“El racismo de mexicano a mexicano también se debe combatir en EE.UU.”

La apariencia física como el color de piel, la altura y la nacionalidad, son algunos de los factores de discriminación y que muchas veces determina la falta de oportunidades a nivel laboral y profesional

Angel Batancourt

Ángel Batancourt. Crédito: Ángel Batancourt | Cortesía

MEXICO.- Ángel Betancourt es michoacano pero cuando le llaman “oaxaquita” sabe muy bien que una carga racista cae sobre él. “Quiere decir que soy indígena, chaparro, moreno, feo, pobre…”.

No saben ni les interesa saber que él no pertenece a las etnias mixtecas, triquis, chinantecas o cualquiera otra de Oaxaca. Tampoco es relevante si él es mazahua, otomí, purépecha o de cualquier otro grupo racial de Michoacán. Simplemente para ofenderlo le llaman “oaxaquita”.

Son los mismos mexicanos que viven aquí en Estados Unidos”, dice en entrevista telefónica con este diario desde la ciudad de Chicago.

“El racismo es un sentido de superioridad hacia las otras razas y acá nosotros como mexicanos que tuvimos que salir de nuestro país, encontramos racismo desde nuestros propios paisanos. Somos víctimas de nosotros mismos”.

Datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación que realizó el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) revelaron desde 2017 que la apariencia física fue la principal causa de segregación en México.

Del 70% de los mexicanos que se consideraron a sí mismos “morenos”, el 54.8% afirmó que los han insultado por su color de piel y el 15% sintió que sus derechos no fueron respetados por esta misma razón.

La Conapred ha empujado duranta años diversas campañas en contra de actitudes de superioridad basadas en el color de la piel, pero muchas de estas actitudes prevalecen en México y cruzan la frontera con la migración. 

Según un estudio del Pew Research Center, realizado en 2021, un 62% de “latinos” encuestados asegura que el color de piel determina oportunidades laborales y profesionales

A Angel Betancurt no le sorprendió, por ejemplo, que los concejales de los Angeles Gil Cedillo, Kevin de León y Nury Martinez, de origen mexicano, se hayan referido en los mismos términos despectivos que otros mexicanos se han referido a él al llamarlo “oaxaquita”.

“Veo mucha gente chaparra y prieta”, dijo uno de los funcionarios. “No sé de dónde viene esta gente, de qué pueblo vinieron… ¡tan feos!”, soltó otro en una conversación que fue divulgada por Los Angeles Times .

Odilia Romero, activista zapoteca, fundadora de la organización Cielo, en California, dice que para mal de los mexicanos cuando emigran o son obligados a desplazarse se llevan consigo muchas cosas hermosas como la música, la comida pero también el prejuicio hacia las comunidades indígenas y negras. 

Lo que pasa es que lucran con la identidad mexicana que viene de los indígenas. El otro día vi a una mujer mexicana no indígena vendiendo la experiencia de ‘la ceremonia del cacao’… ¡que no existe!”, detalla.

“Entonces, les gusta todo de nuestra cultura: el mezcal, el cacao, las tlayudas, los huipiles… ¡menos nosotros como personas!.  A todo el mundo le gusta el quesillo, les gusta visitar Oaxaca porque es hermoso, pero no les gustan los oaxaqueños”, acusa Odilia y eso tiene que ver con el racismo.

Implicaciones

Pero más allá del nicho político, Ángel Betancurt cuenta que si bien la discriminación de mexicano a mexicano en Estados Unidos empieza por el color de piel, se van sumando otros factores. “No es lo mismo una persona que cruzó ilegal a una que nació acá. Aunque la sangre sea mexicana, la  persona que es ciudadana se sienten superior aunque sea de origen mexicano y critican mucho al migrante ilegal”, acusa.

“En las iglesias, a las personas que no tienen documentos los tratan diferente. En las empresas, si no tienes documentos, te tratan diferente. El estatus y la situación legal, influye en la forma en como te tratan. Si nunca tuvieron que pasar por la frontera, nos ven diferente”.

Hace poco, Bentancourt vivió esta marginación en Chicago cuando en la empresa en la que laboraba les empezaron a pedir documentos a todos los trabajadores y despidieron a la gente que no los tenía.

“Tuvimos que buscar trabajo de manera independiente y a las personas que nacieron aquí, les daba gusto ver que estaban corriendo a los que no teníamos papeles. Sentían menos competencia”.

En este perfil del emigrante mexicano de a pie hasta la comida o algunas veces las tradiciones se utiliza para discriminar. “Si dices que vas a comer pozole es algo chafa, algo barato”, detalla. “Eso es muy triste porque nos impide crecer, ayudarnos entre nosotros como sí veo que se ayudan los cubanos o puertorriqueños”.

Después de escuchar los comentarios racistas de los concejales, la comunidad oaxaqueña en Los Angeles (en representación de unos 200,000) marchó y pidió la renuncia de los políticos. 

Nury Martínez, quien fuera la presidenta del Concejo Municipal de la ciudad estadounidense dejó el puesto y un hueco en el empoderamiento de la comunidad.

Martínez nació en el Valle de San Fernando, al norte de Los Ángeles, de padres mexicanos, originarios de Zacatecas, hizo historia en 2019 al ser nombrada la primera presidenta latina del Concejo Municipal de la ciudad; sin embargo, sus comentarios racistas opacaron su experiencia política. 

Los latinos componen el 50% de la población de Los Ángeles, pero su representación en el ayuntamiento se limitaban a los distritos que encabezaba Martínez y las que aún encabezan De León y Cedillo, menos de un tercio entre los 15 concejales que componen el Concejo.

Odilia Romero detalla que no hace falta una representación así, que tenga desprecio hacia quienes representa.

“Una de las cosas que más daño hace a la comunidad es generalizar a todos como ‘latinos’: es un error, tenemos necesidades muy distintas. En el caso de los migrantes mexicanos indígenas muchas veces ni siquiera hablan español. Entonces, no nos sentimos representados”.

Los términos “hispano” y “latino” se volvieron oficiales desde que se integraron al censo a través de una ley aprobada en 1976 que empezó a exigir a las agencias federales que incluyeran en un solo grupo los datos de las personas de ascendencia en países de habla hispana, independientemente de la raza. 

Angel Betancourt nunca se reconoce a sí mismos como latino ni como “oaxaquita”. Se siente mexicano y le gustaría que otros mexicanos lo vieran así y lo respetaran y lo vieran como parte de una nacionalidad pero dice estar consciente que eso sólo se logrará con educación. “No veo otra forma”, concluye. 

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