La contrahistoria de la “transformación” de México

Entre guerras culturales que desvían la atención de lo esencial, se observa un triste espectáculo en la política mexicana que ignora desarrollos verdaderamente preocupantes

Violencia en Tamaulipas

Elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, Marina, Guardia Nacional y estatales vigilan la ciudad de Tamaulipas. Crédito: AFP / Getty Images

Al tiempo en que se vive en nuestro país una era de gran crispación política y luchas intestinas en la arena pública entre quienes apoyan el proyecto de la llamada Cuarta Transformación (4T) y quienes se oponen a él, se gestan en el país cambios fundamentales que plantean un futuro muy complejo e incierto para México. La piedra angular de dicha transformación parece ser un claro proceso de militarización. Entre guerras culturales que desvían la atención de lo esencial, se observa un triste espectáculo en la política mexicana que ignora desarrollos verdaderamente preocupantes.

En medio del “ruido blanco” que generan los dimes y diretes en una contienda electoral sui géneris y una polarización ideológica sin precedentes, se puede percibir un intento real por “revolucionar” las conciencias del “Pueblo” de México. Lo anterior podría constituir un arma de doble filo, pues aunque se plantea para beneficio de las mayorías pobres, cabe la (irónica) posibilidad de que se consolide al final el proyecto de las élites. Pocos hablan de este proceso, pero algunos lo comprenden. Mientras tanto, la atención de la gran mayoría de la sociedad mexicana—sin importar posturas ideológicas—se centra hoy en día en la contienda electoral con miras al 2024, la conferencia mañanera del presidente, así como en un análisis bastante rupestre y pueril del contenido de los libros de texto gratuito que se distribuirán para el próximo ciclo escolar.

Los temas y la retórica en el debate político actual parecen en extremo superficiales, si atendemos a los grandes problemas nacionales y, sobre todo, si consideramos el reordenamiento geopolítico en un nuevo mundo multipolar, los enormes riesgos que plantea el futuro de la política exterior estadounidense y su relación con México, así como la situación de inseguridad que se vive en el país y el avance de la delincuencia organizada. Todo lo anterior parece anclarse al complejísimo tema de la militarización, que conlleva riesgos sin precedentes. Desafortunadamente, no todos parecen comprender la complejidad, ni el riesgo; ello, si atendemos a bajísimo nivel de la discusión política y a los temas superfluos que se discuten en los principales espacios de opinión en el país.

La consolidación de un proyecto que plantea una “revolución de las conciencias”—con todo lo que ello implica, incluyendo una especie de transformación cultural que se extiende hasta el lenguaje—debería ser analizada y discutida con todo rigor. No serán menores sus implicaciones. Los componentes principales de un nuevo proyecto de nación parecen fundamentarse en el adoctrinamiento carente de autocrítica; una efectivísima estrategia de comunicación; y el uso extendido y extensivo de las fuerzas armadas para supuestamente resolver los grandes problemas nacionales.

¿Cuáles serán en realidad los efectos para México de este nuevo proyecto de nación? ¿Quiénes serán los verdaderos ganadores y perdedores de la Cuarta Transformación? ¿Será como lo plantea el presidente? ¿Serán “primero los pobres”? O más bien, ¿se beneficiarán las élites, como lo han hecho siempre, sólo que ahora operando en contubernio con los militares?

Las consecuencias socioeconómicas reales de 4T parecen no comprenderse del todo y parecen también obscurecerse por la retórica gubernamental y el triunfalismo de los magros logros macroeconómicos recientes y el lema de “primero los pobres”. Confrontando la narrativa oficial que cuenta una nueva historia de futuro promisorio para el “Pueblo bueno” de México, parece existir una “contrahistoria” que pienso se irá articulando de forma consistente conforme pase el tiempo. Dicha contrahistoria será narrada por varios actores que ya empiezan a hacer acto de presencia a manera de resistencia.

Una de estas voces que narran la “contrahistoria” como contraparte de la ‘nueva’ historia oficial—parte de la cual encontramos en los nuevos libros de texto gratuitos—la encontré en un audio y una infografía que me compartieron hace algún tiempo y que aparentemente comenzó a circular en las redes sociales y la radio comunitaria en el estado de Chiapas (luego, en Puebla). No estoy segura exactamente de quién es el autor/autora/autores del texto que se reproduce en el audio, pero parece(n) estar vinculado(a)(s) a la resistencia del Movimiento Zapatista en Chiapas.

Sin ahondar sobre la posible autoría de este mensaje, me parece pertinente destacar que su contenido me pareció interesantísimo, y por ello decidí reproducirlo de manera íntegra en el presente texto. Creo que vale la pena reflexionar sobre las ideas aquí esbozadas e investigar con todo rigor, y a profundidad, la veracidad o no del análisis tan complejo que aquí se presenta. El texto de referencia es una crítica a los megaproyectos del actual gobierno autodenominado de la 4T, al proceso de militarización en el país y al tema de la delincuencia organizada y paramilitarismo en México.

La historia que aquí se cuenta dista mucho de la que nos narran desde Palacio Nacional, en la cual supuestamente los protagonistas y principales beneficiarios de un nuevo proyecto de nación radican en el “Pueblo” de México. Esta contrahistoria critica la militarización y tiene como protagonistas y principales beneficiarios a “Estados Unidos, las grandes corporaciones capitalistas y los organismos económicos multinacionales”. Esta historia alternativa parece provenir de un México profundo que conoce bastante bien las perversiones del extractivismo, el militarismo y el paramilitarismo para beneficiar al gran capital.

Antes de reproducir el texto, me parece pertinente realizar algunas aclaraciones. En primer lugar, manifiesto imparcialidad y me declaro libre de simpatías o prejuicios en relación con los posibles autores del texto, quienes han esbozado críticas similares en otros espacios. El zapatismo tiene raíces profundas, plenamente legítimas y justas. Sin embargo, reconozco que su desarrollo, protagonistas, aliados y supuestos vínculos a intereses particulares a lo largo de la historia no han estado exentos de claroscuros—y eso está documentado. Este es un tema que no tocaré aquí mismo, pero aclaro que mis simpatías no se han concentrado en dicho movimiento por diversas razones, que van más allá del alcance de este texto. No obstante lo anterior, considero clave la visión que a continuación reproduzco—que no es mía y que necesito investigar, pero que me pareció sumamente interesante.

Por último, reconozco los múltiples intereses que podrían estar detrás de la crítica a los megaproyectos del actual gobierno de México. Pongo como ejemplo el papel que podrían jugar grandes empresarios como Alfonso Romo—con grandes intereses económicos en el sureste mexicano. También pienso en los intereses de grandes capitales transnacionales que podrían estar representados por organizaciones no gubernamentales (ONGs)—que dicen defender al medio ambiente o a los pueblos originarios, pero cuyas agendas van en sentido contrario.

El desarrollo del sureste mexicano, como lo plantea el actual gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, tiene también diversos claroscuros. La visión que reproduzco a continuación, parece formar parte de una contrahistoria de México que se aleja de la retórica del oficialismo y que dice profundizar ahora una Cuarta Transformación. Va el texto:

México, visto desde arriba, es un país subordinado a las políticas neoliberales que le imponen el gobierno de los Estados Unidos, las grandes corporaciones capitalistas y los organismos económicos multinacionales.

Esta subordinación tiene como finalidades principales: 1) militarizar con fines de control social y para favorecer la acumulación capitalista; y 2) imponer los megaproyectos como son el Tren Maya, el Corredor Interoceánico Istmo de Tehuantepec y el Proyecto Integral Morelos con el Aeropuerto de Santa Lucía. Todo esto como un solo plan de reordenamiento territorial.

El Tren Maya se va a conectar con el Tren Transístmico. Las líneas de conducción eléctrica se van a concentrar en Yautepec, Morelos, que está a un lado del centro industrial de Cuernavaca. ¿Para qué? Para dar impulso a la economía, al extractivismo, a los intereses políticos y de seguridad de Estados Unidos y de las grandes corporaciones mundiales.

El elemento clave de los megaproyectos es el reordenamiento territorial. Así lo dice el Plan Nacional de Desarrollo. Este conjunto de proyectos creará una nueva frontera a la migración. [Ojo con esto último]

Con 21 estaciones y 14 paraderos a lo largo de cinco estados localizados en la península de Yucatán, el Tren Maya se planea construir con la intervención directa de la SEDENA en tres tramos del tren, lo que implica una militarización evidente de este proyecto.

Junto a este reordenamiento, encontramos la profusión de cárteles criminales, así como la proliferación de grupos paramilitares que protegen los megaproyectos, las explotaciones mineras, los agronegocios y los gasoductos.

En Chiapas están viviendo lo que no habían vivido nunca, lo que escuchaban que se vivía en el norte y el centro del país. Desde que Rutilio Escandón se hizo gobernador, se ha intensificado el acoso, la violencia, la persecución, el secuestro, la intimidación, la destrucción y el terror por parte de los viejos grupos paramilitares, que subsisten desde finales de los años noventa—y que hay que recordar que fueron producidos y coordinados, y está perfectamente documentado: por el Ejército mexicano.

Por todo esto decimos que MÉXICO ES CHIAPAS Y CHIAPAS ES MÉXICO.

(*) Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora del libro Los Zetas Inc.

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