El dragón fumador

El humo de segunda mano es igual de dañino para las personas que permanecen cerca de alguien que consume cigarrillos

Fumar no solo es dañio para la persona que practica este hábito sino también para quienes están a su alrededor. / foto: Getty.

Fumar no solo es dañio para la persona que practica este hábito sino también para quienes están a su alrededor. / foto: Getty. Crédito: Getty Images

¿Cómo me afectó el fumar durante mi juventud? ¿Qué es el humo? ¿Acaso es un vapor? ¿O quizás será el resultado de los sueños rotos? Curiosamente, estas fueron algunas de las preguntas que me hice cuando me tocó tomar una clase sobre el desarrollo infantil en 2006.

Esta clase me hizo abrir los ojos sobre algunas circunstancias de mi vida que viví a edad temprana. Por primera vez, sentí que se me había caído un velo de los ojos mientras hacía una profunda reflexión interior de mi vida.

Soy una mujer transgénero. Nací en la ciudad de Calexico, California, en 1980 -una época de crisis económica para mis padres jóvenes. Crecí en un barrio pobre en la ciudad que está localizada del otro lado de la frontera, Mexicali. Mis padres rentaban un pequeño lugar, de alguna vecindad cerca de las Calles Lerdo y Altamirano, un refugio para ladrones, prostitutas, y gente extranjera, con la meta de cruzar la frontera y poder alcanzar la promesa y el brillo de los Estados Unidos de América. ¿Entonces por dónde entra el humo en esta historia?

Tal y como las cosas se fueron dando en esa época, yo guardo memoria de haber visto adultos y niños fumando en las calles y en la vecindad.

Recuerdo los veranos calientes, el polvo, y el humo de segunda mano que asaltaba a mis pulmoncitos inocentes. Recuerdo haber visto a varios adultos fumar como si fuesen grandes dragones soplando cigarros habanos y cigarrillos, siempre feroces y con caras de mala gana.

Al terminar esos cigarrillos siempre me daba la sensación de que ellos sentían un cierto desdén por haber cometido un acto tan desagradable y que también tenían un sentido de vergüenza por haber expuesto a alguien tan inocente y puro a un olor tan violento. El tabaco y el fumar formaron parte de mi vida durante mi niñez y sin duda tuvieron un impacto negativo sobre mi salud y desarrollo social.

Curiosamente, a mi propio abuelo paterno, Heracleo, le tocó trabajar en los años 60 en una procesadora de productos tabacaleros llamada Cigarrera La Moderna en Nayarit, México. En 1968, mi abuelo emigró a los Estados Unidos donde él, mi papá Miguel y mi Tío Heracleo trabajaron en los surcos y campos agrícolas de diversos lugares en California.

En el curso de algunos años de unidad y progreso, mi Tío Heracleo tomó su propio camino, abandonó el trío y cayó en un mundo lleno de vicios y se dice que su mal camino comenzó con la compra de su primer cartón de cigarrillos.

Mi papá, Miguel, amaba a su hermano Heracleo. Aunque mi tío Heracleo había cambiado mucho, mi papá siempre trato de ayudarlo con la esperanza de que pronto él pudiera cambiar su vida y volver al buen camino. Recuerdo que mi papá y mi tío se pasaban tomando alcohol y fumando cigarros en la sala como dos dragones majestuosos, respirando y exhalando fuego. Muchas veces, yo estaba ahí en medio de todo eso. Mi garganta se llenaba de chapopote al terminar la tarde.

Desempleado y desocupado, mi tío Heracleo rápidamente volvió a caer en sus malas andanzas y hábitos. El pronto se encontró con sus amistades que le ayudaban a encontrar drogas, mujeres, y alguna que otra transa.

A mi pobre madre, Rosa, nunca le pareció bien tener a mi tío Heracleo en casa debido a su comportamiento extraño y mala lengua. Para ella, mi tío era una presencia muy pesada en nuestro hogar. Mi tío Heracleo y sus amistades se la pasaban todo el día en la sala. En una ocasión, una de las novias de mi tío se robó un vestido nuevo del closet de mi mamá. La mujer tuvo el descaro de ponerse el vestido. Mi mamá la confrontó y a mi tío Heracleo solo le causo gracia y se rió de mi mama. La ira de mi madre creció intensamente ante esta situación y hacia todos. Mantengo esa memoria de mi niñez porque recuerdo como a mi tío Heracleo le colgaba el cigarro habano como si fuera un churro de su boca. Ellos no le guardaban ningún respeto a mi mamá.

En 1984, mi familia se mudó a Oxnard, California. Mi papá decidió reconstruir su vida, en un lugar que estuviera lejos de su hermano problemático, Heracleo.

Nos adaptamos a la vida y a nuestro nuevo hogar aquí en los Estados Unidos. Todo estaba bien, pero mi salud decayó severamente entre los 6 y 12 años de edad debido a mi asma, una enfermedad respiratoria cual origen seguramente surgió de los años de fumadera que sostuvieron mi papá y mi tío cuando era pequeño.

Tuve tres ataques severos de asma en esa época y creo sinceramente que ya casi me llevaban a la tumba y al más allá. Recuerdo no poder respirar y pensaba que quizás mis pulmones me iban a fallar y así morir por no poder usarlos. Sentía mucho miedo. Al ver esos episodios, mi padre se conmovió y se compadeció de mí y de un día para otro decidió dejar de fumar. Lo dejó de repente. Yo amo a mi padre por haber dejado ese vicio y al hacerlo, él me dio una oportunidad para crear las condiciones para que más adelante me aliviara. A los 12 años y al iniciar mi pubertad, el asma desapareció de mi vida.

Sin embargo, para mí, el fin de un problema marcó el comienzo de un nuevo desafío en mi vida. Al adquirir unos pulmones más sanos y fuertes, yo comencé a soñar con la posibilidad de poder algún día convertirme en una bella mujer.

Recuerdo que también fui expuesta al humo en la escuela, especialmente en los baños y en los camiones escolares. Muchas veces prefería ir a la escuela en bicicleta para poder evitar el humo tan feo que era violento y ofensivo.

Ese humo afectaba mis pulmones. Además, veía que acostumbraban a reunirse varios grupos de muchachos en los baños donde ellos se ponían a fumar.

Frecuentemente, yo solía tener encuentros negativos con ellos. Al entrar al baño, ellos provocaban peleas conmigo y no me dejaban usar el baño de forma tranquila. Sin duda, ellos me percibían como un chico débil, un chico homosexual afeminado. Algunas veces, me hacían ofertas para ponerme a fumar con algunos de ellos. Yo siempre rechazaba esas ofertas. Veía que fumar les daba un falso sentido de superioridad. Ellos se auto percibían como “vatos locos” o como muchachos machos que tenían que fumar para comprobar su masculinidad. “Ser cool” significaba que tenías que fumar. Y yo simplemente nunca encaje con esos hábitos dañosos.

Hoy en día es muy difícil para mí encontrar un espacio LGBTQ+ que esté libre del tabaco y el humo. Lamentablemente aún existen muchas cantinas LGBTQ+ donde hay áreas designadas para los fumadores. Aunque a mí me gusta bailar y cantar, a veces prefiero no ir a esos espacios gracias a la presencia del humo de segunda mano. Espero que algún día haya menos espacios para los fumadores y más lugares donde uno pueda respirar libremente y sin el humo de tabaco.

A través de los años y de forma lenta salí del closet. Ahora soy una mujer transgenero que vive en su verdad. Sin duda, el tabaco y el humo fueron factores negativos en la primera etapa de mi vida. ¡Mi consejo para ustedes es que no fumen! Es una pérdida de tiempo. El fumar es morir lentamente y creo yo que no le hace honor a tu cuerpo. Tu cuerpo es tu templo. ¡La salud importa!

Si tu te identificas como una persona LGBTQ+ y usas productos de tabaco, te invitamos a que tomes una encuesta llamada “We Breathe Policy Platform Survey”. We Breathe es un programa que tiene como objetivo combatir las desigualdades que provienen del uso tabacalero dentro de la comunidad LGBTQ+. Esta encuesta ayudara a identificar varios métodos de prevención del uso de productos tabacaleros entre la población LGBTQ+.

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