Madre pide ayuda urgente en la frontera para su hija estadunidense, quien fue secuestrada
‘Hoy me dijo que ya no quiere vivir, y yo no sé qué hacer'
“Ayúdeme. Quiero que Estados Unidos ayude a vivir a mi hija, ella es estadunidense”.
Fue lo primero que dijo la señora Josefina apenas empezó a platicar con La Opinión, antes de que le impidiera seguir el llanto.
“Hoy me dijo que ya no quiere vivir, y yo no sé qué hacer”, continuó en un respiro.
El 30 de junio, un grupo de delincuentes secuestró a su hija de 15 años de edad en el estado de Jalisco. La señora Josefina solo supo de ella horas después, cuando la adolescente le llamó por celular desde una zona despoblada.
La adolescente “no sabía dónde estaba; me dijo que tenía cortadas en las manos, en su carita, en un pie”. La madre pidió ayuda para decirle a la niña cómo enviar su ubicación y fue a recogerla.
Al llegar a su casa, se dieron cuenta de que la joven tenía un mensaje en su celular. “Decía que tenía que prepararse, porque se la iban a llevar el 10 de julio, porque iba a ser para el jefe” de ese grupo, dijo la señora Josefina.
“Cuando mi niña vio ese mensaje en su celular, me dijo ‘si tu no me sacas de aquí, me voy yo’. Claro que yo tenía que apoyarla”, comentó.
La familia salió de Jalisco al día siguiente. Doña Josefina, sus hijas de nacionalidad estadounidense de 15 y 13 años, y un hermanito de ellas de 5 años llegaron a Tijuana en busca de cruzar la frontera para que atendieran a la adolescente maltratada.
La señora decía entre llanto “yo lo que quiero es que nos dejen pasar (a Estados Unidos) para que atiendan a mi niña y para estar a salvo”.
Dijo que la menor no recuerda todo lo que pasó, que tal vez la drogaron. Tenía cortadas en las manos, en el rostro, en un pie. “Ella dice que la cortaron con un bote”.
Desde entonces “no quiere hablar de lo que pasó, o no puede acordarse porque fue muy doloroso; está como bloqueada”, dijo la madre.
“Yo no he parado de llorar desde que me las trajeron aquí”, platicó por su parte la directora del albergue Pro Amore Dei, Leticia Herrera.
“La verdad, doy gracias a Dios que estén aquí conmigo que las quiero cuidar y no en otro lado”, dijo.
La directora explicó que ayudó a doña Josefina a llenar una solicitud de asilo para Estados Unidos para ella y su hijo, pues las otras dos son estadounidenses y les ayudó a contactar a un buen psicólogo, aunque solo puede presentarse una vez a la semana.
“Pero por la situación en que está la niña, la mamá quiere que esté bajo observación y a mí me parece que es lo indicado”, dijo Herrera.
La joven no tolera la cercanía de hombres, ni el ruido; quiere estar sola y en silencio, y tampoco quiere o no puede hablar de su experiencia.
Lo peor es que las amenazas no pararon porque la familia llegara a la frontera.
La señora Josefina es del estado de Michoacán. Trabajó en Vancouver, en el estado de Washington, donde nacieron sus hijas.
Después de la crisis hipotecaria del 2008, la economía dilató en recuperarse y, desempleada, la madre soltera decidió regresar a Michoacán en busca de apoyo familiar.
“Pero la situación se puso muy difícil en ese tiempo en Michoacán, por lo que nos fuimos al (vecino) estado de Jalisco”, donde la mujer encontró trabajo.
La familia vivió en Jalisco humildemente, “mi hija iba muy bien en la escuela, los tres estudiaban bien, yo tenía un trabajo estable”, hasta que los delincuentes actuaron contra su hija, y la vida de la familia cambió en unas horas.
Un abogado consultado dijo a condición de anonimato que la familia tiene buenas oportunidades de conseguir el asilo, especialmente por ciudadanía y la situación vulnerable y urgente de la joven maltratada.
Comentó que ahora dependerá de la velocidad con que la organización que tramitó la solicitud de asilo de la familia haya entregado esa petición y la respuesta de las autoridades fronterizas.
“Pero hay obviamente una situación de riesgo para tres menores de edad, dos de ellos estadunidenses”, dijo.
Mientras tanto la directora del albergue que protege a la familia reflexionó que “desgraciadamente ahora se repiten mucho historias tan crudas como esta.
“Aquí en el albergue tenemos migrantes de muchos países, pero cada vez son más las familias mexicanas que nos llegan, especialmente de los estados de Guerrero y Michoacán”, dijo Herrera.