Indígena preso se defiende a sí mismo y… ¡crea un diccionario jurídico del náhuatl!”
Eliseo Hernández, un indígena que se encuentra preso en Morelia, Michoacán, creó un diccionario jurídico en náhuatl para defenderse de los abusos de las autoridades por no hablar español
MEXICO.- Los reclusos rodearon a Eliseo Hernández en el Centro Penitenciario de Alta Seguiridad para Delitos de Alto Impacto número 1, en Morelia, donde este indígena náhuatl se encuentra encarcelado desde 2014 sin sentencia, acusado de varios delitos, a pesar de que nunca tuvo un intérprete de su lengua nativa.
“¡Habla español!”, le decían entre bromas esos compañeros de prisión. “¡No te hagas!”
Marsella Hernández observaba la escena de lejos, lo recuerda con precisión, aunque ocurrió hace cinco años, cuando ella trabajaba como sicóloga de los centros penitenciarios de Michoacán. Eliseo se había echado a llorar porque no le creían que no entendía el castellano.
“Fue muy impresionante”, recuerda ella. “Regularmente se cree que muchos de los indígenas presos mienten sobre su conocimiento del idioma como parte de su defensa pero cuando lo vi llorando pensé: esta persona está desesperada”.
No era la primera vez que algo así le ocurría a Eliseo Hernández, de 44 años. Más bien ese era su día a día desde que quiso ampliar su franquicia de tamales, según cuenta en entrevista con este diario.
Oriundo del municipio e Tepetzintla, en la región huasteca de Veracruz, se había mudado a Madero, Tamaulipas, donde sacó su credencial para votar con fotografía y se puso a trabajar. Sus tamales eran tan exquisitos que pronto pasó de la calle a un local donde también vendía atole y champurrado.
Ahí se enteró de que Morelia, la capital del estado de Michoacán, es un ciudad fría y turística y calculó que podría tener éxito si llevaba una sucursal para crecer su negocio.
El 18 de julio de 2014 fue allá con los documentos para rentar un local: un acta de nacimiento, la credencial del Instituto Federal Electoral (hoy INE) y dinero en efectivo: a los clientes de tamales les gusta pagar en cash. Llegó con el ánimo de devorar al mundo mientras el mundo se comiera sus tamales.
Esperaba a la propietaria en las afueras del espacio en renta cuando vio unas patrullas de la policía en las que viajaban uniformados y civiles. No le dio importancia hasta que se detuvieron frente a él. Los hombres se bajaron de los vehículos con las armas atravesadas, prestas en el gatillo, y entonces Eliseo Hernández supo que el alboroto era en su contra.
Con su escaso español alcanzó a entender algo parecido a “piso” y de pronto le dieron un culatazo en la boca del estómago. Cayó doblado por el dolor. A ras de suelo vio un montón de zapatos que le golpeaban el cuerpo. Después lo esposaron y lo subieron a una patrulla. Uno de los policía puso la bota sobre su cabeza.
No tenían orden de aprehensión en contra de Eliseo, solo le preguntaban si era del Cartel del Golfo, aparentemente porque en la credencial de votar tenía una dirección de Tamaulipas y querían que “a fuerza” confirmara esa información que el acosado entendía a medias pero no podía responder en español.
“En ese tiempo no lo hablaba bien y además en esa situación a mi no me salía otra cosa sino el náhuatl”, recuerda. “Pero ellos no entendían y me decían que no me hiciera pendejo que hablara español”.
En México existen seis millones de personas que hablan alguna lengua indígena. De ellas, el náhuatl es la lengua númericamente más importante con alrededor de 1.6 millones de personas. Esto es alrededor de 1.7% del total de la población de cinco años y más del país, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
La mayoría de esta población indígena aprende el idioma español en las escuelas o en casa, pero el nivel de comprensión depende de la región: algunas tienen más desarrollo socioeconómico y educativo que otras.
El nivel de Eliseo era básico. Entendía a medias, palabras entrecortadas, confusas y más aún después de recibir aquella patiza que era el comienzo de una sesión de tortura.
Recuerda que después de que los policías lo subieron a la patrulla se dirigieron a una casa de dos pisos. A empellones abrieron el portón y de ahí sacaron a dos muchachos “güeros”, “mestizos” y un laptop.
De ahí fueron a buscar gente a otras casas pero ya no sacaron a nadie. Se encaminaron hacia la fiscalía.
“Ahí vi por primera vez a gente que le ponían bolsas en la cabeza y que se revolcaban porque no podían respirar sin saber que pronto me harían lo mismo”, recuerda.
“Cuando abrieron la patrulla mi cabeza quedó colgando y ahí mismo la envolvieron con la bolsa y a mi que no me salía más que el náhuatl y ellos más se enojaban, ¡habla español, hijo de la chingada, habla español!”.
La constitución mexicana dice que todas las personas que hablan una lengua indígena y sean detenidas por el sistema de justicia deben contar con un traductor. Eso es en el papel; la realidad, dista mucho.
En 2015, un estudio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos documentó que el 15% de los indígenas acusados ni siquiera sabia de que se le acusaba; seis años después (en noviembre pasado) el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas lanzó un programa de capacitación de intérpretes en los idiomas de los pueblos originarios.
La meta es que exista al menos un traductor al castellano de las 364 variables lingüísticas que se hablan el país, pero es un programa reciente y el aprendizaje es lento, cuestión de voluntad, tesón y andamiaje institucional que no había en aquella fiscalía del Estado de Michoacán cuando Eliseo Hernández salió de la patrulla.
Solo había gente en el piso con bolsas, entre ellas, una señora que gritaba que estaba embarazada mientras se retorcía y gritaba que le iban a provocar un aborto. Fue lo último que escuchó porque después lo llevaron a un cuarto oscuro y un agente de la policía que vestía una playera amarilla amarilla se la quitó para hundirle los dedos en los dos ojos y provocarle coágulos.
La tortura en México es una práctica que no logra erradicarse en las corporaciones policíacas. La organización Causa Común denunció que tan solo en el último año se cometieron alrededor de 5,000 atrocidades de este tipo y a principios de febrero pasado la fiscalía federal detuvo al jefe de la policía de Aguascalientes, Porfirio Javier Sánchez acusado de tortura, abuso de autoridad y falsedad de declaraciones.
El diccionario
Cuando Marsella Hernández observó aquella escena de Eliseo llorando se conmovió y puso más atención en el caso. Como sicóloga se había escuchado mucho de las emociones y en la visión del mundo de los reos indígenas del estado Michoacán, con un alta presencia de purépechas y otras etnias.
“Hay un problema de identidad y de sentido de pertenencia. Muchos no se quieren reconocer a si mismos como indígenas, aunque lo sean y fingen ser mestizos para ser menos golpeados o menospreciados, pero esa negación de la identidad les genera muchos conflictos interiores”.
Eliseo Hernández no tenía ese problema en la cárcel pues de su boca no salía más que el náhuatl desde el primer día que lo detuvieron y ni siquiera cuando le ponían el plástico en la cabeza y sentía que moría por falta de aire y en la desesperación orinaba y defecaba en sus pantalones.
“Es un sufrimiento indescriptible”.
El castellano le empezó a salir mejor cuando descubrió que no contaría con un abogado que lo entendiera con precisión, que se tendría que defender solo y que debía ponerse a estudiarlo, hablarlo, perder el miedo.
Se metió a clases, habló con compañeros, leyó y poco a poco fue tomando confianza cuando su caso se estancaba y los abogados de oficio desistían. Los ministeriales lo acusaron de crimen organizado y portación de armas de fuego.
¿Qué es el ministerio público?, ¿qué es un ministro de justicia?, ¿un amparo?, ¿amparo directo penal?, ¿fiscalía?, ¿apelación?, ¿careo?
Los términos jurídicos rebotaban en la cabeza de Eliseo Hernández sin que encontrara un símil en lengua náhuatl, sin palabras precisas. Preguntaba a los abogados y no sabían cómo equiparlo. Había que hacer algo.
Empezó por hacer una lista de todo lo que no comprendía con apoyo de uno de los “güeros” a quien detuvieron el mismo día que él esperaba rentar un local. Era un joven arquitecto al que también habían inculpado y lo guiaba por los caminos jurídicos del español hasta que salió libre y Eliseo lo vio partir.
Quedó en su lugar el interés por la constitución y las leyes nacionales, locales y hasta internacionales como aquellas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Así supo que los amparos sirven para evitar que una autoridad cometa abusos de autoridad y que podía defenderse él mismo y hasta redactar recursos de revisión ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En esas estaba cuando María Guadalupe López Rincón, una abogada de la asociación civil del Ente Jurídico para Indígenas de la Meceta Purépecha, vio en el proyecto del diccionario jurídico náhuatl la posibilidad de sumarlo a la causa de un proyecto de traductores e interpretes.
Con apoyo de esta asociación, Eliseo Hernández se hizo de otros diccionarios en francés, portugués y alemán para perfeccionar su técnica y hacer una comparación para saber si estaba traduciendo correctamente. Se empapó de poesía otomí y náhuatl y un día sorprendió a su clase de español con la traducción a su lengua materna del poema Las cartas del No mundo.
“¿Estás loco?”, decían muchos de sus compañeros. “Mejor ponte a estudiar inglés o por lo menos alemán”.
Pero él insistió durante dos años con traducir el náhuatl al lenguaje jurídico para su propio caso y para el de futuros náhuatl parlantes. “El problema con las lenguas indígenas es que se pierde con la falta de práctica y cuando no se alimenta con nuevas palabras, nuevos conceptos”, comenta.
Tetlatlahuilistli=sentencia. Kitl=supuesto. Tepeua=ciudadano. Mexko tlanahuitili= ley federal. Tetensoljuilistli=soborno. Ueyi Tlanahuatili=ministro. Xihuitl Temaka Mexho Ika se Tlajtlakoi ipan Tlanauatili= Código penal federal…
Peua= prólogo
Intlatoli hen techhauilía ken se iyoto axulei mo patla nochi maseualmen ipan nochi tonali. Noijkiro ken se yoltlajtoni kototsin non techixmatía= Es la palabra y solo la palabra el único producto cultural irremplazable de todas las culturas y de de todos los tiempos
Así se lee el primer párrafo del prólogo del diccionario en náhuatl que Eliseo Hernández escribió de puño y letra y que pronto será impreso con apoyo del congreso del estado.
Actualmente se encuentra en el proceso de transcripción desde las hojas de papel a una archivo de computadora con el apoyo de la organización que encabeza la abogada Guadalupe López Rincón, quien junto con la sicóloga Marsella Hernández, se integró al departamento de Atención a Indígenas de Centros Penitenciario de Michoacán, recientemente inaugurado.
El próximo paso será implementar un curso de lengua náhuatl básico e intermedio que encabezará Eliseo Hernández después de certificarse como traductor interprete y así obtener una constancia con un diccionario como tesis por adelantado y un conocimiento del español más avanzado que el del promedio.
El camino será largo. Activistas, autoridades y víctimas coinciden que los grupos indígenas en problemas legales crecerá porque están siendo impactados por las organizaciones criminales y las adicciones, las detenciones arbitrarias, los abusos, precisa Hernández. “Este diccionario es más que oportuno”.
El caso de Eliseo Hernández sigue sin resolverse. En 2019 el juez segundo de primera instancia sacó a todos los abogados de una audiencia para quedarse cara a cara con el acusado y le pidió “de favor”, afirma el inculpado, que desistiera de su petición de que su defensor de oficio hablara náhuatl. “No tenemos recursos para eso”, le confesó.
Desde entonces Eliseo se representa a sí mismo con el manejo del español en la boca y el náhuatl en el corazón. Ahora pide su libertad “por desvanecimiento de datos” y un “incidente de nulidad por violaciones de los derechos humanos y formalidades al procedimiento”.
O como se dice en náhuatl: tlakaxoxoujkayotl pampa uetsi tlachiuali. Y tlajtlanilistli uetsis teipannextica pampa amo motlepanitak ueyi tlanauatilamatl tlali mexko.
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