Celebran Acción de Gracias con la tranquilidad de un estatus migratorio
En medio de la pandemia de COVID-19, algunos inmigrantes consiguen el asilo, la residencia permanente y la ciudadanía
José Ángel Salas tiene un doble motivo para agradecer este Día de Acción de Gracias, marcado por el repunte de casos de COVID-19 por todo el país.
“Este año, conseguí mi ciudadanía estadounidense después de décadas de angustia por ser indocumentado y hasta por cargar una deportación sobre mis espaldas. Así que éste es mi primer Día de Acción de Gracias como ciudadano”, dice.
Pero además está agradecido porque su padre José Salas Ochoa de 96 años, logró vencer el coronavirus que lo atacó entre mayo y junio.
“Mi padre duró 10 días enfermo. Pensamos que por su edad no la iba a librar. No tomamos en cuenta que tiene mucha fortaleza. Fue mejorando hasta que salió negativo en el examen de COVID”, dice José Angel.
Fue en enero de este año cuando el inmigrante de origen mexicano logró naturalizarse. Le correspondía por derecho, ya que su nonagenario padre nació en el estado de Nevada. La ley de migración indica que los hijos de ciudadanos de los Estados Unidos pueden recibir la ciudadanía independientemente del lugar en donde nacieron, pero muchos no lo saben.
En 1972, José Ángel entró al país como indocumentado. En 1985, obtuvo la residencia por una petición de su padre. Ese mismo año la perdió por un delito de drogas; y en 2001, al cumplir su condena, fue deportado a México. Sin embargo, de inmediato regresó al país de manera indocumentada; y así vivió por 19 años hasta que en 2016, Donald Trump se lanzó de candidato a la presidencia de Estados Unidos. La incursión de Trump a la contienda presidencial fue como un latigazo que lo movió a buscar ayuda legal. Cuatro años más tarde, en enero, le concedieron la ciudadanía.
“Hoy vamos a celebrar con toda la precaución que requiere la situación que vivimos por la pandemia. Estaremos los 7 hijos reunidos con mi padre y mi mamá que ya anda en los 90 años. Nos todos sus 30 nietos y bisnietos van a poder estar presentes por la crisis de salud”.
La verdad – dice – hay mucho de qué dar gracias. “Volví a nacer cuando me dieron la ciudadanía de EE.UU. y ver a mi padre ganarle la batalla a COVID-19, no tiene precio. Ya en 2015 derrotó un cáncer de huesos”.
Residencia permanente
Alicia Baca, una inmigrante de Honduras reconoce que este Día de Gracias, lo vive en medio de sentimientos encontrados.
“Estoy muy agradecida porque en enero después de una lucha de décadas, un juez de migración me otorgó la residencia permanente sin salir del país”, dice.
Pero también admite que su felicidad no es completa porque en enero, se cumplirá un año desde que el juez le dio la residencia, y aún no recibe la tarjeta.
“No voy a cantar victoria hasta no tener el plástico. Ustedes saben cómo es la migración. No me vayan a salir con otra cosa. Estoy muy preocupada, aunque el abogado Sergio Siderman me dice que no debo estarlo porque ya el juez me aprobó la residencia; y es cuestión de tiempo para que reciba la tarjeta de plástico que se han atrasado por la pandemia”.
Alicia emigró en 1990 a los Estados Unidos cuando tenía 40 años. En la actualidad, ya ha alcanzado los 70 años de edad.
“Gracias a Dios, mi esposo y yo hemos estado bien de salud, cuidándonos y protegiéndonos mucho, lo más que podemos de COVID. No hemos ido a ninguna reunión o cumpleaños”.
Disfrutará la cena de Acción de Gracias con su esposo, su hija, su yerno y nietos. “Lo bueno que vivimos en el mismo edificio, y no tenemos que trasladarnos a ningún lugar para convivir este día”.
Asilo político
Elizabeth Espinoza, una mujer transgénero de 27 años que escapó del acoso y maltrato que sufrió desde niña en México, disfruta su primer Día de Acción de Gracias protegida con el asilo político que un juez le otorgó en febrero.
“Cuando me dieron la noticia empecé a llorar de gusto. Me sentí muy contenta. Ahora estoy contando los días para solicitar mi residencia. Me faltan tres meses”, afirma.
Elizabeth salió de México hace cuatro años después de sentirse rechazada y agredida hasta por su propia familia.
“Era algo muy triste. Yo nací hombre, pero desde que estaba en el kinder me sentía y actuaba como una mujer. La gente se burlaba de mí, y mi mamá me metía a la casa y me golpeaba”, dice.
Ese maltrato la hizo encerrarse y callar. Sus propios hermanos – dice – la golpeaban. “Me tenía que vestir de hombre para que mi familia no se avergonzara de mi”.
Pero ya con el asilo político, su vida ha dado un vuelco. “Me siento más tranquila. Antes era mucho estrés. Vivía con el miedo a ser deportada”.
Elizabeth disfrutará la cena de Acción de Gracias con su esposo Luis Alberto Espinoza con quien cumplió un año de casada en agosto. “Vamos a comer jamón con papás”, dice.
Y reconoce que en ocasiones, todavía le cuesta trabajo creer que ya está protegida con el asilo político; y que muy probablemente para el Día de Acción de Gracias de 2021, ya será residente de EE.UU.