La soledad es agotadora: científicos afirman que el aislamiento social cansa
El estudio que identifico cansancio a partir del aislamiento social también descubrió que los factores contextuales y de personalidad modulan el efecto del aislamiento social sobre la fatiga
Está estudiado que la soledad puede causar ciertos malestares psicológicos, pero una reciente investigación halló que también puede tener efectos en la salud física de quienes la padecen.
En un estudio realizado en la Universidad de Viena, tanto en el laboratorio como durante los encierros de COVID-19, los participantes declararon mayores niveles de cansancio tras ocho horas de aislamiento social. Los resultados sugieren que la baja energía puede ser una respuesta humana básica a la falta de contacto social.
El estudio publicado en Psychological Science también demostró que esta respuesta se veía afectada por los rasgos de personalidad social de los participantes. También explica que como especie social, también necesitamos a otras personas para sobrevivir. Las pruebas demuestran que la falta de contacto social induce en nuestro cerebro una respuesta anhelante comparable al hambre, que nos motiva a volver a conectar.
Un grupo de científicos dirigido por Giorgia Silani, de la Universidad de Viena, investigó los efectos del aislamiento social utilizando una metodología comparable en dos contextos: en el laboratorio y en casa durante el encierro COVID-19. Para el estudio, 30 voluntarias acudieron al laboratorio en tres días distintos y pasaron ocho horas sin contacto social, sin comida o con contacto social y comida a la vez.
Múltiples veces a lo largo del día, los participantes indicaron su estrés, estado de ánimo y fatiga, mientras las respuestas fisiológicas al estrés, como la frecuencia cardiaca y el cortisol, eran registradas por los científicos. Para validar los resultados del estudio de laboratorio, se compararon con las mediciones de un estudio realizado durante el encierro en Austria e Italia en la primavera de 2020.
El aislamiento social indujo a disminución de la energía
“En el estudio de laboratorio, encontramos sorprendentes similitudes entre el aislamiento social y la privación de alimentos. Ambos estados inducían una disminución de la energía y un aumento de la fatiga, lo cual es sorprendente dado que la privación de alimentos nos hace perder literalmente energía, mientras que el aislamiento social no lo haría”, señalaron los primeros autores Ana Stijovic y Paul Forbes.
Este resultado se ve respaldado por la validación con los datos obtenidos durante los encierros: los participantes que vivían solos durante el encierro y que en general eran más sociables también declararon tener menos energía los días en que estaban aislados, en comparación con los días en que tenían interacciones sociales.
Los autores proponen que la disminución de la energía puede ser parte de nuestra respuesta homeostática a la falta de contacto social y un precursor potencial de algunos efectos más perjudiciales del aislamiento social a largo plazo. “Es bien sabido que la soledad y la fatiga a largo plazo están relacionadas, pero sabemos poco sobre los mecanismos inmediatos que subyacen a este vínculo. El hecho de que observemos este efecto incluso tras un breve periodo de aislamiento social sugiere que la baja energía podría ser una respuesta adaptativa ‘homeostática social’, que a largo plazo puede convertirse en desadaptativa”, explica Silani.
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