Menores migrantes ‘botados’ a su suerte
David Torres es asesor de medios en español de America's Voice
Convertidos en el epicentro de una de las batallas políticas más candentes del momento en Estados Unidos, los menores migrantes no acompañados son, evidentemente, un síntoma inequívoco de la descomposición socioeconómica e institucional de las regiones más empobrecidas de donde provienen. Pero no solo eso, pues su presencia también pone en evidencia el tipo de sociedades de destino que eligen para sobrevivir, en donde no siempre han encontrado el refugio que esperaban.
Pero en lugar de emitir juicios de valor en torno a la decisión casi in extremis que miles de padres de familia toman al lanzar a sus hijos solos hacia un camino lleno de vicisitudes rumbo a un mejor espacio geográfico, convendría detenernos a echar un vistazo a la realidad que representan esos desplazamientos y a los que al parecer, lamentablemente, nadie ha querido poner una solución humanitaria, permanente, ni efectiva.
Ellos ?esos menores migrantes que los medios de información han convertido ahora en “noticia”? forman parte de todo un indetenible desplazamiento humano a lo largo de las décadas y que, ahora mismo, junto con otros migrantes internacionales de diferentes edades y orígenes, representan el 3.6% de la población mundial, unos 281 millones de seres humanos en busca de un mejor futuro fuera de sus países, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Ese dato es significativo si se compara con la cifra alcanzada en 1990, cuando se contabilizaban 128 millones de migrantes internacionales, tres veces más de lo que se calculaba en 1970, según la OIM.
Por otro lado, las cifras más específicas en torno a los menores migrantes revelan una realidad un tanto cuanto más sobrecogedora, cuando se sabe que la cantidad de seres humanos de 19 años o menos que actualmente no viven en sus naciones de origen por causa de la migración es de 40.9 millones, en comparación con los 29 millones registrados en 1990, de acuerdo con información del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Esos jóvenes de 19 años o menos representan el 14.6% de la población migrante total, según el DAES, o el 1.6% de todos los niños del mundo.
Pero el fenómeno que en los años recientes realmente ha sobrecogido y alarmado por la vulnerabilidad en que se coloca a los menores migrantes es su arribo a una frontera sin sus padres, ni custodios, ni tutores legales. Simplemente solos.
Y las cifras van variando: según UNICEF en 2015-2016 “hubo 5 veces más niños que migraron solos que en 2010-2011” en el mundo. Pero específicamente en la frontera México-Estados Unidos, la Patrulla Fronteriza detuvo en 2014 a casi 70,000 niños no acompañados; en 2015, a unos 40,000, mientras que 60,000 en 2016. Y de todos esos menores no acompañados en 2016, el 61% eran de El Salvador y Guatemala.
La terrible experiencia de los menores no acompañados durante el gobierno anterior habla por sí sola, cuando la política de separación de familias en la frontera significó un duro golpe a miles de niños que dejaron de ver a sus padres durante largos e infinitos meses, y aún hoy la reunificación familiar es un asunto pendiente. De hecho, el equipo especial del actual gobierno que está encargado de la reunificación informó recientemente sobre el hallazgo de más de 5,600 posibles archivos de menores separados de sus padres.
En tanto, los casi 19,000 menores detectados en marzo pasado, 10,000 más que en febrero, son apenas una parte de los más de 170 mil inmigrantes detenidos en la franja fronteriza, la mayoría de los cuales resulta deportado de Estados Unidos, según cifras oficiales. Esto, a pesar de los esfuerzos de la presente administración por proveer albergues a los niños migrantes, improvisando instalaciones para hacerse cargo de ellos con humanidad y respeto.
Es decir, no solamente ha habido un notable incremento en la necesidad humana de salir de un país determinado para lograr un mejor nivel de vida en otro, sino que ha puesto en evidencia, año tras año y décadas tras década, que las causas de raíz son siempre las mismas: falta de oportunidades, bajos salarios, violencia extrema, guerras internas, corrupción, pobreza, fenómenos naturales, etcétera. De tal modo que no es la migración lo que se debe condenar, sino el origen de esos éxodos interminables que nos están diciendo todo el tiempo que tanto gobiernos locales como internacionales han preferido cerrar los ojos frente a esa realidad, antes que resolverla.
Pero toda esta parafernalia numérica representa seres humanos con nombre y apellido, como el caso del pequeño nicaragüense Wilton Gutiérrez, de 10 años de edad, quien por fortuna fue hallado mientras caminaba solo en la inhóspita frontera. Sus palabras forman ya parte de la historia de los inmigrantes: “¿Me puede ayudar? Es que yo venía con un grupo de personas y me dejaron botado y no sé adónde están… Yo vengo porque si no dónde me voy a ir. Tal vez me pueden robar, secuestrar o algo… tengo miedo”.
Cuán difícil debe ser una situación familiar particular, como para tomar una de las decisiones más difíciles de un padre o una madre. Pero esa no es excusa moral, sino una realidad que analizar para entender y resolver de manera urgente, pues solo quien se ha visto en una situación tan complicada como esta entenderá a esas familias que lo arriesgan todo.