La llamada “hormona del amor” está sobrevalorada, parece no ser tan poderosa como se creía
Un estudio encontró que la oxitocina no es decisiva para que los animales formen vínculos sociales como el apareamiento el apego y la crianza de su descendencia
A unos semanas del Día de San Valentín, científicos encontraron que la oxitocina, conocida como la hormona del amor, podría no tener el peso que otros investigadores le han asignado en el pasado sobre la formación de vínculos sociales.
Un nuevo estudio de científicos de la Universidad de California en San Francisco y de Stanford Medicine da la vuelta a un dogma de hace décadas y demuestra que el receptor de la oxitocina, una hormona considerada esencial para la formación de vínculos sociales, podría no desempeñar el papel fundamental que los científicos le han asignado durante los últimos 30 años.
En el estudio, publicado en Neuron, el equipo descubrió que los topillos de las praderas (ratones campestres) se reproducían sin receptores para la oxitocina y mostraban los mismos comportamientos monógamos de apareamiento, apego y crianza que los topillos normales. Además, las hembras sin receptores de oxitocina parían y producían leche, aunque en menor cantidad, que las hembras normales.
Los resultados indican que la biología que subyace al vínculo de pareja y la crianza no está dictada únicamente por los receptores de oxitocina, a veces llamada “hormona del amor”.
“Aunque la oxitocina se ha considerado la ‘poción del amor nº 9’, parece que las pociones 1 a 8 podrían ser suficientes”, afirma el psiquiatra Devanand Manoli, MD, PhD, autor principal del trabajo y miembro del Instituto Weill de Neurociencias de la UCSF. “Este estudio nos dice que la oxitocina es probablemente sólo una parte de un programa genético mucho más complejo”.
Los tobillos y su historia con la hormona del amor
Dado que los topillos de las praderas son una de las pocas especies de mamíferos de las que se sabe que forman relaciones monógamas de por vida, los investigadores los estudian para comprender mejor la biología del vínculo social.
Estudios realizados en los años 90 con fármacos que impedían que la oxitocina se uniera a su receptor descubrieron que los topillos eran incapaces de formar parejas, lo que dio pie a la idea de que la hormona es esencial para formar tales vínculos.
Para este estudio, que duró 15 años, los investigadores aplicaron nuevas tecnologías genéticas para confirmar si la unión de la oxitocina a su receptor era realmente el factor subyacente al vínculo de pareja. Utilizaron CRISPR (una familia de secuencias de ADN) para generar topillos de las praderas que carecen de receptores funcionales de oxitocina. A continuación, probaron los ratones mutantes para ver si podían formar parejas duraderas con otros ratones.
Para sorpresa de los investigadores, los topillos mutantes formaban parejas con la misma facilidad que los normales.
“Los patrones eran indistinguibles”, afirma Manoli. “Los principales rasgos de comportamiento que se pensaba que dependían de la oxitocina –las parejas sexuales se acurrucan juntas y rechazan a otras parejas potenciales, así como la crianza por parte de madres y padres- parecen estar completamente intactos en ausencia de su receptor.”
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