Jesse León transforma su historia de horror en una positiva para llevar esperanza a otras víctimas
Con su libro busca llevar un mensaje de esperanza a las víctimas de abuso sexual infantil
Tres décadas después de dejar las drogas y la prostitución infantil, Jesse León narra en su libro “No estoy roto” como después de ser abusado sexualmente a los 11 años, su mismo abusador lo incitó las drogas, lo que lo llevó a convertirse en un adicto y en un niño trabajador sexual.
Sin embargo, a los 18 años, en 1993, logró lo que parecía imposible, dejar las drogas con la ayuda de su padrino, un hombre afroamericano, quien es un personaje clave para su rehabilitación.
“Ese hombre me ayudó a convertirme en lo que soy; y a llevar una vida basada en ayudar a otros”.
La historia de Jesse podría parecerse a muchas, pero pocos se atreven a compartirla.
¿Cómo nace la idea de escribir el libro?
“Empecé a escribirlo en 2013 después de que murió mi padre, pero no con la intención de publicarlo. Lo hice porque tenía un familiar que estaba pasando por bulimia, algo con lo que yo batallé mucho, pero no me dieron permiso de hablar con ella y contarle lo que había vivido. Decidí entonces que no me iban a silenciar”.
En su libro, que es una memoria de su vida y la explotación sexual infantil sufrida, Jesse incluye la historia de resiliencia de las generaciones de mujeres de su familia.
“Quería documentar las historias de esas mujeres fuertes que lucharon por mantener a la familia unida para sentirnos orgullosos de ellas y darnos valor cuando queremos tirar la toalla”.
Jesse es hijo de padres inmigrantes de la sierra de Durango, México. Su abuelo peleó en la Revolución Mexicana al lado de Pancho Villa. Él nació y creció en San Diego.
Su infancia terminó abruptamente, cuando a los 11 años fue abusado sexualmente por el dueño de una tienda de regalos.
“Cuando terminó, el hombre me dejó ir y me dijo que tenía que regresar en los próximos días, o si no iba a averiguar dónde vivía e iba a matarme a mí y a toda mi familia”, escribe Jesse en su libro.
Fue ese mismo individuo quien lo introdujo a las drogas, y lo comenzó a vender sexualmente con otros hombres.
“Después de ir a la tienda por dos meses, el tendero empezó a dejar a otros hombres que llegaran a tocarme. Les cobraba la entrada. Me di cuenta que me estaba vendiendo”.
Jesse cuenta en su libro que “el abuso sexual me cambió. Odiaba estar dentro de mi propia piel. Me sentía avergonzado y sucio. No sabía bien quién y qué había sido yo antes de que empezara el abuso”.
A Jesse le llevó 5 años escribir sus memorias. “Al principio, escribí 700 páginas. Me desahogué, me desquité. Fue un ejercicio catártico. Me ayudó en mi proceso de sanación, pero sobre todo en el propósito de inspirar a otros”.
De los 11 a los 18 años, Jesse se drogó y se convirtió en un trabajador sexual infantil. Fue después de una golpiza que le dieron unos clientes, cuando entró en crisis.
“Mientras caminaba, me dije una y otra vez, ¿Ves? No vales ni mierda. Nadie para a ayudarte porque eres un pinche drogadicto que no vale nada. Así como te decía tu papá, eres un bueno para nada. Te mereces todo lo que te está pasando por no hacer un cambio en tu vida. Es tu culpa porque eres un fracasado…”
Desde un teléfono público en el centro de San Diego, Jesse llamó a su padrino.
“Ya no quiero vivir así. No sé qué hacer. Estoy cansado de esta vida. Estoy cansado. Ya no quiero vivir así”, le dijo por el hilo telefónico.
Jesse está seguro que fue el grupo Narcóticos Anónimos y su padrino quienes lo salvaron, pero también fue su voz interior.
“Yo nunca quise llegar a vivir la vida que viví, a pesar de lo oscuro y la rabia que viví por dentro. Algo dentro de mí, sabía que quería algo diferente”.
Con su padrino, un hombre afroamericano que lo ayudó y lo guió a dejar las drogas a los 18 años, dice que se sintió identificado a pesar de la diferencia de edad y racial.
Jesse dejó las drogas y la prostitución, estudió política pública en la Universidad de California en Berkeley, fue a la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard y a la Universidad Complutense de Madrid para estudiar sociología y desarrollo económico internacional.
En la actualidad es un motivador y un consultor en fundaciones filantrópicas y organizaciones no lucrativas, a las que ayuda a crear programas para las comunidades de bajos recursos en las áreas de vivienda accesible, adicciones, salud mental, educación y programas que ayuden a los sobrevivientes de tráfico humano y violencia a superar el trauma.
“Doy pláticas en convenciones, preparatorias, universidades y cárceles de jóvenes. Estos temas del abuso sexual y la prostitución infantil no se hablan en nuestra comunidad. Y me ha sucedido que muchos hombres latinos al final de la plática, se acercan y me dan las gracias por contar mi historia y me dicen que a ellos les sucedió lo mismo, y que al escucharme dejaron de sentirse solos”.
Fueron algunas de esas personas las que lo motivaron a escribir su libro para ayudar a otros a no sentirse tan solo como él, y para que vean que pueden lograr sus sueños sin importar un pasado traumático.
Jesse dice que en la actualidad tiene fotos de él siendo niño por todas partes de su departamento.
“Me imagino abrazando a ese niño, me apapachó, y me digo, que sí valgo la pena. Qué mi historia puede ayudar a otros”, comparte entre lágrimas
Dejar las drogas y la prostitución infantil, dice que le hace sentir mucho orgullo sobre todo por su madre y porque “logré que una historia tan horrorosa se convirtiera en algo positivo”.
A los padres, les aconseja observar las señales de sus hijos.
“Nadie da un cambio de golpe. Cuando lean mi libro se darán cuenta del cambio drástico que yo hice en mi forma de vestir y amigos. Esos golpes drásticos vienen a causa de algo”.
Jesse recuerda que tuvo acceso a una psicóloga a través del estado, pero nunca lo ayudó.
“Ella sabía que yo me estaba drogando y prostituyendo, y nunca hizo nada. Se lavó las manos”.
Por ello dice que ningún niño debería intentar manejar el sistema de salud por sí mismo.
“Mi mamá ni siquiera sabía que era posible cambiar de psicólogo. Por eso, les digo a los padres que no tengan miedo a exigir, si un estudiante ya está en programas, y no le están ayudando por cualquier cosa, pidan un cambio, porque muchas veces hay clasismo, racismo o transfobia por parte de las personas que deben ayudarnos”.
Agrega que su madre les rogó a la psicóloga por una cita para ella, pero siempre se la negó.
“Lamentablemente venimos de una cultura que no cuestiona a los sacerdotes, a los médicos, a los maestros y a la autoridad en general”.
En la actualidad, Jesse sigue yendo a los grupos de Narcóticos Anónimos.
“Me sentí identificado y conectado con otras personas que estaban sufriendo con la adicción. Me enseñaron que no estaba solo, y me dieron apoyo; y llegó un momento que esa obsesión por drogarme ya no estaba”.
Jesse terminó la entrevista con La Opinión, recordando que escribió su libro “No estoy roto” para inspirar a otros a superarse y para que no pierdan la esperanza.
“El libro toca temas que no se hablan en nuestras comunidades, y tenemos que romper el estigma y hablar de esas historias que no se han contado mucho”.
Y dice que él era el hijo, primo, amigo, sobrino y ese familiar que muchos pensaban que no tenía remedio. “Pinche Jesse nunca va a agarrar la onda, decían; pero sí se puede, y estoy cumpliendo 30 años limpio y sigo creyendo en mí”.
Así que espera que “mis palabras sean un refugio para otros, y un aliento de esperanza e inspiración para las familias inmigrantes”.
“No estoy roto” lo puedes encontrar en Amazon y en tus librerías locales. El libro incluye recursos de ayuda para los padres.