Pescador brasileño sobrevive 11 días en el océano flotando solo en un freezer
Romualdo Macedo aseguró es parte de un milagro, luego de permanecer en mar abierto y mirar como los tiburones lo rodearon, pero al final volvió a reunirse con su familia
El pescador brasileño Romualdo Macedo Rodrigues vivió un momento digno de película de drama. Al hundirse su bote, se refugió dentro de un congelador, donde se mantuvo a flote por casi dos semanas.
Según medios locales, durante un viaje de pesca a principios de agosto que se suponía duraría tres días, las grietas en su bote comenzaron a llenarse de agua, hundiendo el barco frente a la costa del norte de Brasil. Pudo saltar dentro del refrigerador flotante para mantenerse con vida, y un grupo de pescadores lo encontró 11 días después frente a la costa de Surinam.
De acuerdo a reportes de la cadena de tv brasileña Record TV, fue atendido en un hospital de Surinam y detenido por las autoridades durante unos días porque no tenía la documentación adecuada. Ahora está de vuelta en Brasil. “Nací de nuevo. Pensé que no contaría esta historia, pero estoy de vuelta aquí”, agregó.
“Estaba desesperado. Pensé que mi final se acercaba. Pero gracias a Dios, Dios me dio una oportunidad más”, dijo Rodrigues.
“Vi que (el congelador) no se estaba hundiendo. Salté… cayó hacia un lado y se mantuvo normal“, además, el pescador confesó que no sabe nadar.
“Los tiburones rodeaban el congelador, pero se fueron. Pensé (que me atacarían). Me quedé arriba (del congelador), no dormí, no dormí. Vi el amanecer, el atardecer, pidiéndole a Dios que envíe a alguien a rescatarme”.
Eventualmente, el agua comenzó a deslizarse dentro del congelador y dice que usó su mano para sacarla. No tenía comida ni agua.
“Estaba pensando en mis hijos, mi esposa. Todos los días pensaba en mi mamá, mi papá, toda mi familia. Me dio fuerza y esperanza… pero en ese momento pensé que no había otra manera”, confesó.
Cuando llegaron los pescadores, dijo: “Escuché un ruido y había un bote encima del congelador. Solo que pensaron que no había nadie allí. Luego se detuvieron lentamente, mi visión ya se estaba desvaneciendo, entonces dije: Dios mío, el barco. Levanté los brazos y pedí ayuda”, narró Rodrigues.
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