“Yo estaba muy morro”: Jóvenes se unieron al crimen organizado a los 12 años y narran su experiencia

Alberto, Juan Antonio y Carmen son tres jóvenes que por diversas circunstancias se vieron involucrados con la delincuencia organizada desde muy temprana edad

Niño cargando un arma

Los menores son utilizados para transportar armas o vender droga al menudeo. Crédito: Archivo/Marco Longari | AFP / Getty Images

Las zonas marginadas de México resultan ser el lugar ideal de los cárteles del narcotráfico para reclutar a nuevos miembros, muchos de los cuales son adolescentes y hasta niños.

Tal es el caso de Alberto, Juan Antonio y Carmen, tres jóvenes involucrados con la delincuencia organizada y cuyos testimonios forman parte de una serie de reportajes institucionales de la Red por los Derechos de la Infancia en México.

En el caso de Alberto, tenía apenas 10 años cuando comenzó a fumar y poco después a consumir otras sustancias, pero fue dos años después, a los 12, cuando su madre falleció y quedó huérfano, iniciando así una adicción a las drogas que en poco tiempo lo involucrarían en el mundo del narcotráfico.

“Te dan una moto y ven que te pones las pilas. Yo siempre he sido inteligente. Iba y venía y andaba al 100, bien motivado, por eso me cambiaron de grupo. Ya no era de la plaza, era roba Pemex, es decir, de los que roban gasolina, diésel y eso”, reveló el joven.

Asimismo, detalló que llegó a ganar hasta 1,800 pesos al día, pero todo el dinero se lo gastaba en su adicción.

“Yo estaba muy morro (niño). Me decían: ‘estás bien niño y estás dentro’. Bien asustados todos y yo como si nada, ahí riéndome y contando chistes”, agregó.

Al igual que Alberto, Juan Antonio también se unió al crimen organizado a los 12 años y asegura que lo hizo por cuenta propia. “Yo quería pertenecer, yo quería estar ahí”, confesó el joven, detallando que al principio comenzó vendiendo droga y como “halcón”.

Posteriormente lo entrenaron para ser sicario y aprendió a defenderse en una balacera. “Lo que hacía como sicario era ir por personas contrarias y matarlos. Era mi tarea. No sólo matarlos, sino descuartizarlos”, declaró.

Por su parte, Carmen se refugió en las drogas a consecuencia de la violencia sexual que sufrió por parte de su abuelo, a quien la familia le pidió no denunciar porque era el que mantenía la casa.

Aunque ella no está trabajando para algún grupo del crimen organizado, comentó que ya le han ofrecido cuidar de la droga a cambio de un apoyo, pues muchos de sus amigos ya trabajan para un cártel.

Carmen es uno de los casos que actualmente son tratados por activistas y organizaciones de la sociedad civil, encargados de la recuperación de niños, niñas y adolescentes en riesgo de ser reclutados por narcotraficantes.

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