Exoneran a dos hombres condenados injustamente por asesinato en Los Ángeles
Abel Soto y Jofama Coleman fueron liberados finalmente después de casi dos décadas de encarcelamiento
Abel Soto, hijo de padres mexicanos de Durango y Jofama Coleman, estadounidense, se convirtieron en el noveno y décimo exprisioneros que han sido exonerados de un asesinato que no cometieron, por el cual fueron condenados a cadena perpetua, en 2007.
Ambos pasaron dos décadas privados de su libertad en una cárcel estatal, pero finalmente fueron liberados hace un mes.
En mayo de 2003, José Rudy Robles, alias “Chino”, de 16 años, fue asesinado por disparos desde un automóvil en movimiento. Él caminaba frente a su casa, en la calle 101, en el área de Westmont.
Coleman, quien entonces tenía 20 años, fue identificado erróneamente como conductor de la van blanca desde donde surgieron los disparos. Abel Soto, quien tenía 15 años en ese momento, supuestamente había sido el autor del homicidio.
Coleman y Soto fueron juzgados como adultos. Soto fue a juicio dos veces.
En abril 28 de 2006, un jurado declaró culpable a Coleman del asesinato de “Chino”, y en agosto 16 de 2017, fue sentenciado para un total de 25 años a cadena perpetua.
Soto, entre tanto, resultó convicto del asesinato de José Rudy Robles “Chino” y se dictaminó que la alegación de que fue él quien había disparado con premeditación para causarle daño era “verdad”.
Adicionalmente, se enfrentó a dos cargos por asalto con un arma en contra de Albert Segundo y Andrés Sandoval. Un jurado encontró que los delitos los había cometido a nombre de una pandilla.
El 11 de octubre de 2007, Soto fue sentenciado a un total de 72 años y ocho meses en prisión y cadena perpetua.
Ambos mantuvieron siempre el argumento de su inocencia, hasta que abogados del Proyecto de Inocentes de California tomó sus casos y los presentaron ante la Unidad de Integridad de Condenas (CIU) de la Fiscalía de Distrito del condado de Los Ángeles (LADA).
Se retractó el único testigo
“El testigo que identificó al señor Coleman como conductor se retractó de su testimonio del juicio en enero del 2023, declarando que nunca había visto realmente al señor Coleman conduciendo al auto”, dijo el fiscal del condado, George Gascón.
“Desde el principio, Coleman y Soto mantuvieron su inocencia, declarando en cada etapa de su terrible viaje [en el sistema de justicia penal] que eran inocentes”, añadió Gascón.
“Ambos hombres estuvieron en la prisión más de dos décadas”.
En 2023, la abogada Ellen Eagers presentó reclamos de inocencia a la oficina de Gascón, a nombre de los dos exreos y las investigaciones de la unidad de post-condena descubrieron evidencia que la identidad del verdadero tirador y las confesiones del crimen señalan a otra persona.
De acuerdo con la evidencia presentada en el juicio contra ambos hombres y con la evidencia que presento la abogada Eggers, expertos de la fiscalía de distrito perdieron confianza en las condenas de Soto y Coleman.
Así, Gascón solicitó al juez William C. Ryan, del Tribunal Superior del Condado de Los Ángeles que desestimara los casos y liberara a Coleman y Soto.
Ambos gozan de la libertad
El magistrado concedió la petición conjunta, y ambos salieron libres el 19 de enero, además de conceder el Habeas Corpus para declarar la inocencia completa de Coleman.
Gascón agradeció a todos los involucrados en el proceso: la unidad de integridad, de condenas e investigaciones y a la abogada Ellen J. Eggers “cuya dedicación a la búsqueda de la verdad nos ha llevado a estos momentos cruciales”.
El fiscal consideró que “existe un peligro importante al condenar a la persona equivocada. Es una pérdida profunda no sólo para los dos hombres que perdieron años de su vida por un crimen que no cometieron, sino que también es una mancha para el sistema de justicia”.
Agregó que el sistema también le fallo a la víctima, -en este caso José Rudy Robles “Chino” y su familia-.
“También deja a los dos perpetradores libres de infligir más daño a la comunidad”, precisó Gascón, quien al mismo tiempo extendió disculpas a Abel Soto y Jofama Coleman, “quienes eran muy jóvenes cuando comenzó su pesadilla. para ellos y sus familias. La gravedad de la situación no pasa desapercibida en Estados Unidos”.
El camino a la justicia
Estableció que exonerar a individuos por crímenes que no cometieron no es una derrota.
“La exoneración es una victoria de la justicia”, dijo. “El camino hacia la justicia va evolucionando en el viaje”.
Ellen Eggers, abogada de Jofama Coleman y Abel Soto, dijo que ambos “son mis héroes y nunca flaquean en su búsqueda de justicia. Jofama transformó su celda en un salón de clases para dominar la propia ley. Su espíritu indomable, sumado al apoyo esencial de Jessica Jacobs, desentrañó la verdad que los hizo libres”.
Agradeció al fiscal de distrito, George Gascón, de quien dijo, “hoy es un testimonio del poder de la resolución inquebrantable y la búsqueda incesante de la justicia”, y al jefe adjunto Juan Mejía, a la fiscal supervisora Amy Wilton y a la fiscal del distrito Lara Bazán, cuyos esfuerzos allanaron el camino para una justicia rápida en favor de Coleman y Soto.
La abogada Eggers declaró a La Opinión que, después de haber presentado un reclamo de inocencia basado en evidencia recientemente descubierta y presentada ante la Unidad de Integridad de Condenas de LADA, se conoció que el único testigo en contra de Coleman y Soto rindió un testimonio falso.
“Ya descubrimos que encontraron a un testigo, donde había varios [individuos] y el asesino admitió su crimen”, reveló la abogada, a La Opinión.
El amor de una abuela y de un padre
Sentada en su silla de ruedas, a Pascuala Véliz, abuela nonagenaria de Abel Soto le escurrían bastantes lagrimas por las mejillas.
Ella observaba de cerca y de lejos a su nieto, durante la conferencia de prensa en la Sala de Justicia.
Llegó a pensar que la vida no le permitiría ver libre a Abel.
En cuanto su nieto rindió su testimonio, lo llamó a su lado para fundirse en un abrazo y regalarse mutuamente todos los besos que no pudieron darse en años.
“Gracias a Dios y al Santísimo que me regresó a mi nieto”, dijo Pascuala, quien en mayo cumple 91 años. “Siempre estuve rezándole a mi padre santísimo para que saliera y que me lo cuidara dondequiera que andaba, y sí, pensaba que no lo iba a volver a ver”.
La señora Pascuala, originaria de Canatlán, Durango, dijo que también sus lágrimas fueron poderosas, “porque pensaba que mis lagrimas tenían que valerme ante Dios”.
El señor Agustín Soto, padre de Abel, contó a La Opinión que él siempre confió en la inocencia de su hijo.
“Yo le decía que confiara en Dios, pero también tenía miedo de pensar que, si me moría, a lo mejor él iba a estar encerrado y no nos veríamos más”.
Por su parte, Abel confió que lo que más extrañaba en la prisión era no poder estar con su familia.
Además, anhelaba disfrutar de las garnachas y las gorditas que preparaba siempre su madre.