Crisis en Ecuador: ¿El narcotráfico mexicano es una cortina de humo para los políticos de países involucrados?

MÉXICO- Latinoamérica en general, así como Ecuador y México en particular, comparten como común denominador un débil Estado de Derecho, un sistema de justicia frágil que conlleva a una impunidad casi total que permitió la incursión y el crecimiento del narcotráfico y sus alianzas, sin embargo, el ingrediente principal y detonante es otro: la complicidad de las autoridades.

Analistas en temas de seguridad coinciden en que culpar reiteradamente a los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación de la inseguridad actual de Ecuador -que incluye ataques violentos con armas de alto poder, decapitaciones, colgados, masacres, fugas similares en México-, también hace el papel de cortina de humo.

“Según el protocolo de Palermo (2000), una de las características del crimen organizado es que tiene la protección del poder político. Entonces: si hay narcotráfico es porque la autoridad lo permite y también porque hay la permisividad social”.

En ese sentido, explica el analista, destaca Ecuador sus similitudes con México: complicidades, sea por negligencia, temor, codicia y hasta cierta admiración: “Cuando hay miles de personas que van a escuchar a Peso Pluma por todo el continente, ¿qué podemos esperar?”, observa.

El cantante mexicano del género conocido como Corridos Tumbados es acusado de apología del narcotráfico, promover la cultura de la ilegalidad y hasta de lavado de dinero. “Tiene toda la lógica que en algunos países como Chile, se cuestione una presentación de ese cantante”.

En México han sido ampliamente documentadas las debilidades del Estado de Derecho y descuido en la que se ha afianzado el crimen organizado: la falta de acceso a la justicia, la corrupción en las cárceles y toda la vida pública.

En Guerrero y Michoacán, por ejemplo, previo a la toma de territorios completos que hicieran las organizaciones delincuenciales, desde principios de 2006 y hasta la fecha, organizaciones civiles advirtieron del avance de diversos carteles sin respuestas de las autoridades o con la permividad de ésta.

Paralelamente, expertos en temas de seguridad, observan que por esas fechas los narcotraficantes colombianos y sus secuaces mexicanos vieron en Ecuador una oportunidad de incursión con la llegada de Rafael Correa al poder (2007-2017), debido a sus presuntos vínculos cercanos a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

“Correa deterioró las instituciones públicas de su país y eso fue una desgracia”, destaca José Fernández Santillán, analista en temas de seguridad del Colegio de Jalisco.

“Ecuador tenía una institucionalidad muy sólida hasta que llegó este presidente con su populismo y el problema con el populismo es que deteriora las instituciones públicas para sustentar ideologías o proyectos con la visión de un solo individuo y así se debilita el Estado que hace crecer a las organizaciones criminales”.

De acuerdo con los hechos que reconocen actualmente las autoridades ecuatorianas, desde aquella época y poco a poco cayó el puerto de Guayaquil. Primero como centro de operaciones para el traslado de cocaína proveniente de Colombia y posteriormente como centro de operaciones, producción y exportación ilegal del producto.

Sin embargo, la sociedad se dio cuenta del nivel que alcanzó el problema el 23 de febrero de 2021, cuando 79 presos fueron decapitados dentro de las instalaciones de la cárcel regional de Guayas, ubicada en Guayaquil.

La masacre dio pie a que organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitaran las prisiones de Ecuador y reportaran un panorama preocupante del control que tenían las bandas. Choneros, Tiguerones, Chone killers, Lagartos, Lobos y 17 más que trabajan para los cárteles mexicanos o colombianos que les proporcionan drogas, armas, entrenamientos…

OTROS DETRÁS DE LA CORTINA

En el clímax de la crisis de inseguridad de Ecuador, ocurrido con el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en agosto pasado, los ejecutores del crimen fueron colombianos, contra los que existen hipótesis acerca de su interés por desestabilizar a las organizaciones locales que quieren parte del pastel que antes solo se repartían con los mexicanos.

Villavicencio había recibido previamente amenazas del líder de “Los Choneros”, José Adolfo “Fito” Macías, a quien se le liga en algunos casos con el Clan del Golfo; en otros, con el Cártel de Sinaloa o con ambos. Purgaba una pena de 34 años de prisión desde hacía más de una década, hasta que se fugó el primer fin de semana de 2024 poco después de que que el mandatario Daniel Noboa anunciara la construcción de una cárcel de alta seguridad.

Macías lideraba desde prisión las actividades criminales: otro símil con México, donde son célebres las historias de los lujos y controles de los capos en las prisiones. Además, el día de su escape se detonaron una serie de explosiones, secuestro de policías y fuga de reos en otro paralelismo con el modus operandi de las bandas mexicanas, pero aún no hay pruebas del vínculo.

“El problema de que se relacione el problema de Ecuador principalmente con la nacionalidad mexicana es que no lleva a una solución de raíz, sino a cubrir problemas integrales”, subraya el investigador Oliva.

El periódico New York Times criticó recientemente a la administración de Joe Biden por focalizar el combate del consumo de drogas y minimizar el de cocaína que tiene un repunte importante en los últimos años, cuya producción se centra en los países andinos.

El Informe Mundial sobre la Cocaína 2023, de la Organización de las Naciones Unidas, detalla cómo el cultivo de coca se disparó un 35% de 2020 a 2021, una cifra récord y el aumento interanual más pronunciado desde 2016. El aumento se debe tanto a la expansión del cultivo de arbusto de coca como a las mejoras en el proceso de transformación de la hoja de coca en clorhidrato de cocaína.  

En ese panorama, al gobierno de Estados Unidos siempre la ha convenido mostrarse como agredido y tener enemigos que parezcan invasores como mecanismos de distracción distractor, agrega Oliva:

 “Hace unos años era el comunismo, luego el terrorismo y ahora los narcos. Y lo más fácil es decir que las bandas mexicanas asesinaron al candidato Villavicencio, pero lo cierto es que no hay pruebas contundentes, documentos que determinen el nivel de la culpabilidad. Entonces, la nacionalidad se ha convertido en un vehículo para endosar responsabilidades”.

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