Maya: un restaurante en Wilmington involucrado con su comunidad

Latino cuenta que su establecimiento también apoya a artistas locales y es parte de eventos para donar alimentos y artículos a quien lo necesite

Una imagen de antes de la pandemia, donde aparece Ricardo Sánchez preparando la comida en su negocio. / Foto: cortesía.

Una imagen de antes de la pandemia, donde aparece Ricardo Sánchez preparando la comida en su negocio. / Foto: cortesía.  Crédito: Cortesía

Ricardo Sánchez trabajó por varios años para una corporación como supervisor, donde se encargaba de abrir y supervisar nuevos restaurantes. Sin embargo, en 2015 la empresa decidió despedir a los supervisores que tenían los salarios más altos —una medida que también lo afectó.

Al ser descansado, decidió buscar un nuevo empleo de características y salario similares pero no tuvo suerte.

“Aparte querían contratar a personas más jóvenes, no querían a mayores de 40 porque sabían que les tenían que pagar más”, explicó Sánchez.

El hombre, quien estudió artes culinarias, ya había contemplado la idea de abrir su propio negocio pero no se animaba.

“Mi esposa fue la que me dijo: ‘¿Por qué no buscas un lugar para tu propio restaurante?’”, recordó.

Sin mucho dinero pero sin dar marcha atrás, el residente de Los Ángeles, escuchó acerca de un restaurante a la venta en Wilmington, al sur de la ciudad..

Ricardo Sánchez es el dueño del restaurante Maya. (Jacqueline García/La Opinión)

“Yo no sabía nada de Wilmington, no conocía nada más que las malas noticias”, recordó el empresario. “Así llegamos al restaurante. Estaba desacomodado, [las ventas] un poco lentas pero la comida estaba ok y había empleados amables. Para comenzar creímos que era algo bueno”, expresó el empresario de 49 años sobre sus inicios.

Hoy, asegura que esa decisión fue una de las mejores que ha tomado en su vida.

Para su sorpresa, se enteró que el restaurante Maya, localizado sobre la Avenida Avalon y la calle D, era un ícono de la ciudad con más de 40 años de existencia. Y eso fue lo que lo motivó a continuar con el legado.

Al comprar el restaurante Sánchez también se quedó con los mismos empleados a quienes prometió que no haría cambios drásticos durante el primer año con el fin de entender cómo mejorarlo. El menú, que consistía de una lista muy limitada de platillos, permaneció intacto.

“Cuando los cocineros hacían la comida, yo variaba las recetas a como yo sabía y después de un año comencé el cambio”, indicó el empresario de raíces mexicanas.

Con la ayuda de la oficina del concejal Joe Buscaino logró conseguir un artista que pintara un mural afuera sin costo alguno para él. Y para el interior del lugar, otros artistas locales pintaron otro. También permitió que ellos exhibieran sus piezas de arte en su pared para darles promoción tanto a los artistas como al restaurante.

“Y cualquier pieza de arte que venda el artista todo el dinero se va para él/ella. Yo solo le digo que se asegure de decirle a las personas que [sus cosas] están siendo exhibido en el restaurante”, dijo Sánchez.

Involucrándose con la comunidad

El empresario contó que estaba muy interesado en saber cómo le había hecho el dueño anterior para permanecer tantos años abierto. Y cuando habló con él, el consejo que le dio es que debía ser parte de la comunidad.

“Yo no era de aquí así que comencé a buscar las opciones”, recalcó.

Investigó y en poco tiempo se convirtió en miembro del grupo Rotary de Wilmington, contactó a la Cámara de Comercio de la ciudad y a una organización local llamada Need in Wilmington, que distribuye ropa, zapatos, útiles, comida, entre otras cosas, a familias necesitadas.

Después de seis años de estar involucrado, Sánchez se enorgullece en decir que es parte de la comunidad y que su restaurante ayuda de gran manera.

Por ejemplo, para el Día de Acción de Gracias se une con políticos locales, donantes independientes, la preparatoria Banning y el colegio Harbor, que está en Wilmington, para servir cenas a las familias.

“No es como que las donaciones salen completamente de mi bolso, pero como mi mamá dice: ‘Para recibir algo, tienes que dar algo’”, indicó. “Me siento muy contento de ser parte de esta comunidad, sobre todo cuando veo a las personas comiendo unidas”.

Dependiendo de las donaciones se entrega desde juguetes hasta calcetines, zapatos y cualquier donación que les llegue. Los estudiantes de la preparatoria Banning son los encargados de servir la comida. Un grupo de señoras se encarga de donar panes y pies.

“Es un sentimiento muy bonito, no me importa si [la gente que viene] tiene dinero o no tiene nada. No les preguntamos, si quieren comida les damos ese día es como una gran fiesta familiar”, dijo Sánchez.

“Todo lo que hacemos en el Maya es mantener la comida caliente antes de ofrecerla [en noviembre] pero es un trabajo en equipo”.

Con una sonrisa cómplice, dijo que está acostumbrado a escuchar a personas preguntarle cómo está su papá ya que algunos clientes piensan que el dueño original es su padre.

“Yo solo les digo: ‘Pues está bien, viendo televisión en la casa’. Eso [de preguntar por la familia] me gusta mucho porque nunca he vivido en un área donde la comunidad se une tanto”.

Estudiantes de la preparatoria Banning son voluntarios en el restaurante Maya. (Suministrada)
En el evento que se realizó en 2020, durante la pandemia, se logró alimentar hasta a 500 personas de la comunidad.

El empresario dijo que durante la pandemia su negocio sufrió por dos semanas pero después él decidió abrir. Comenzó a tomar pedidos para llevar y después volvió a asociarse con la ciudad para ser uno de los restaurantes que cocinó la comida para las personas de la tercera edad durante seis semanas durante la pandemia.

“No fue una ganancia excesiva pero me ayudó para pagarle a los empleados, pagar las facturas y mantener las puertas abiertas”, contó.

“Yo tengo un personal muy pequeño pero tengo muchas personas alrededor que siempre me están ofreciendo ayuda”, dijo Sánchez. “Igual les pago, porque mi madre me enseñó que siempre se le paga a las personas por su trabajo”.

Ahora el restaurante Maya ha sido escogido para participar en un proyecto del Distrito 15 donde tendrá la oportunidad de tener un “parklet”, un área con mesas y sillas afuera para atender a los clientes.

Dice haber reflexionado y hoy agradece el haber sido despedido de su empleo ya que eso fue la motivación para abrir su propio negocio.

“Como dice mi esposa: ‘Todas las cosas pasan por alguna razón’. Y tuve tanta suerte que desde el primer año sacamos algo de ganancias y logramos mantenernos abiertos durante la pandemia y seguimos adelante”.

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