Hipólito Mora, ¿el último de los autodefensas?
Hipólito Mora, líder de las primeras autodefensas que se levantaron en armas en 2013 en Michoacán, asegura que "sigue habiendo muchísima violencia" en diferentes partes de México
MEXICO.- Como al movimiento hippie se controló frivolizándolo, a las autodensas se les sometió clonándolas. Al menos en Michoacán, donde el gobierno institucionalizó a sus bases integrándolos a las policías rurales y, en el proceso, se infiltraron organizaciones criminales para copiarlas y crear nuevas máscaras.
En el camino, el desprestigio.
Hipólito Mora (La Ruana, 1955), líder de las primeras autodefensas que se levantaron en armas en 2013 en Michoacán, lo tiene claro:
Desde que se levantaron en armas para hacerle frente a los Caballeros Templarios que hicieron de la extorsión un negocio paralelo al narcotráfico, el objetivo tanto de la autoridades como de los criminales era deshacerse de ellas.
Unos por considerarlas una burla al monopolio del Estado; otros, porque estorbaban, porque ponían el foco en un negocio oscuro que incluía cobro de piso para dejar a la gente trabajar, comer… ¡vivir!
Poco a poco se combatió el movimiento. Hipólito Mora es uno de los pocos que subsisten, pero su camino se llenó de baches. A sus 67 años, reconoce una especie de “retiro” vigilado por guardias de seguridad del Estado las 24 horas del día, él, quien es más una persona solitaria.
“La imagen que tenía para mí a esta edad era la de un caminante solitario por mis cultivos de limón y, si acaso, acompañado por alguno de mis hijos”, cuenta en entrevista con este diario.
Aquel sueño de su juventud es ahora imposible porque uno de sus muchachos está muerto y él no podría dar un paso sin escoltas porque nada le garantiza que llegue al final del día. Podrían emboscarlo, meterle un tiro entre los cítricos para cerrarle la boca.
El 12 de mayo pasado asesinaron a uno de sus guardaespaldas, Jorge Alberto Correa Medina, en el municipio de Uruapan mientras estaba fuera de servicio.
Pero guardar silencio es lo último que quiere Mora.
A pesar de su cansancio, a pesar de la escolta, de la marginalidad de su entorno de calles sin pavimentar y casas abandonadas porque mucha gente prefiere emigrar a pagar el precio de que no lo maten, de que le controlen el precio de las tortillas, de la leche, del huevo, de lo que siembra…
“Sigue habiendo muchísima violencia. Todos los días tenemos muertos en diferentes partes, no nada más de Michoacán”, destaca
Relata, por ejemplo, el caso de un conocido en el municipio vecino de Uruapan: hombres armados llegaron al despacho de un licenciado, que tenía trabajando a su hijo con él, y los mataron.
“Uno de los motivos por los que asesinan a personas que nada tienen que ver con el narco es que se niegan a pagarles la extorsión: el cobro de piso. Son personas honestas, que se dedican sólo a trabajar. A base de mucho esfuerzo logran acumular algunos bienes y van contra ellos”, describe. “No quiero ni imaginar el dolor de su esposa”.
El académico Fernández Santillán resume así la vida de un civil en la región: “a una sola familia le puede pasar que el padre sea extorsionado o asesinado; el hijo, reclutado para el ejército sicario y que la hija acabe como esclava sexual”.
Pregunta de muchas respuestas
Hace años que el epíteto de Tierra Caliente, centro de operaciones de la organización, suena a una broma macabra, ¿cuándo empezó este infierno?
Según José Fernández Santillán, analista de temas de seguridad nacional del Colegio de Jalisco, el problema se gestó desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando se desatendió el campo mexicano para acatar los acuerdos del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá (hoy T-MEC).
“Las comunidades tuvieron que arreglárselas solos hasta con la seguridad”, detalla.
Para Jonathan Daniel Rosen y Roberto Zepeda Martínez, de la Universidad del Mar, el antecedente fue la guerra contra el narcotráfico iniciada por Felipe Calderón que descabezó al narcotráfico y el ejemplo de grupos como Los Zetas de meterse con la población civil para financiar sus operaciones.
Para otros más, la respuesta al nacimiento de los autodefensas tomó el ejemplo de las policías comunitarios indígenas, quienes tienen permitido por ley la portación de armas y ejercer sus propias reglas de seguridad dentro de sus territorios delimitados por usos y costumbres.
En el caso de Cherán, en Michoacán, los pobladores evocaron a sus usos y costumbres para expulsar a los criminales de su territorio, cerrarles el paso e impedir la tala de los bosques.
Que otros municipios no indígenas evocaran a su propia defensa tiene, como sea la connotación la ausencia del Estado de garantizar la seguridad, resume Fernández Santillán.
“Cuando un Estado es incapaz de comprometerse con funciones básicas, como la seguridad de sus habitantes, aparecen Estados fantasma que ocupan ese vacío”.
En el sexenio de Enrique Peña Nieto, las autoridades reconocieron que de las 1850 policías municipales para los 3457 municipios de todo el país solo 50 eran “funcionales” ; el resto estaban cooptadas o materialmente habían sido destruidas por las bandas delictivas.
Tras una década
Otra de las causas que debilitaron el papel de las autodefensas fueron las acusaciones en contra de los fundadores sobre prácticas ilegales, posibles torturas, ejecuciones sumarias y secuestros.
Hipólito Mora niega tales acusaciones y culpa a los criminales de hacerse “las víctimas” cuando les conviene y al Estado de darles juego para deslegitimar a los autodefensas. E infiltralas.
El caso más sonado fue el de Estalisnao Beltrán “Papá Pitufo”, quien traicionó a José Manuel Mireles (el otro fundador de las autodefensas quien murió de covid en 2020), para dar información a los Caballeros Templarios.
Después de balaceras y denuncias para debilitar al movimiento durante 10 años, Hipólito lamenta que la situación siga igual o peor: hay autodefensas falsas que sirven de aliados a las organizaciones criminales.
Desde que llegó a la presidencia en 2018, el presidente López Obrador mantuvo su postura en temas de seguridad de “abrazos, no balazos” hasta los últimos días que hizo ataques simultáneos en diversas ciudades del país para sumar el terror a los 130,000 muertos del sexenio.
“Este gobierno no quieren combatir el crimen organizado de verdad, dice que para evitar muertos, pero ¿qué está pasando? Que hay más muertos que nunca”, destaca Hipólito Mora.
“Nosotros ya no estamos peleando con las armas, pero seguimos denunciando y eso es otra forma de combate”.
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