El migrante Juventino regresa a casa y descubre un lado desconocido de su pueblo
Encarnación está incrustrado en el Parque Nacional Los Marmoles, una zona boscoso que contrasta con el semidesierto del Mezquital.
MEXICO.- Juventino Garnica bajó de su camioneta y miró alrededor de Encarnación, el histórico pueblo que no conoció de niño, aunque estaba a unos cuantos kilómetros de casa. No tuvo tiempo, ocupado en buscar comida en el complicado Valle de El mezquital rico en minerales y pobre en infraestructura, en empleo, expulsor de migrantes como él.
Tomó aire y miró hacia adelante. Caminó con pasos alargados, cuesta debajo por la calle principal, solitaria después de las fiestas decembrinas. Era día de su cumpleaños y había viajado 2,800 kilómetros desde Atlanta hasta su natal estado de Hidalgo…
¡Veintisiete años después de que tomó al camino hacia Estados Unidos!
Sonrió y dio un click con el celular. Así registró en fotografía el primer viaje de su vida para conocer los sitios turísticos que no pudo recorrer en su temprana juventud, sino hasta después de trabajar por décadas en la impermeabilización de techos en Georgia.
El trabajo en la Unión Americana lo dignificó, “me dio una casa, un coche, comida”; casi todo menos aquel paisaje, el de Encarnación, un poblado que en el siglo XIX atrajo la atención del Imperio Británico porque había hierro y la Revolución Industrial necesitaba mucho hierro, de todas partes, ¿por qué no de Hidalgo?
Encarnación está incrustrado en el Parque Nacional Los Marmoles, una zona boscoso que contrasta con el semidesierto del Mezquital.
Sorprende a la vista de los visitantes el verde de los pinos que se extienden hasta el fin de la vista y las piedras que no son piedras comunes sino mármol protegido por un decreto presidencial de 1936, según narró el historiador local Juan Lucas.
Juventino Garnica desconocía esa historia y aquella otra que sostiene que de ahí salió parte del hierro con el que se construyó la base de la Torre Eifeel, en Paris, y otro tanto que se utilizó para hornos y máquinas de Inglaterra.
Supo de ellas de la boca de Juan Lucas, guía de migrantes que estaban de visita porque ya tienen papeles para ir y venir y a quienes encontró en Zimapán, la cabecera municipal.
Sin pensarlo mucho, Juventino dijo a ese grupo que era su cumpleaños y que regularmente no le gustaba festejar, que prefería estar solo. Pero, al caminar juntos, se hicieron compañeros de paseo y los otros respondieron con bromas y le cantaron una y otra vez Las Mañanitas y el Happy birthday; chiquitibums y hiphiphurras.
La familia de Juventino Garnica regresó a principios de enero a Atlanta, pero él decidió quedarse más tiempo. “Ahora no puedo impermeabilizar nada allá: está helado”, se dijo a sí mismo.
Por eso andaba de arriba para abajo en Hidalgo, en la misma camioneta que ingresó desde Estados Unidos, una más de los 77,000 vehículos que según el gobierno mexicano ingresaron a finales de 2022 y que, a principio de 2023, colapsaron las garitas de retorno.
Luego de recorrer el horno de fundición de fierro junto un perro negro de ojos blancos que se autoinvitó como acompañante, Juan Lucas descubrió que la mitad de las casas están abandonadas. Después de que se fueron los ingleses quedó ahí el cultivo de manzanas, la población emigró y solo quedaron 180 personas que hacen vino con la fruta, atienden pequeños restaurantes y hacen pan de pulque porque el maguey, al fermentarse, hace la misma función que la levadura.
El migrante compró dos botellas y algo de pan.
Subió a su Ford Sportrack y prendió el aire acondicionado. Pensó que está mejor así, con los vidrios cerrados para que no entrara el polvo, un polvo rojo que baña a la comunidad de Pacula que se anuncia como “Un pedazo de Marte en la Tierra”
¿Cómo logró tener los documentos de residencia que le permiten visitar su país? Se casó con la hija de un migrante mexicano que en 1986 se benefició de la ley de amnistía que promovió el presidente Ronald Reagan. El padre reclamó a la hija y cuando ella tuvo papeles, extendió los beneficios para Juventino, con quien tiene dos hijos, una niña y un niño.
Así lo contó a los compañeros de paseo a quienes subió a la Ford. Torció hacia el Puente de Taxquillo, una vieja construcción al estilo inglés con hierro forjado y piedra, el mismo que sirvió de camino real para sacar el metal.
Las casas de lado del puente tienen terrazas adornadas con mesitas madera, según constató. También los letreros que dejó la producción de la filmación de la película Gringo Viejo, inspirada en el libro homónimo del escritor mexicano Carlos Fuentes.
Vio a visitantes de la Ciudad de México tomar cerveza y subir los pies desparpajados sobre la mesa, como aquel norteamericano que salió del libro de Fuentes para el filme, harto de la vida en su país para unirse al revolucionario Francisco Villa.
Juventino siguió por el sendero que lleva al Río Tula desde donde vio otro puente pintado de amarillo que se alzó como parte de la carretera Panamericana, ya en el siglo XX. Luego sirvió de set para una escena de la serie Narcos México, producida por Netflix.
Un episodio macabro: cuando un seductor venezolano lanzó al vacío a la esposa de Héctor El Güero Palma, capo del Cartel de Sinaloa, en una vendeta de organizaciones criminales. ¡Valgame, Dios!, dijo alguno de los paseantes que escuchó la historia, por suerte, ya habían pasado algunas horas desde el desayuno.
Para cambiar de aire, Juventino Garnica recorrió el puente y sacó más fotos junto a un colorido letrero. Después torció el volante hacia el lado opuesto y se enfiló con sus acompañantes hacia la presa hidroeléctrica de Zimapán, donde quedaron enterrados decenas de pueblitos cuyos habitantes fueron sacados por la fuerza en pos del “progreso” en los años 90.
Días atrás, en una de las carreteras que bordea la presa, quedó colgando un tráiler que estuvo a punto de caer a la presa con todo y cerdos. Y ahí seguía a mediados de enero pasado.
Pasado y presente se unieron cuando cayó la tarde y oscureció. Fue tiempo de regresar a la cabecera municipal de Zimapán, donde actualmente Juventino tiene su propia casa, donde piensa retirarse en cuanto pague su hipoteca en Atlanta. Tiene una idea en la cabeza: una empresa de turismo de aventura. Quizás.