A esta edad somos más felices, según Harvard
El estudio de Harvard destaca la importancia de las relaciones personales y ofrece una visión única de cómo estas evolucionan a lo largo de la vida, influyendo en la felicidad
Un extenso estudio llevado a cabo por la Universidad de Harvard, considerado el mayor sobre la felicidad humana, revela que la clave de la dicha no reside en la riqueza, la salud o el éxito, sino en las relaciones personales. El psiquiatra Robert Waldinger y el psicólogo Marcs Schulz lideraron esta investigación, cuyos hallazgos se detallan en el libro “Una buena vida” de la Editorial Planeta. Según los autores, la calidad y fortaleza de nuestras relaciones personales determinan la duración y la felicidad de nuestra vida.
Este estudio, que abarcó a más de 700 participantes durante más de 80 años, ofrece un descubrimiento sorprendente sobre la edad en la que alcanzamos la máxima felicidad. Contrariamente a la creencia común, los momentos más felices suelen llegar después de los 60 años. Waldinger sugiere que esto se debe al aprendizaje acumulado a lo largo de la vida, donde la conciencia de las limitaciones y la mortalidad influyen positivamente en la percepción de la felicidad. A partir de esta edad, las personas tienden a liberarse de obligaciones y relaciones insatisfactorias, lo que contribuye al aumento de la felicidad.
Waldinger y Schulz describen cuatro etapas de las relaciones a lo largo de la vida humana, explicando por qué a partir de los 60 años estas se vuelven más significativas y contribuyen a una mayor satisfacción:
- Adolescencia (12-19 años): Una etapa de evolución donde la influencia de compañeros, maestros y otros desempeña un papel crucial en la formación de la vida imaginada por los adolescentes.
- Primera etapa adulta (20-40 años): En esta fase, se construye una red de seguridad a través de amigos, trabajo, pareja y familia.
- Mediana edad (41-65 años): Caracterizada por ir más allá del yo, enfrentando responsabilidades y preocupaciones relacionadas con hijos y padres, a pesar de tener un trabajo estable y una pareja.
- Vejez (66 años en adelante): En esta etapa, uno se preocupa exclusivamente por lo que realmente importa y las personas significativas en su vida.
Los autores ofrecen un consejo para aumentar la felicidad presente, independientemente de la edad: adoptar una perspectiva más amplia. Al alejarnos momentáneamente de las preocupaciones inmediatas y situarnos en el contexto de una vida más larga, podemos inyectar empatía y comprensión en nuestras relaciones. Este enfoque permite evitar frustraciones y profundizar en las conexiones, recordando que nuestras percepciones de la vida están influidas por el punto en el ciclo vital en el que nos encontramos.
Claro, podríamos enriquecer la noticia agregando información adicional sobre la metodología del estudio de Harvard y proporcionando ejemplos concretos de cómo las relaciones personales impactan la felicidad a medida que envejecemos.
El estudio de Harvard, que inició en la década de 1930, se centra en la “Cohorte del Desarrollo”, compuesta por hombres adultos de diversas clases sociales. Este seguimiento a lo largo de las décadas ha permitido a los investigadores evaluar el impacto de diferentes factores en la calidad de vida y la felicidad, desde la adolescencia hasta la vejez. La amplitud y la longitud de este estudio brindan una perspectiva única sobre cómo evolucionan las relaciones y su influencia en la felicidad a lo largo del tiempo.
Los resultados destacan que, a medida que las personas envejecen, la perspectiva sobre la felicidad cambia. Aunque las responsabilidades y preocupaciones pueden aumentar durante la mediana edad, la capacidad para valorar las relaciones significativas y deshacerse de aquellas que no contribuyen positivamente se convierte en un factor crucial para la satisfacción general.
En términos prácticos, esto podría reflejarse en la forma en que las personas a partir de los 60 años dedican más tiempo a actividades y personas que les aportan alegría y significado. Pueden optar por mantener amistades y relaciones familiares que sean mutuamente enriquecedoras, al tiempo que reducen las interacciones que generan estrés o insatisfacción. Este cambio en la perspectiva también se vincula con un mayor enfoque en el presente, disfrutando del momento y apreciando las relaciones que contribuyen positivamente a la calidad de vida.
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