenzar a colocarse en la banqueta —incluso poniendo de lado el temor de una pandemia activa, que debido a su edad, los pone en alto riesgo.

Don Cipriano aseguró que el primer mes de venta les fue muy bien. Incluso, dice, un día llegaron a vender hasta 300 dólares en protección facial.

Sin embargo, con el tiempo la demanda de mascarillas —que empezaron a ofrecerse por doquier— afectó el pequeño apoyo que tenían como sustento. Hoy han llegado al punto de vender, si es un ‘buen día’, solo 60 dólares y en el peor de los casos, unos 20.

Cipriano Ayala, de 80 años. (Suministrada)

Un proceso a medias

El octogenario narró que él, su esposa y su hija —quien es sordomuda y que en aquel entonces tenía 11 años— huyeron de México hace tres décadas debido a que los querían secuestrar.

Poco después de establecerse en la ciudad de El Monte, comenzaron a buscar una forma de legalizar su situación migratoria en Estados Unidos.

“Yo tenía las pruebas del secuestro y todo y un abogado me ayudó a comenzar mi trámite pero después desapareció y ya no supe de él”, contó en una entrevista con La Opinión.

Agrega que luego de ello, fue con otro abogado para seguir el trámite pero una vez que estuvieron frente a la juez su residencia les fue negada. Aparentemente la hija no contestó bien las preguntas.

Para ese entonces, don Cipriano ya había obtenido un número de Seguro Social y su licencia de conducir. Sin embargo, la tarjeta de residencia legal nunca le llegó ni a él ni a nadie de su familia.

La familia Ayala presentó una apelación de su caso pero lo único que recibieron fue un CD con todos los documentos de su proceso. Ahora don Cipriano espera poder encontrar algún abogado que pueda ayudarlos con su caso.

“Yo ya tengo 80 años, mi esposa está muy enferma. Necesito jubilarme. Yo sé que no nos darían mucho pero por lo menos es algo… Sin la residencia no podemos hacer nada”, expresó afligido.

Agrega que su hija, quien se encarga de conectar a su madre a una máquina todos los días de 8:00 p.m. a 6:00 a.m., para que reciba su tratamiento de diálisis mientras duerme, no puede recibir un salario como cuidadora por la falta de documentos.

Ayuda de desconocidos

Don Cipriano dijo que él y su esposa son muy precavidos cada vez que llega un cliente a su puesto. Utilizan el desinfectante de manos con frecuencia y tocan el dinero con cautela.

“No tenemos miedo al contagio porque sabemos que Dios nos tiene en sus manos”, indicó.

Cuando él tiene que ir a la clínica para hacerse sus tratamientos del cáncer deja a su esposa a cargo de las ventas.

En una ocasión, contó, llegó una señora a comprar mascarillas y cuando le pidió a doña Andrea que se las enseñara, ella le dijo que no se podía levantar de la silla de ruedas en la que se transporta.

Posteriormente le contó su historia y la clienta conmovida por la situación de la pareja de ancianos decidió abrirles una página en el portal de GoFundMe y llamar a los medios de comunicación para abogar por ellos.

El inmigrante asegura que seguirá luchando junto a su esposa hasta que tengan fuerzas. Después de todo, dice, fue diagnosticado de cáncer hace nueve años —poco después del diagnóstico de su esposa— y solo le daban un año de vida.

“Se me quita y me regresa, es incurable mi cáncer pero aún sigo aquí”, indicó.

La pareja vende se coloca en la intersección de Peck Rd y Forest Grove St. en El Monte.

Si desea ayudarlos puede visitar su página de GoFundMe en: https://www.gofundme.com/f/cipriano-y-andrea-cuenta-medica

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